Con mucha resistencia nos vemos quitando capas de plástico como a una cebolla cada vez que recibimos un domicilio. La cuarentena deja ver con mayor claridad los montes de basura, cargadísima de empaques y desechos, que producimos sin descaro. Nadie ignora la emergencia climática ni descuida la huella residual de su paso por dondequiera que vaya. Pero hoy el gran lujo es estar en el oasis menos contaminado posible.
¿Qué pasaría si el planeta reprodujera los parámetros de consumo y contaminación que se observan hoy en cada país? O, ¿qué pasaría si el mundo consumiera como lo hace Colombia? Estas son algunas preguntas que se hace la plataforma Earth Overshoot Day y cuyas recientes respuestas no son nada alentadoras, al menos en nuestro caso. Según la directora de Greenpeace Colombia, Silvia Gómez, si el mundo consumiera tal como lo hacemos nosotros, el 17 de octubre de 2020 los recursos planetarios se habrían agotado.
Colombia está en sobregiro ambiental. Esto quiere decir que “comenzamos a ocupar una línea de crédito que implica que nuestra forma de consumo requiere y gasta más recursos de lo que somos capaces de regenerar”. Entrevistamos a Gómez para entender en una mediana y fresca perspectiva cómo estamos resistiendo o fracasando ante el detrimento de nuestro propio entorno.
¿Aguantaría Colombia el impacto ecológico si sigue con los patrones de consumo habituales y con sus modelos de producción?
Definitivamente no. Con todo lo que está sucediendo en el mundo podemos ver la gravedad de algunas de las problemáticas ambientales y la relación directa que hay con nuestros hábitos de vida. La economía basada en el consumismo es insostenible.
Si queremos que las personas desarrollen un sentido de solidaridad e integración con sus entornos, entonces la invitación es potenciar el desarrollo de nuevos estilos de vida basados en huellas de carbono más reducidas. Debemos reiniciar las ciudades colombianas desde otra mentalidad cuando recuperemos la nueva normalidad.
La recuperación, además, debe tener como foco un comercio que sea medioambientalmente amigable y justo. La nueva normalidad no puede ser sinónimo de la economía pre pandemia, que arrasaba con los ecosistemas y que no tenía como eje central las necesidades de las personas. Por eso es que debemos repensar el tipo de economía que queremos para nuestras ciudades y que será muy diferente a la que teníamos antes de la pandemia. Repensar nuestros hábitos de consumo es fundamental al igual que la adopción de una vida más austera.
El exceso de plástico por los domicilios durante esta pandemia, ¿en qué medida ha empeorado el panorama? ¿Cómo entenderlo en porcentajes? ¿Qué tantas más toneladas de plástico estiman se han producido en el país?
Nadie contaba con que el mundo viera en los desechables y el plástico una falsa solución para evitar el contagio. Antes de la pandemia había aproximadamente 150 millones de toneladas de plásticos en el océano y aproximadamente 8 millones de toneladas de plásticos ingresan anualmente en él. Teniendo en cuenta estos datos, se predice que la cantidad de plástico que ingresa al océano cada año aumentará a alrededor de 16 millones de toneladas para 2030 y mucho más después de esta pandemia.
Otros efectos secundarios son el aumento de las emisiones de gases de efecto invernadero por la producción de plásticos. En la próxima década la industria de los combustibles fósiles pretende aumentar su producción en un 40%, y el plástico podría constituir el 20% del consumo total de petróleo.
Ha dicho que la solución en Colombia no reposa sólo en reciclar, sino en cambiar de manera definitiva hábitos de consumo. ¿Qué tan lejos estamos de aprender esto?
Desafortunadamente en Colombia no existe una cultura del reciclaje, por tanto debemos buscar soluciones en los modelos de reducción y reutilización. Invertir en este tipo de soluciones que son más sostenibles y no son estrategias de rescate.
