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Mentes en encierro: nuestra salud mental a un año de la pandemia

A un año de la pandemia, los efectos negativos sobre nuestra salud mental se hacen cada vez más evidentes. Los cuadros ansiosos y depresivos han empezado a ser más comunes, tanto en quienes han contraído el virus, como en los que no. Reunimos las voces de tres mujeres que, cada una con síntomas distintos, han tenido que enfrentar afecciones a su salud mental causadas por el encierro de la pandemia.

“Recuerdo que estaba haciendo fila en el supermercado, ya lista para pagar. La persona que estaba detrás mío empezó a acercarse mucho, o pues a menos de los dos metros necesarios, y yo no podía moverme porque quedaba muy cerca a la que estaba al frente. De repente me empezó a latir muy fuerte el corazón y luego la cabeza, porque empecé a pensar que ese aire que estábamos respirando todos podía estar contaminado con COVID. Empecé a pensar sólo en el aire y no podía parar de temblar. Cuando fui a pagar me temblaban muy fuerte las manos, tanto que casi no logro pasarle la tarjeta a la cajera”, recuerda P*. 

Salió corriendo del supermercado. Creyó que afuera el aire de la calle la ayudaría a tranquilizarse, pero no fue así. Tuvo que recorrer varias cuadras hasta que por fin llegó a un parque y sólo ahí dejó de temblar. Desde ese día, la ansiedad ha sido una presencia constante en la vida de P*. 

Con el tercer pico de la pandemia, luego de un año de estar encerrados y distanciados de las vidas cotidianas que conocíamos, con nuevas cuarentenas, toques de queda y con el sistema de salud cercano al colapso, las afecciones a nuestra salud mental están siendo cada vez más evidentes.  Los cuadros ansiosos y depresivos han aumentado en la población general y se ha empezado a encontrar que existen afecciones psiquiátricas y neurológicas en los pacientes que atravesaron un cuadro de COVID-19. Sin embargo, desde la psiquiatría se han empezado a implementar múltiples métodos para hacerle frente a estos efectos que nos están afectando a todos. 

 

Cuando llega la ansiedad

Para P*, la ansiedad empezó a incrementar a partir del inicio de las cuarentenas: “yo sentí que las cosas ya no tenían un sentido claro”, dice. A ese sentimiento se sumó lo que sintió como un fracaso de la empresa que había formado el año anterior a la pandemia. Todas las ventas se detuvieron y la empresa quedó suspendida. La consecuencia fue que se aceleraron sus pensamientos: “venían uno detrás de otro sin que yo pudiera pararlos. Y todos eran pensamientos cargados de escenarios muy fatalistas. Eso me terminó causando varios episodios como el que viví en ese supermercado”, asegura. 

P* cuenta que fue una experiencia nueva para ella, porque a pesar de que antes había tenido momentos de ansiedad, siempre los había relacionado con su trabajo y nunca habían alcanzado proporciones tan elevadas. Tampoco había tenido ataques de ansiedad y por eso, en principio, no entendió qué estaba pasando. 

Esto no es extraño, dice el doctor Gabriel Oviedo, médico especialista en psiquiatría y psicoterapeuta, profesor del Departamento de Medicina de la Pontificia Universidad Javeriana y médico del ala de psiquiatría del Hospital San Ignacio. Como él lo explica: “los estresores que hemos atravesado como humanidad, han llevado a que personas que antes no presentaban condiciones de ningún tipo hayan empezado a tener síntomas. Esto debemos entenderlo como una catástrofe global, a la que es normal responder de distintas maneras”. 

“El asunto empezó a tornarse en una especie de responsabilidad mía”, dice P*. “Si yo me contagio, qué va a pasar con las personas con las que vivo. Eso sólo me dio más ansiedad porque a pesar de que hasta el día de hoy no me he contagiado, al menos no que me haya enterado, sentía como si de alguna forma yo tuviera que controlar todo para no esparcir más la enfermedad”, asegura P*. Estas nociones, para el Doctor Oviedo, son naturales, pues se ha entendido la pandemia como una disrupción a nuestras nociones de seguridad y calma. Por ese motivo, entrar en un estado de alerta constante se ha convertido en la realidad de muchos. 

