“La selva es la que les enseña a los niños a soñar”: Davi Kopenawa

En esta entrevista, Davi Kopenawa, chamán, líder indígena, etnógrafo y documentalista del pueblo yanomami (Brasil) habla sobre su documental, La caída del cielo, y sobre el uso de la imagen para difundir sus mensajes y romper los estereotipos que existen sobre los pueblos indígenas

por

Carlos Andrés Baquero Díaz

Director de Investigaciones del Programa TERRA de la Facultad de Derecho de la Universidad de Nueva York


13.02.2025

Davi Kopenawa es un chamán, líder indígena, etnógrafo y documentalista del pueblo yanomami (Brasil). El sábado 16 de noviembre de 2024 me encontré con él en un hotel en Brooklyn (Nueva York) para conversar sobre su documental La caída del cielo, basado en el libro que escribió con el antropólogo francés Bruce Albert y que tiene el mismo título.  Davi habló sobre el uso de la imagen para difundir sus mensajes y romper los estereotipos que existen sobre los pueblos indígenas. El documental fue dirigido por la actriz y empresaria brasileña Gabriela Carneiro da Cunha y el reconocido cineasta brasileño Eryk Rocha. Al día siguiente, Davi presentó su documental en el Festival de Documental de Nueva York ante una sala llena.

En cada conversación, Davi mezcla magistralmente el portugués, el yanomami y el silencio. Y así recuerda que su conocimiento es un conjunto de diferentes mundos: del visible y del invisible, del que escuchó y vio en su territorio y de aquello que ha experimentado cuando viaja a compartir su trabajo por la protección de la tierra yanomami y el equilibrio del planeta.

Davi se ha dedicado a investigar cómo piensan las personas no indígenas, a quienes él llama el pueblo de las mercancías, que en otra ocasión traduje como el pueblo de las chucherías. En ese proceso de investigación etnográfica, Davi ha expuesto cómo la sociedad occidental se ha engolosinado con objetos y con la idea de explotar a los seres más-que-humanos para construir un mundo en el que se pone el consumo en el centro. En ese análisis mordaz del capitalismo y esta forma de relacionarse con el planeta tierra, Davi ha construido una visión crítica que muestra la hipocresía de las políticas de conservación y la falta de protección de los derechos de los pueblos indígenas. A su vez, subraya la desigualdad y cómo, en el proceso de acumulación de recursos económicos, muy pocos se han beneficiado de la explotación de millones de otres. En vez de escuchar a personas como Davi y el pueblo yanomami, los Estados y las políticas públicas han intentado poner paños de agua tibia al problema profundo creado por el hombre depredador.

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Este es el último episodio de la primera temporada de Cruzar el río con Davi Kopenawa.

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Davi es, al mismo tiempo, un traductor. Tanto en el libro como en el documental, se ha encargado de presentar el mundo yanomami a la sociedad de las mercancías: aquel en que los sueños no son diferentes de la vida que tienen despiertos. Para esto, ha recurrido a todas las formas posibles de comunicación para visibilizar cómo el llamado desarrollo depende de formas históricas y actuales de colonialismo que se hacen visibles en sistemas políticos excluyentes, economías extractivas y racismo.

El mensaje de Davi retrata de manera radical la crisis socioambiental en la que estamos sumergidos. Hace algunos meses, cuando grabamos el episodio de Cruzar el Río, me comentó que no cree en la esperanza, pero sí en la fuerza de la naturaleza y su capacidad de restablecer el orden. De ese tipo de futuro es que Davi habló en esta conversación. Esta entrevista fue editada para facilitar su lectura.

DK es Davi Kopenawa

CB es Carlos Andrés Baquero Díaz

CB: ¿Cuál es el mensaje de su documental?

DK: El pueblo de la ciudad no entiende qué es la caída del cielo, ellos siempre me preguntan cuándo se va a caer. El pueblo Yanomami está luchando, los xapiris (seres del plano espiritual) están cuidando el planeta. El pueblo yanomami es sagrado y esta es una película sobre la caída del cielo.

Es muy importante para mi mostrar la lucha del pueblo Yanomami y Ye’kuana. Estamos trabajando por el derecho a la tierra, por defender las costumbres diferentes, las lenguas diferentes. El pueblo de la ciudad no reconoce estas diferencias. El documental es importante para que las personas vean que el pueblo originario yanomami en Brasil existe. Un pueblo que es sagrado, que nunca ha vivido en la ciudad; queremos mostrar nuestra realidad y quiénes son los que cuidan el bosque. Nosotros somos los que cuidamos la Amazonía. El hombre de la ciudad quiere destruir y deforestar. La película representa las imágenes yanomami para que el hombre de la ciudad reconozca y proteja. Que somos de verdad, no somos de mentiras. El pueblo yanomami somos seres humanos, no somos salvajes, no somos animales. El blanco que dice que somos animales, no sabe nada. Yo quería mostrar la sabiduría del pueblo yanomami, la sabiduría del xapiri.

