por
14.01.2025
Carmen Barvo
editora
14.01.2025
Aseneth Velásquez, María Mercedes Carranza, Pilar Tafur, Carmen Barvo en 1983. Cortesía: BADAC – Fondo María Mercedes Carranza.
Discurso pronunciado por Carmen Bravo, amiga y editora de María Mercedes Carranza, en agosto de 2024 en la Biblioteca Nacional de Colombia.
Este texto hace parte del especial “El mundo es esto que miro: vida y obra de María Mercedes Carranza”. Para ver otros textos del especial, haga clic aquí.
Si no puedes con la vida, escribe,
Si no puedes escribir, edita.
Salinger
Empiezo por agradecer a la Biblioteca Nacional y a la Universidad de los Andes por esta bella exposición sobre María Mercedes Carranza, El oficio de vestirse, y por la oportunidad de expresarnos que nos han dado a algunas de sus editoras en esta tarde.
Antes que editora de María Mercedes, si es que a ella se la hubiese podido editar en el sentido cabal del término, yo empecé por ser, profesionalmente, su agente literario. María Mercedes era incapaz de cobrar por sus trabajos fuera de nómina: conferencias, escritos, presentaciones, prólogos, y vayan ustedes a saber cuántas cosas más. Corría el año 1980 u 81, cuando la acompañé a un recital de su poesía en el Colombo Americano de la 19 con 3.a, a la salida le pregunté: ¿cuánto te pagaron por esto? Yo era consciente de cuánto tiempo le había tomado prepararlo, cuántas uñas y pellejos se había comido, cuántos insomnios le había costado. Me contestó, extrañada: “¡NADA!”. Me “injerté en pantera” (término suyo) y le dije que eso no podía seguir así. Ese día me consagró como su agente y de ahí en adelante yo le aconsejaba cuánto cobrar por sus actividades literarias. Cuando me preguntó cuál sería mi comisión, le contesté: “me pagarás con almuerzos”. Esta labor la ejercí hasta su muerte, en 2003, y después heredé el mismo oficio y, por supuesto, la misma comisión con Melibea, la heredera universal de sus derechos.
Vuelvo a un punto que esbocé en las primeras líneas: María Mercedes no se dejaba “editar” (corregir, quitar, aumentar) una letra que ella hubiera puesto sobre el papel.
Pedía consejos de vez en cuando: los sábados por la mañana, y por teléfono, me consultaba alguna palabra o algún título, no mucho más. Que tire la primera piedra el editor que haya osado “editar” a un buen poeta.
“Leer la poesía de mi mamá es como bajar al infierno sin Dante ni nadie que te guíe”: hija de María Mercedes Carranza
Click acá para verCuando en 1984 fundamos Editorial La Rosa, con ella y con Guillermo “la Chiva” Cortés, uno de los títulos que sugerí editar fue su tesis de grado de la Universidad de los Andes, Carranza por Carranza. Ella se tomó varios días para digerirlo, había que adaptar o editar como libro una tesis universitaria de una rigurosidad académica proverbial que ya le había costado un gran esfuerzo porque había sido un acercamiento doloroso a la obra de su padre, de quien poéticamente siempre se quiso alejar. Dijo que sí, puso todas las condiciones que en el mundo han sido y que yo, por supuesto, acepté. La complicada relación editor-autor se reveló cuando me llamó, furiosa, porque en la cronología de la vida de Eduardo Carranza, que le habíamos encargado a Álvaro Bonilla, gran amigo de toda la familia, este osó poner la verdadera fecha de nacimiento del poeta y no la que este había decidido tener: 1913, porque era su número de suerte, y no 1912. También este capricho se hubiera podido atribuir a la vanidad del maestro, pero eso no era lo importante en la monumental pelea que se montó entre nosotras. Ella, iracunda con Bonilla, me pidió que ni lo invitáramos al lanzamiento ni le pagáramos ni le diéramos crédito ni le volviéramos a dirigir la palabra. Por supuesto, no cumplí con nada de eso, pero sí alteré, en páginas ya impresas de la cronología, la fecha del nacimiento para que apareciera 1913. La pelea duró varias semanas y, aún durante el lanzamiento elegantísimo que organizó Gloria Zea desde Procultura, nuestro flamante coeditor, no nos dirigimos la palabra. Sanadas las heridas, nos reconciliamos y debo decir que ella era muy noble en ese sentido. Estaba dichosa con la edición, le fascinó. Debo decir que a mí también por todo el esfuerzo, dedicación y amor que le pusimos.
Hoy me llama mucho la atención la avidez que ha suscitado la poesía de María Mercedes en los últimos 20 años, cómo los jóvenes acuden a ella. ¿Qué les dice su poesía? No lo sé.
La proliferación de ediciones que ha habido en este periodo se debe principalmente al interés, tino y buen juicio de Melibea, desde aquella bella edición de la Poesía completa y cinco poemas inéditos que preparó para Alfaguara un año después de la muerte de su madre, en 2004. Las incontables ediciones en Colombia y por fuera, en varios idiomas, para mí ya son difíciles de contar. María Mercedes sigue viva gracias a su poesía y a Melibea, que ha cuidado su obra con celo.
No me debes ningún almuerzo, Melibea.