Adicionalmente consideramos que la problemática de los plásticos debe ser abordada de manera conjunta. Todos los actores involucrados en la cadena deben asumir la responsabilidad: gobiernos promulgando leyes de prohibición, empresas disminuyendo el plástico innecesario en sus productos; retailers y consumidores.
El modelo de replicación debe ir más allá de la implementación de leyes. El modelo debe incluir la prioridad en la salud del planeta y de las personas, invertir en soluciones de raíz al problema, reemplazar lo desechable por sistemas sostenibles (el reuso) y exigir una responsabilidad de las corporaciones y de los gobiernos.
¿Qué tan optimista es respecto de la prohibición de plásticos de un solo uso en Colombia? ¿Cuáles son los frenos de este avance?
Vemos como muy positiva la prohibición de los plásticos de un solo uso en algunas regiones de nuestro país como Boyacá, San Andrés y Providencia así como los Parques Nacionales Naturales. Es un muy buen primer paso para la prohibición de este tipo de material en el país. Sin embargo, consideramos que esta medida debería ser más contundente en extenderse a todo el territorio nacional.
En la actualidad existen en Colombia proyectos de ley que buscan sustituir gradualmente algunos plásticos de un solo uso, medidas muy tibias y cortas para la gravedad de la situación de fabricación, venta y consumo de plásticos que se generan diariamente en el país. Proponer leyes contundentes de prohibición, y reemplazo como la existente para parques naturales, deben ser el camino para la prohibición total de los plásticos de un solo uso.
¿La Emergencia Climática aplica hoy solo para Bogotá, como lo ha dicho? Porque Medellín ha tocado límites en temas de contaminación. ¿Podría llegar a declararse una emergencia nacional pronto?
No, aplica para todas las ciudades y centros urbanos.
Hoy, el 77% de los colombianos vivimos en áreas urbanas y se espera que este número aumente. Las ciudades son los centros de actividad económica y representan más del 70% de las emisiones globales. Además son los lugares en donde más se sienten los impactos del cambio climático por su alta vulnerabilidad y poca capacidad de adaptación.
En la Tercera Comunicación Nacional de Cambio Climático (TCNCC) de Colombia, Bogotá es la ciudad capital más vulnerable en términos de cambio climático siendo solo superada por San Andrés, y dos corregimientos departamentales de Vaupés, como los municipios más vulnerables de Colombia ante los efectos futuros del cambio climático. Los componentes de recurso hídrico y seguridad alimentaria son los que más aportan a dicha vulnerabilidad en Bogotá, que puede convertirse en la primera ciudad en latinoamericana en declarar la Emergencia Climática, siendo pionera en estrategias de acción reales, vinculantes y con el presupuesto necesario para fomentar el bienestar de sus ciudadanos, la salud y la protección del medio ambiente.
¿Y cree que hace falta un mayor compromiso de las ciudades con las regiones del país costeras, de manglares y a la rivera? ¿Podría descentralizarse ese consumo de plástico provocando menor invasión por contaminación desapercibida en ciudades?
La situación de la contaminación por plásticos ya es grave a nivel mundial y nacional, y es una problemática que no puede ser pasada por alto. El 91% de nuestros desechos plásticos no han sido reciclados y aún se encuentran contaminando nuestras fuentes hídricas y océanos (UNEP ,2018).
Para 2050, se estima que habrá más plástico que peces en el mar, y que todas las aves marinas se estarán alimentando de desechos plásticos (Ocean Conservancy, 2018). Hoy, más de 690 especies marinas están siendo impactadas de forma negativa por desechos plásticos (Wilcox et. al., 2016) y el 80% de la contaminación marina viene de fuentes terrestres (Jambeck et. al, 2017). En zonas costeras de Colombia tanto del Pacífico como del Caribe, se han podido encontrar hasta 8.000 microplásticos por litro de agua y 1.000 microplásticos por metro cuadrado de playa (INVEMAR, 2017).
Pero las ciudades, tal como las conocemos, tampoco resisten más. Hoy no solo tenemos una emergencia sanitaria, sino que medioambiental: una verdadera pandemia climática que se prolonga por largo tiempo.