Pecado es el predominio de la parte sobre el todo. Es un crimen y una plegaria. Un mundo con víctimas que no están indefensas y victimarios que no son verdugos. Es la relación del ser humano con el mal, del mal con el bien y del bien con lo inmoral. Es una novela que no es novela. Siete cuentos que no son cuentos. Un amor incómodo, el desencanto del prestigio, la condena del placer. Pecado es un libro de pecadores.
“Laura Restrepo llegó a mí con algo inclasificable”, dice Pilar Reyes, su editora. “Se brincaba los géneros, pasaba del siglo IV al siglo XXI sin cambiar de página, citaba al escritor Emmanuel Carrère y luego parafraseaba canciones de champeta”. Es sin duda un libro transgresor en todas sus formas. Un libro que narra a través de diferentes protagonistas la relación de los seres humanos con el mal sin emitir ningún juicio de valor. Es un reto a la moral que, en últimas, asume cada lector y deja una única lección: toda manzana está envenenada.
Como tengo Síndrome de Gertsmann, no distingo la izquierda de la derecha, mi historia comienza en el infierno y del pecado se llega al cielo
Está inspirado en el Jardín de las delicias, un tríptico en el que el pintor holandés Jheronimus Bosh se vale del simbolismo para retratar el cielo, el purgatorio y el infierno. “La originalidad no consiste en sacarse cosas nuevas de la manga. Lo original es lo que está ligado a los orígenes y, desde luego, uno tiene derecho a encontrar sus maestros por ese camino. Para hablar de pecados, mi gran maestro fue El Bosco”, dice Laura Restrepo. «Es sólo que como tengo Síndrome de Gertsmann, no distingo la izquierda de la derecha, mi historia comienza en el infierno y del pecado se llega al cielo».
Todos sus personajes son reales y cada relato tiene altos porcentajes de verdad. Los sueños de un monje cristiano y solitario aluden a los videos de tortura que ISIS suele filtrar a propósito. El hombre que engaña a su esposa con un viejo amor es un ejecutivo que Laura conoció en un aeropuerto. La mujer que picó en pedazos a su marido es Emma la descuartizadora y fue noticia hace varios años. “Yo empecé como periodista y mi pecado era la tendencia a inventar”, dice Restrepo. “Cuando para mí era claro que faltaba una pieza, la ponía. Entonces, decidí que iba a hacerlo al revés: iba a decir que contaba mentiras para contar verdades”.