Reflejo
Dirigida
por Franco Lolli, Litigante es un largometraje colombiano en la que su
protagonista, Silvia, se enfrenta simultáneamente a un escándalo de corrupción,
la crianza de su hijo, un amorío y la muerte de su madre. La película, es, ante
todo, una historia de resiliencia y lucha. Con esta, Lolli logra transmitir un
sinfín de emociones: la angustia y preocupación
por la muerte de Leticia, el amor y el desamor con Abel, el amor materno por
Antonio, su enojo y sus eventuales peleas con su familia. Resalto la empatía
que me logró generar. Es una película que se siente cercana, probablemente por
ser cine colombiano, por tocar temas cotidianos y por los acentos bogotanos, a
los que tan acostumbrado estoy.
Silvia
Paz, más que un ser singular, representa a la sociedad e idiosincrasia
colombiana. Hijos que se crían sin padres, peleas entre hermanos, la angustia
del desempleo, la corrupción. Lolli utiliza a este personaje como medio para
reflejar los dramas de la sociedad colombiana. Iniciamos con una desilusión, el
diagnóstico de enfermedad de su madre, y su negativa a tratarse, genera los
primeros roces entre ellas. Casi al mismo tiempo, Silvia se ve involucrada en
un escándalo de corrupción, el conflicto familiar escala. Mientras esto ocurre,
cría a un hijo e intenta encontrar el amor. Su cotidianidad se vuelve una de
peleas con su madre, con su hermana y con Abel. Es la muerte de su madre la que
finalmente la estremece y saca de este estado. La película finaliza incompleta
con Silvia saliendo del juzgado, aparentemente serena, aparentemente buscando
su paz, sin embargo, como con la paz de este país, la historia cierra
incompleta, aún por definirse.
―Felipe Velásquez
Una decepción anticlimática
Es decepcionante. Decepcionante el intento de escapar
de la realidad encerrándonos en un cuarto negro, tenuemente iluminado por la
ficción ajena que se refleja sobre nuestras caras esperanzadas con el olvido, y
descubrir ante nuestros ojos el mismo desenvolvimiento anti climático de
nuestras vidas, repetido en la pantalla, repetido en los ojos y las mentes de
cada una de las personas que ocupan este mismo cuarto negro. Litigante fue
decepcionante no por su producción, su actuación o su libreto, sino por la
osadía de irrumpir en la ilusión de un público que sólo anhela ignorar lo que
la película narra, esas historias que lo esperan afuera del teatro, la realidad
de un país de malos padres, la realidad de la muerte, la realidad de todo el
sufrimiento que nunca encuentra resolución. Sin finales felices, incluso sin
finales, eso es lo que la hace una película terrorífica, no sólo dramática.
Litigante es decepcionante por su devastante habilidad de imitar lo confuso y
laberíntico de la realidad.
―Maria Paula Serrano
Abarcando mucho, apretando poco
Salí de cine de ver Litigante y
realmente no podía decidir si me había gustado o no. Es una película que abarca
el dolor de la enfermedad y la muerte de un familiar, las dificultades de ser
mamá soltera trabajadora y la preocupación de ser el chivo expiatorio en un
escándalo de corrupción. Sin embargo, al intentar incluir todos estos temas, no
logra profundizar bien en ninguno de ellos y termina siendo una película en la
que no pasa mucho. Aun así, salí de la película con algunas preguntas y reflexiones:
1. Me gustó que muestra el cáncer como una enfermedad que no sólo afecta a quien la padece, sino también a la familia. En este aspecto me pareció que la película sí hace un muy buen trabajo en mostrar lo que conlleva esta enfermedad, de una manera humana y vulnerable, sin glorificaciones.
2. Silvia se pelea con Abel; él va y le pide que hablen y ella se niega, pero le dice que hablan el día después. La siguiente vez que aparece Abel, están juntos de nuevo. No me gustó que esto suceda sin siquiera darle una explicación a la audiencia.
3. ¿Por qué era necesario incluir al papá de Antonio? Era interesante saber qué fue lo que sucedió y por qué él no es parte de la vida de su hijo, pero es una historia sin resultados que ni siquiera se desarrolla.