Cuando llega la depresión 

“Yo más que ansiosa me he sentido profundamente deprimida”, asegura D*. “Recuerdo que un día me ataqué a llorar porque logré pintarme bien las uñas. Sentí como si esa hubiera sido mi única victoria durante la cuarentena. Porque sentía como si mi vida hubiera quedado totalmente detenida, en todo. Para ese momento ya llevábamos unos siete meses de cuarentena, yo no estaba hablando con nadie y llevaba al menos cuatro meses sin verme con nadie distinto a mi familia. Me agarró un sentimiento muy profundo de soledad, como no había sentido hacía muchos años. Sentí como que nada tenía sentido y otra vez me cuestioné para qué seguir”. 

Para D* la historia es un poco diferente. Ella ya traía un diagnóstico de depresión clínica previo a la pandemia. Había sido medicada y tuvo acompañamiento psiquiátrico cercano durante varios años. Sin embargo, como ella lo dice: “fue una contradicción enorme. Mi depresión siempre la sentí como un problema interno, como si tuviera un vacío constante de no querer vivir. Con la llegada de la pandemia, ya teniendo una amenaza externa y constante que se empezó a llevar a mucha gente, la verdad es que le encontré por fin un sentido a la vida. O al menos me di cuenta de que no quería morirme tanto como siempre lo había pensado. Y eso fue muy contradictorio para mí. Actualmente me debato entre la depresión, la apatía que se genera con esta condición, el hecho de que no le veo sentido al futuro o a continuar, y el miedo por una muerte que se llega a sentir muy cercana por el COVID”. 

En agosto del año pasado, reportamos en esta nota que los cuadros depresivos y de ansiedad habían aumentado en un 60% en la población joven de Colombia. Este estudio lo adelantó, también, el doctor Gabriel Oviedo y un grupo de profesionales de la Universidad Javeriana. Los resultados continúan vigentes y las cifras para estos cuadros siguen siendo igual de altas. A esto, dice el doctor Oviedo, hay que sumarle el hecho de que las tasas de suicidio han aumentado, principalmente en personas que ya traían condiciones de base previos a la pandemia. 

“En países como Japón, las tasas se suicidio se han elevado ostensiblemente el año anterior y el actual. Sabemos que este hecho suele tener un motivo multicausal. Que usualmente es resultado de una decisión desesperada y que hay cifras que indican que un 90% de las personas que cometen un suicidio presentan un transtorno mental. En Colombia aún es necesario hacer más estudios sobre este tema. Pero sí es algo sobre lo que debemos estar atentos”, asegura el Doctor Oviedo, para quien además es necesario entender que este fenómeno nos ha afectado como comunidad y por ello es importante generar redes de apoyo en conjunto. 

 

Cuando existe contagio 

“Lo primero que a mí me pasó fue que sentí una tristeza enorme”, dice J*. “Sentí como que no me quería mover. No quería salir de la cama. No quería hacer nada. Y no era falta de fuerza, era simplemente mucha tristeza”. 

J* se contagió con COVID y al día de hoy no sabe cómo. Ella vive sola, trabaja desde casa, limitó sus salidas a las estrictamente necesarias, y aún no entiende qué pasó. “Yo ya había lidiado con un diagnóstico de depresión y ansiedad desde los 22 años. He tenido acompañamiento psicológico en varios momentos de mi vida y por eso soy capaz de notar cuando llega un cambio que no es positivo. A mí afortunadamente los síntomas no me dieron tan duro, pero te aseguro que la mente sí se me fue. Hubo un instante en que sentí que ya para qué continuar, si la vida iba a ser así”. 

