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La Sirga o el silencioso dolor de la rutina

El viento y el agua de las montañas de Nariño mecen una historia profunda y callada que le da un nuevo ritmo al cine colombiano.

por

Juan Carlos Rincón


14.09.2012

Foto: cortesía La Sirga

Nacionalidad: Colombia
Fecha de estreno
: 24 de agosto de 2012
Director
: William Vega
Guión
: William Vega
Reparto:
Joghis Arias, Julio César Roble, Floralba Achicanoy, Heraldo Romero y David Guacas.

Actuar permite “apropiarse del dolor propio para transmitir experiencias de vida a los demás”, dice en un aparte de la página oficial de La Sirga. Precisamente eso hace Joghis Arias, Alicia en la película, en una historia muy particular que se ha repetido con mil variaciones pero con un demoninador común: el miedo a la violencia.

Alicia, como la actriz que la representa, es desplazada por un conflicto que le arrebató el hogar y buena parte de su familia. Desorientada y con algo de suerte, llega a La Sirga, un hostal que pertenece a Óscar (Julio César Roble), su tío, quien se apiada de su dolor y la recibe a cambio de su trabajo en la reconstrucción de La Sirga. Junto con Flora (Floralba Achicanoy), Alicia le dedica sus días a la rutina de reconstruir un lugar que está alejado de las visitas, del tiempo y, ella espera, de la violencia.

Filmada en la laguna de La Cocha, en el sureño departamento de Nariño, La Sirga es mínima y silenciosa. Cada toma es seductora por su cuidado. A pesar de la belleza de lo retratado, los colores opacos, propios de la zona, y la tensión tácita que se maneja durante toda la historia, hacen que cada imagen esté cargada de una pesadumbre lúgubre. La soledad de los personajes, atrapados en su refugio atemporal (no tienen electricidad y el contacto con el resto del país es mínimo), es ejecutada a la perfección por actuaciones poderosas dentro de su silencio. El diálogo es el necesario y el espectador entiende, pero debe estar dispuesto a ir más allá de lo obvio para comprender lo que se esconde tras la cotidianidad de los personajes.

Con La Sirga, William Vega (quien la escribió y dirigió) y su equipo crearon una obra pulida y admirable. Sin embargo, y a pesar de que solo dura 90 minutos, la película tiene un ritmo lento. Al final, la lentitud tiene sentido y ayuda a construir un relato completo y profundo, pero puede ser pesada para una parte de la audiencia (donde me incluyo). Es una lástima pues, por lo demás, es otra gran película de la que Colombia puede sentirse orgullosa.

La Sirga se estrenó, por primera vez en nuestro país, a través de internet. 150.000 personas se conectaron a verla. Eso demuestra el interés de un número considerable de colombianos por ver cine en nuevas formas. Hay mucho espacio para experimentar e innovar. Con Sofía y el Terco y La Sirga, RCN producciones se apuntó dos triunfos (el primero, en mi opinión, mejor que el segundo) que, ojalá, inspiren a los realizadores colombianos a seguir el ejemplo. Hay mil formas de contarnos y retratarnos. Que este sea el comienzo de una era dorada en el cine colombiano, movida a pulso por la ambición de nuestros cineastas.

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