4. Cuando el jefe de Silvia la regaña por no haber podido ir a la reunión, sabiendo que su mamá tiene cáncer y que tiene un hijo de cinco años, se despertó un miedo que realmente tengo. Cuando sea mayor yo quisiera ser una trabajadora exitosa, sin dejar mis hijos a un lado. Desafortunadamente, esto resulta ser una tarea difícil si uno es mujer. Y es peor aun si un jefe no es comprensivo con estas dificultades.
Es una película que sigue la vida de Silvia durante su mala racha, sin muchos giros inesperados. Sin embargo, a parte de que no pasa mucho, la película se da el lujo de omitir detalles y explicaciones que ayudarían a mejorar la película. En realidad me pareció una película con buenas anotaciones sobre la vida (específicamente en Colombia), pero que no logra desarrollarlas del todo.
―Gabriela Aldana Uribe
El nuevo cine colombiano
El escritor y director colombiano Franco Lolli nos
confunde un poco con el título de su segundo largometraje
«Litigante»: el público desprevenido puede esperar un drama en la
corte, entre otras cosas dado que su protagonista es un abogado del sector
público. Resulta que para Silvia, una madre soltera de cuarenta años,
interpretada con un cansancio completamente creíble y hasta los huesos por la
soberbia ex profesora de los Andes
Carolina Sanín, la vida familiar ofrece la mayoría de sus pruebas. Mientras
carga con las diversas tensiones entrelazadas de cuidar a su madre enferma de
cáncer, manejar una crisis de corrupción en la oficina y embarcarse en un nuevo
romance incómodamente cronometrado, Silvia se acerca a un punto de ruptura que
nunca alcanza. A su vez, «Litigante», que afecta y se observa de
manera inteligente como es, no llega a un crescendo dramático gratificante: es
una película de pequeños momentos representados con precisión en lugar de un
gran florecimiento emocional.
Más allá de este contexto del estreno, Litigante habla
sobre los miedos femeninos, la soledad, del miedo a la enfermedad, pero lo hace
desde la perspectiva de la clase social a la que pertenecen estas mujeres. Es
por eso que cierto halo conservador se percibe en los temas en cuestión, que
solo se refieren a lo sentimental o emocional, dejando de lado otros elementos,
y la sensación de que uno podría haber dicho algo más sobre lo que une o separa
a estas dos mujeres en El viaje interior del duelo a la pérdida.
Sin embargo, Litigante no sabe si quiere ser un
drama familiar, un drama judicial o un drama romántico; y saltando entre cada
uno sin ninguna estructura aparente, finalmente se convierte en ninguno de los
dos. Como resultado, los espectadores, o por lo menos en mi caso, se ven
privados de cualquier beneficio emocional por una evidente falta de enfoque
junto con saltos de tiempo convenientes que resuelven enormes puntos de la
trama fuera de la pantalla, todo lo cual culmina en un final pegado
perezosamente que es francamente insultante.
―Juan Francisco Gil
Espero que ya puedas dormir, Silvia
A decir
verdad, siento que toda la trama desarrollada al final no tiene un desenlace. A
lo largo de la película, van apareciendo una serie de problemas que se van desenvolviendo,
pero, a fin de cuentas, ninguno de ellos se termina por desarrollar. Cuando le
presentó a Antonio su papá, se lo presentó en realidad como un amigo, un colega
de trabajo, todo menos como un familiar; y por eso creo que en realidad este
problema no se solucionó. Por otro lado, Silvia renunció a su trabajo y se
comentó la posibilidad de empezar a trabajar en una ONG, más no consigue un
puesto laboral, aquí tampoco se desarrolló nada. En cuanto a sus asuntos
familiares y amorosos, por lo menos se entiende que volvió con el periodista y
el tema de la enfermedad de su madre terminó como esperaba. En este caso la
película si es muy clara. Pero pues al final de todo, me quedó ese sin sabor,
como que sentía que le faltaba concluir porque se quedó desarrollando toda la
trama. No le vi felicidad a la doctora Silvia, todo era siempre (y perdón por
la expresión) un mierdero con el cuál ella tenía que lidiar día a día.