Las afecciones a la salud mental que está dejando el contagio por COVID-19 son un fenómeno que aún continúa en estudio. Hace unos meses, en esta nota contábamos el impacto tan fuerte que pueden tener los pacientes que alcanzan estados graves por el COVID-19. Como un choque al cerebro, lo describimos, pues las afecciones pueden causar un colapso general, frente al que el cerebro no sabe cómo reaccionar, pues muchos órganos fallan simultáneamente y causa un estado llamado Delirium, que es similar a la demencia senil. 

Actualmente se ha encontrado que uno de cada tres pacientes de COVID ha recibido un diagnóstico posterior de trastornos sobre su salud mental. Este resultado lo arrojó un estudio liderado por Maxime Tiquet, en la Universidad de Oxford. Allí, se tomó un cohorte de más de seis millones de sobrevivientes al virus y la conclusión fue que un 34% de los sobrevivientes de COVID recibieron diagnóstico de afección neurológica o psiquiátrica dentro de los seis meses posteriores a la infección. El estudio también encontró que entre mayor fuera la afección causada por el COVID, la tasa de posibilidad de trastorno neurológico alcanzaba un 39%. 

Aunque en Colombia esto todavía no ha sido estudiado, el Doctor Gabriel Oviedo sí ha empezado a implementar medidas que permitan hacer una atención cada vez más temprana en psiquiatría a los pacientes que se hayan contagiado, principalmente a quienes han alcanzado contagios con síntomas más complejos. Sin embargo, asegura que dada la falta de recursos, es importante aún prevenir los contagios y agilizar la vacunación, lo que permitirá evitar estos desenlaces.  

 “Para mí fue difícil llevar esto. Afortunadamente yo tengo acceso a medicina prepagada y por eso pude tener acceso a una mejor atención para la prueba y los síntomas. También tengo la posibilidad de asistir a un terapeuta que me ayuda a manejar mi salud mental. Sin embargo, la atención por la EPS nunca hizo mucho. Es más, cuando llamé a reportar los síntomas, 15 días después me llamaron a decirme que me iban a hacer la prueba, cuando yo ya me había sanado”, asegura J*. 

 

¿Qué medidas tomar?

“Yo aún estoy esperando a terminar de recuperar mi mente. Los síntomas ya se me pasaron, pero aún tengo momentos de crisis de tristeza bastante fuertes, además de que me ha costado mucho trabajo poder concentrarme y volver a mis rutinas normales. Es como si la mente se me perdiera todo el tiempo”, asegura J*. 

Mientras no se conozcan mejor los efectos del COVID-19 sobre el cuerpo y la mente, no tendremos certeza aún sobre cómo hacer contención de las secuelas que deja la enfermedad. Sin embargo, el doctor Oviedo sugiere que, de manera general, deberíamos mantener rutinas saludables de ejercicio, alimentación y un buen balance entre el trabajo y las horas de descanso, para que nuestras mentes tengan el menor impacto posible. Adicionalmente, recomienda suprimir las bebidas estimulantes, como el café, para que nuestros ciclos de sueño no se modifiquen. 

Finalmente, las prácticas de meditación y respiración se han convertido en una práctica importante para relajarse y activar el nervio vago, que baja la frecuencia cardiaca, relaja los músculos y permite romper ciclos de pensamiento cíclicos que puedan derivar en ataques de ansiedad. 

Ante todo, para J*, P* y D*, y para el Doctor Oviedo, el apoyo de sus familias y entornos cercanos se ha convertido en un elemento clave para sobrellevar sus diagnósticos. 

“Yo siento que justamente a partir de despertar este tipo de síntomas, he podido acercarme más a entenderme desde una empatía muy profunda con mis familiares. Yo entiendo que esto claramente ha tenido un impacto negativo sobre mi salud mental, pero al mismo tiempo tengo que aceptar que me permitió entender mejor condiciones que antes no entendía y puedo acercarme ahora con una perspectiva diferente, con mucha más comprensión”, dice P*.

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