CB: ¿Cómo fue el proceso de producción del documental?

DK:  Para nosotros fue bueno tener una persona no indígena a nuestro lado filmando. El pueblo yanomami necesita de un amigo no indígena para mostrar nuestra casa. Yo hablé con Eryk que me buscó para hacer una película para mostrarle al pueblo de la ciudad. Como ellos no conocen mi casa, ni mi familia, tratamos de mostrar una foto, una imagen. No se puede hablar sin mostrar la imagen del pueblo yanomami. Hicimos la película hablando nuestra lengua, que es la de la madre tierra. Eso es importante para mí y para quienes amamos a nuestro pueblo, para quienes quieren apoyar nuestra lucha y nuestros derechos. En el futuro, hay varios proyectos de documentalistas yanomami que serán presentados y que han sido producidos exclusivamente por cineastas de mi pueblo. Como, por ejemplo, el trabajo de Morzaniel Ɨramari y su película Mãri hi: El árbol de los sueños. 

La película fue grabada en las comunidades yanomami. Filmamos a los niños, el movimiento, nuestro idioma, nuestra comida y nuestras casas. El pueblo yanomami vive en una casa grande y todos vivimos juntos. Yo soñé y pedí ayuda para filmar. El sueño lo tuve sin ir al cine. Pensé: vamos a trabajar para hacer esta película y empezamos a trabajar en silencio, sin que nadie se enterara, sin que el pueblo de la ciudad supiera que estábamos haciendo este trabajo. 

CB: ¿Cuáles son las diferencias entre el libro y la película?

DK: El libro La caída del cielo  fue primero, después vino la película que tiene el mismo título. Sin la película, los no indígenas no nos creen. El libro está guiando el camino, es como una punta. El libro ya entró en las universidades y en el Estado. Ese libro ha divulgado mucho el nombre del pueblo yanomami. El libro no se ha quedado quieto nunca, sino que ha estado caminando. Eso es muy importante para mí. El libro y la película son un mismo proceso. El libro es el marido y la película es la esposa. Así fue como yo entendí este proyecto en mis sueños.

Ahora está el libro y la película; ya no necesitamos hacer más cosas; ya está escrito y ya está listo. La película es para mostrar nuestra sabiduría, nuestro conocimiento, para que el pueblo de la ciudad reconozca quiénes son los yanomami, cómo viven, cómo organizan la acción y la palabra sobre su territorio.

CB: En otros espacios, como su episodio en el podcast de Cruzar el río, usted ha hablado del pueblo de la mercancía o de las chucherías. ¿Quiénes son ellos?

DK: Es el pueblo de la ciudad, de Estados Unidos, de Nueva York, de Alemania. Todos los lugares son espacios de la mercancía. Ellos plantan comida para después venderla en los supermercados. Después, convierten a la comida en mercancía.

El pueblo de las mercancías no trabaja; solo trabaja con el computador, no quiere ensuciarse las manos, no quiere quemarse la piel. Lo único que quiere es tener una casa con aire acondicionado. Pero ¿quién trabaja realmente? Son los hombres negros los que sostienen a los hombres de las mercancías. Yo nunca he visto a los hombres blancos trabajar en las chagras, por eso es que los llamo los hombres de las mercancías. Aquí hay muchas personas negras en Estados Unidos, que viven acá, que trabajan, que cuidan las casas de los hombres blancos. Los hombres de las mercancías se mueven en carros y en aviones. Y los otros andan a pie.

CB: ¿Qué más ha aprendido sobre el pueblo de las mercancías?

DK: El hombre de las mercancías, que vive en las ciudades, no es como los yanomami. Nosotros, los pueblos indígenas de Brasil pensamos diferente, estamos conectados con los espíritus del bosque. El hombre blanco, capitalista y el Estado conocen los espíritus de la ciudad, que son las máquinas, el tractor, el tren, el avión, la casa, el petróleo y la electricidad. Esos son los espíritus que ellos conocen. Mataron a millones de personas para poder apropiarse de las tierras.

Para nosotros, el pueblo de la selva, es diferente. Nosotros somos xapiri, conocemos a los xapiri de la selva, somos los que conocemos a los curanderos del planeta tierra. Ellos curan a las personas enfermas y combaten la enfermedad y a quienes destruyen la naturaleza por causa de la riqueza de la tierra. A los hombres de las mercancías les gusta mucho el dinero, solo quieren extraer la riqueza de la tierra. Pero no quieren saber nada de los espíritus de la tierra y de la selva, destruyen todo.