Me quedo con
sus ojeras, sus infinitas, largas y bien marcadas ojeras que mostraban las consultas
en la noche que Silvia hacía con su almohada. Supongo que le preguntaba sobre
cuando descansaría por fin, sobre cuando volvería su vida a un ajetreo normal.
¿Así pasa en la vida real? Si tenemos muchos problemas a la vez, o alguno del
cual no vemos salida, ¿hacen una película sobre mi vida? Tal vez soy un poco
más relajado y sé que de alguna manera u otra todo siempre se da, y por eso,
duermo como una piedra.
―David Santiago Castro
Silencios simbólicos
A veces uno quisiera alargar escenas de
las películas igual que momentos de la vida. Estirarlos hasta que ya no den
más. Sacarles todo el jugo que puedan tener porque su representatividad
simbólica es tan efímera y tan pesada que es necesario guardarlos en la
memoria, que es el único sitio realmente propio. Eso me pasó solo al final de
la película.
Luego de haber escuchado la particular
voz de Carolina Sanín lanzando avalanchas de argumentos buenos y malos en el
cuerpo de Silvia Paz, definitivamente haber dejado caer las lágrimas cuando
todo ya ha pasado en la escena final de Litigante representa esa apertura a la
relación con su hijo que estaba velada por la relación con su madre. Fue
finalmente ese reconocimiento de que se es siempre víctima de las relaciones.
Es llegar a la conclusión de que los vínculos importantes a veces se abren y se
cierran en contextos traumáticos que no necesitan ser estruendosos para tener fuerza
porque no se dicen con palabras sino con miradas. Quizás esos silencios
simbólicos que forjan el carácter merecen mucho más tiempo.
―Mauricio Bohorquez
Hija eres y madre serás
Fui con mi
mamá a ver Litigante, hace tiempo que no compartíamos tiempo juntas ya que ella
vive en otra ciudad, sin revisar muy bien sobre que trataba la película nos
dirigimos al cine más cercano y para mi sorpresa en esa enorme pantalla, se
reproduciría frente a nosotras una historia de una madre e hija. Frente a la
cotidianidad de Silvia, una madre soltera que se encuentra en un punto de
inflexión de su vida, y ante su madre, Leticia, que se reencuentra con la
angustia de luchar contra su cáncer de pulmón y lo que significa decidir cómo
vivir o morir.
Lo primero
que atravesó mi mente en medio de las peleas
de Silvia y Leticia fue varios de los reclamos que recordaba haberle hecho a mi
madre durante mi vida. Conforme avanzaba la película algunas lágrimas caían ocasionalmente tanto en mi rostro como el de mi madre, yo me
preguntaba de qué forma ella se identificaba en la
historia, ya que yo me identifiqué con el hijo de Silvia, Antonio. En un momento, Silvia le dice a su
inesperada relación amorosa, Abel, que se debía marchar porque cuidaba a gente… ¿qué clase de cuidado es ese? me decía yo cuando dejaba a su hijo solo y a su vez pensaba en mi mamá y recordaba con dolor lo sola que me dejo. Ella que, sin mucha ayuda de
mi padre, trabajo de sol a sol y no tuvo mucho tiempo para mí y yo que ya había entendido que ella no solo
luchaba por mí, sino que también por ella.
Mi mamá definitivamente ha contribuido positivamente en mi forma de pensar y
saber que no estamos exentas a una situación como la de la película me hace
cuestionar como reaccionaríamos. Yo que
pienso que uno debería decidir como morir y asiento al
escuchar las palabras del comienzo de Leticia, que dice que no le teme a la
muerte sino al dolor y una vida sufriendo. Tan solo pensar en ver a mi madre
enferma y empeorando me hace un nudo en la garganta, pero pensar que ella
quisiera tomar una decisión como la de Leticia y no quiera
someterse a un tratamiento tortuoso que posiblemente la cure pero que me brinde
esperanza no me resulta muy consolador.
