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Nos sonó la flauta (o el peligro de la sutileza del lenguaje)

Es decir, logramos convencer a alguien gracias a las habilidades de oralidad y persuasión que poseemos… pero esperen, ¿no será que más bien estamos dándonos un pajazo mental colectivo al usar de forma deliberada palabras previamente identificadas?]

por

Laura Mendoza Sandoval


11.02.2016

A la entrada de la exposición sobre ciudades latinoamericanas en el MoMA de Nueva York la Ecuación del Desarrollo daba la bienvenida a la audiencia. Debo admitir que no me gustó haber visto, de entrada y a modo de introducción, una referencia directa al modelo de pensamiento que ha reinado por más de medio siglo en la planeación de ciudades del continente; el llamado “desarrollismo”. No me gustó porque me pareció un mensaje muy directo, muy burdo, muy in-your-face. Mensajes a que no estamos acostumbrados en esta sociedad, en la que preferimos andar con ambages, manejar la sutileza política y ser de TODO menos claros con las intenciones y con las suposiciones de las que partimos.

ecuacion desarrollo

A estas alturas del partido resulta relativamente fácil identificar las diversas posiciones que se sostienen frente a la idea de ciudad. En una esquina se ven las posiciones tradicionales, conservadoras y reproductoras del status quo sociopolítico, dentro de las que se encuentran ideas como la liberación de responsabilidades del Estado, la segregación socioespacial, la seguridad como homóloga a la ausencia de delitos, etc. En la otra esquina se vislumbra la apuesta por una idea de ciudad incluyente, sostenible, que promueva la interacción social… mejor dicho, una ciudad justa, gvn’. (e.g, hoy por hoy se puede ver la explotación de la frase Derecho-a-la-ciudad, y algunos nos imaginamos a Lefebvre revolcándose en su tumba)

Cada vez más las personas de a pie toman posiciones (mediáticas, políticas y, en ciertos casos, activistas) frente a alguna de estas oposiciones discursivas; oposiciones aparentes. Otra de las muestras de la genialidad del capitalismo y su capacidad de adaptarse y, en términos de marketing, producir falsas oposiciones para ampliar la población objetivo o potenciales clientes del sistema. Posibilidad: inmunizarse a la adquisición de palabras-discursivas y ¡al matrimonio con estas!. Vacúnese hoy ( y siempre) en contra de las PPP: palabras pretenciosas y populares; es una grave epidemia que nos aqueja.

No sólo basta con reconocer la existencia de palabritas de moda que son políticamente correctas y que automáticamente implican un chorro de significados y detallitos ocultos. Lo interesante es ver cómo esas palabritas que algunas personas ignoran (deliberadamente o no) van incrustándose en el vocabulario cotidiano, y cómo empiezan a ser usadas deliberadamente para generar una sincronización en los canales de comunicación entre receptor y emisor. La verdad es que este proceso no es algo novedoso en la historia de la humanidad, mucho menos algo exclusivo a estos tiempos.

Lo que sí es diferente ahora y es lo que realmente (me) preocupa es que, al parecer hay un acuerdo tácito entre los dos sujetos de la comunicación: receptor y emisor. El acuerdo por mutuamente pretender que las intenciones de una acción propuesta (por ejemplo, un proyecto de intervención urbana), son legítimas y de avanzada -suponiendo una superación del modelo desarrollista, vertical, colonialista- gracias a las palabras que se usan al comunicarla. Es un mutuo acuerdo porque ambas partes saben muy bien que sostenibilidad puede significar competitividad, y esta a su vez podría significar libertad de mercados, y así en un encadenamiento continuo; se abre un campo semántico el cual pone en peligro lo que es y lo que se espera de lo que se está vendiendo bajo la bandera del bien colectivo, la sostenibilidad, la justicia...

 

 

No sólo basta con reconocer la existencia de palabritas de moda que son políticamente correctas y que automáticamente implican un chorro de significados y detallitos ocultos

 

 

El flautista de Hemlin hipnotizó con su melodía a las ratas, librándolos al pueblo y a sus gobernantes (sobre todo a estos) de un problema que los aquejaba. Pero luego, a modo de venganza, el mismo protagonista del cuento se lleva a toda la nueva generación del pueblo, a las niñas y niños, dejándolos sin la alegría de la juventud y reduciendo las posibilidades de tener una estabilidad demográfica. La moraleja del cuento es honrar la palabra y el acuerdo claro que se hizo entre las partes, los gobernantes debieron haber pagado por el trabajo de las ratas y así se hubieran evitado una retaliación por quien tenía el poder mágico del encantamiento. Espero que mi visión fatalista esté equivocada, y que el poder del encantamiento que tienen las palabras-discursivas-de-moda-políticamente-correctas sea usado exclusivamente cuando sea necesario (que, sea dicho de paso ¿cuándo son necesarias?), y no de forma cotidiana, volviendo los momentos de comunicación hechizos mutuos o pajazos mentales colectivos.

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