Nosotros no, no estamos acostumbrados a destruir. Estamos pensando en cuidar el alma de la naturaleza, del río, de las cascadas, de las montañas y los árboles. Eso fue lo que aprendimos de Omai, él cuida de nosotros y nosotros cuidamos la tierra. El pueblo de las mercancías no cuida, solo quiere extraer la riqueza para mandar a otros países a cambio de dinero. Así es que funciona la explotación.

CB: ¿Qué piensa el pueblo de la ciudad sobre el pueblo yanomami?

DK: Piensan que nuestra tierra está vacía. Otros dicen que el pueblo yanomami está desconectado, que viven lejos en las montañas. Los yanomami no estamos aislados; nosotros vivimos en nuestro territorio, nuestra casa es la selva y ahí es donde vivimos. Así que he venido pensando y soñando para compartir quiénes somos.  

No quiero hablar sin la foto del pueblo yanomami. La foto y la imagen. Acá, en los Estados Unidos, no conocen a mi pueblo, ni tampoco nos conocen en Brasil. Pero van a conocer el nombre del pueblo indígena y también van a conocer nuestro territorio

CB: ¿Cuáles han sido los impactos del pueblo de las mercancías en el territorio yanomami?

DK: Nuestro territorio ya fue afectado y nunca ha sido curado. Fue atacado con la minería ilegal de oro y los mineros ilegales no nos quieren dejar en paz. Ellos ya entraron al territorio yanomami y lo atacaron y eso nunca se va a curar, esa herida que causaron perdura. El minero ilegal se puede ir de nuestro territorio, pero los estragos, las enfermedades, el agua contaminada, el derramamiento de mercurio está. Ellos afectaron nuestros ríos y ellos nunca se van a curar.

Ustedes que viven en la ciudad creen que ya se resolvió, que ya se curó el territorio. Pero nosotros que vivimos allá, seguimos muriendo, nos seguimos enfermando, tomando el agua contaminada, nos seguimos enfermando de malaria y eso no se ha acabado. Al igual que los bichos, las bacterias que están en el agua contaminada y que después entran a la barriga de los niños.

CB: ¿Cuál ha sido la respuesta de la administración de Lula que prometió proteger al pueblo yanomami?

DK: El gobierno Lula nos apoyó, nos quiere ayudar, quiere apoyar al pueblo yanomami y a otros pueblos y parientes indígenas como los kayapó y los munduruku. Sin embargo, los hacendados también son parte del problema. Los mineros ilegales destruyeron e hicieron huecos en el territorio por más de cuatro años. Lula está intentando, él es quien tiene la responsabilidad y la obligación de cuidar a los pueblos indígenas de Brasil. Pero los grandes mineros no nos dejan en paz, quieren volver.

La policía federal y el Ibama (Instituto Brasileño del Medio Ambiente) destruyeron parte de la maquinaria de los mineros, pero las personas que compran oro tienen mucho dinero. La policía federal destruye algunas de sus máquinas, pero ellos compran más para continuar la explotación. Los mineros ilegales están escondidos en las montañas. Son como animales, se esconden hasta que el gobierno termina la operación y después ellos vuelven.

La fuerza de la naturaleza es la que nos protege, pero queremos también que el gobierno nos proteja. Que saque a los mineros ilegales de nuestras tierras, que prohíba su entrada a nuestro territorio. El problema en la tierra yanomami no se ha resuelto del todo, se resolvió un poco y algunos salieron, pero van a regresar. Donde hay oro, los mineros ilegales regresan.

CB: ¿Cuál es su situación como líder?

DK: Yo me enamoré de la lucha, pero es un proceso muy peligroso. Este campo es muy peligroso para mí porque hay mucha gente que me quiere matar.

CB: ¿Cómo ha sido su proceso de aprendizaje?

DK: Mi pueblo es sagrado. Vivimos en las montañas, lejos de la ciudad. Nosotros tenemos sueños buenos, sueños con frutas, miel, comida de la selva. Esas frutas están unidas con el alma de la selva y nos envían los sueños. El mundo yanomami funciona así. No es el xapir el que enseña a soñar, es la tierra misma, es la selva  que les enseña a los niños a soñar. 

Mi tío fue el que me enseñó de los sueños. Estoy durmiendo, pero estoy viajando. Por medio de los sueños viajé a los lugares de los hombres de las mercancías. Yo soñé y vine acá, fui a Europa antes de que fuera. Los sueños van adelante para ver cómo voy a llegar. El sueño también me dice: usted puede conocer a las personas que viven en la ciudad, pero usted vive en la selva. El sueño para mi es la vida.

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Carlos Andrés Baquero Díaz

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