Al salir de
la película le pregunte a mi mamá que pensaba, ¿debía primar la ilusión de una hija que quiere que su
madre se salve o la decisión de morir
como se quiere? ella me dijo que no sabía , que uno como hijo tiene siempre la esperanza de que la persona se
salve pero que es imposible saber que pasara, que desearía que no peleáramos tanto como las de la película y que tratáramos de compartir de los pequeños momentos que nos puedan dar felicidad y consuelo mientras podamos.
Para mi aquel abrazo del final entre Silvia y su hijo en la oscuridad donde
ella por fin se desahoga, sería uno de
esos momentos, el consuelo mutuo entre un hijo y su madre, ese instante cálido y lleno de dolor, pero también compasión que abriga.
―Paula Alejandra Suarez
No tendría sentido llorar
No sabía que iba a terminar viendo la película es día de las
velitas y con mi mamá. La película comenzó y la verdad le tenía muy poca fe,
todas las películas colombianas que conozco son un poco ordinarias y vacías,
pero esta me sorprendió, no solo por la historia y la buena fotografía que
tenía (que no parecía que fue hecha en Colombia), sino me sorprendió todo lo
que me hizo sentir y sobre todo lo identificadas que nos sentimos mi mamá y yo.
Tal vez sea algo personal lo que voy a escribir, pero definitivamente tengo que
expresar lo que pasó.
La película trata un tema bastante delicado para mi mamá y
para mí, el cáncer. Estamos bastantes relacionadas con el tema, sobre todo por
el cáncer que tuvo mi abuelo a principio de año. La historia que vivían Silvia
con su madre era muy similar a lo que vivimos mi familia y yo con mi abuelo, es
más, hasta la relación que tenía Silvia con su mamá, es muy similar a la que
llevan mi mamá y mi abuela. En ocasiones mi mamá y yo nos volteábamos a ver
sorprendidas sobre cómo se parecían los pensamientos de la madre y la hija con
los de mi mamá y mi abuela. Al avanzar la película, mi mama y yo nos sentíamos
más conectadas con ella, por la historia de la enfermedad, el cómo avanzaba de
rápido y lo duro que era para las hijas ver así a su madre. Cuando finalmente
murió la señora, mi mamá y yo lloramos, había poca gente en la sala y nos
miraban extrañados porque, si hubiéramos visto la película como ellos la
vieron, es decir, sin ninguna similitud o conexión, no tendría sentido llorar,
pero para nosotras fue un repaso de todo lo que vivimos con el cáncer de mi
abuelo.
―Daniela Maria Nieto
Vamos a Cine Colombiano
Para mí ir al cine es toda una experiencia, y una de mis favoritas,
el ambiente del cine permite una pausa, es neutro, para después entrar a
conocer una historia, una historia que se puede o no parecer a la realidad,
pero que sea lo que sea, con algo nos podremos relacionar. Una sensación, un
sentimiento, un pensamiento, una acción que nos lleva a estar presentes en cada
escena. Por lo menos a mí cada película que veo me consume completamente cuando
la estoy viendo y eso es mágico.
Cuando compré las boletas para la película me di cuenta de que
toda la sala estaba vacía, y cuando entré a la sala solo éramos mi hermana yo,
luego llegaron como cuatro personas más, y eso fue todo. Yo sabía que la
película no era la típica mala colombiana, por el tráiler, entonces me dio
hasta rabia que todo el cine estaba lleno de gente y la sala del filme
colombiano estuviera vacía y aún más rabia cuando me di cuneta que era una gran
película. Solo podía pensar en que, si esta historia fuera extranjera o mas
bien dirigida y producida por alguna producción de Estados Unidos la sala estaría
llena, siendo aclamada por ser un relato muy real, emotivo, empático y un
montón de cosas más. Pero bueno, esa no es la realidad.
Nos sentamos en nuestras sillas, en la mejor posición porque
pudimos escoger, con nuestras crispetas. Apagaron las luces y comenzaron a
pasar todos los tráilers de nuevas películas y luego pasaron un documental
sobre pueblos colombianos, toda su historia y belleza mostrado desde los
paisajes y la arquitectura. Todos los pueblos colombianos tienen su toque
especial, pero se parecen mucho entre ellos.
Empezó la película y en mi libreta empecé también a escribir
todo lo que me interesaba. Hay situaciones que se repiten en la mayoría de las
personas alrededor del mundo, temas como la enfermedad, los problemas en el
trabajo, las inconformidades, las peleas dentro de la familia, el amor y las
relaciones de pareja. Pero, así como cada pueblo de Colombia se parece, también
tiene su diferenciador, y el de esta película, a mi parecer, es el contexto
colombiano, bogotano, con el lenguaje típico y el acento mezclado de los
personajes. Frases que eran tan cercanas a mí que me daban risa y como “ustedes
no se han oído juntas, me atortolan”, “al final yo salí pringada”, “no me gusta
este colegio”, “usted me está tratando mal” , “corta esa matraca”, “me tapan
los espejos con periódico para no verme”, “a mí también me gusta que llegues y
me vacées”, “me tiene que gustar es a mí”, “es que tú tienes un gusto, humm”.
Estoy segura de que esto no me pasa solo a mí, cualquier
colombiano puede escuchar estas frases y tener una historia al respecto. Si
esto lo supieran los colombianos, que el cine que se produce en este país
también es valioso, bueno, cercano, con historias que vale la pena escuchar,
las salas no estarían tan vacías en este tipo de películas e iríamos más a ver
cine colombiano.
Nota: Hubiera podido hablar de la corrupción, o del proceso
tedioso y desgastante de un juicio, o del proceso de tratamiento de una
enfermedad o lo doloroso de una muerto así se sepa que va a llegar muy pronto,
o la crisis emocional, laboral y familiar de las personas, o como el amor llega
de maneras tan extrañas e inesperadas. Tal vez de lo que escribí no es el tema
más relevante que se puede tratar de esta película, pero es el pensamiento que
más me rondaba luego de verla.
―AVS
La vida sigue
El domingo pasado fue a ver Litigante y cuando salí del cine reflexioné un poco sobre el drama humano que Silvia, protagonista de la cinta, vivió durante lo que para mí fueron noventa minutos y para ella seguramente meses. Tener un familiar enfermo de cáncer no es una situación agradable peor aún si estás atravesando problemas jurídicos, tienes un hijo con padre ausente y una relación amorosa recién iniciada. Sólo pensarlo me genera un poco de estrés; supongo que así es la vida, todos tenemos que hallar la forma de lidiar con nuestros problemas. Yo en lo personal he tenido una experiencia parecida, sólo que no desde la perspectiva de Silvia, sino de la de Antonio, su hijo. Tuve un familiar con cáncer, mi abuelo para ser más preciso, y recuerdo que íbamos frecuentemente al hospital; me parece que se lo detectaron a tiempo y pudieron operarlo, pero tampoco es que recuerde mucho del asunto pues seguramente tenía alrededor de unos siente años. La cuestión es que tengo una breve idea de cómo la pasó mi familia, pues que te digan que tienes cáncer es casi como si te sentenciaran a muerte. Recuerdo estar en la habitación y/o consultorio, no estoy seguro, y que mi abuelo debía introducirse por la garganta una sonda y él decía que no podía y no podía, pero al final lo hizo. Luego, recuerdo haber estado en su habitación luego de la operación y ver la sangre de los tubos de cirugía. No sé si esto último en verdad pasó o fue sólo mi imaginación o si esa persona fuese realmente mi abuelo, es decir, ¿por qué me dejarían entrar si así fuera? El punto es que está en mi mente y esto ha hecho que no me agraden los hospitales. Lo sé, una idea infantil si piensas en cómo puede acabar una persona enferma si no se atiende. Pero, en fin, todo pasó y mi abuelo se recuperó y la vida siguió, pero siempre queda en mí el recuerdo de lo frágiles que somos. De un momento a otro podríamos dejar este mundo, como le pasó a Leticia que no llegó a ver el día acabar. ¿Podía su hija saberlo? ¿Hubiese mantenido esa actitud con su madre de haberlo sabido? La enterró, resolvió sus problemas jurídicos, se estableció con su paraje y tuvo que comprender que la vida sigue.
―Santiago Romero