“Soy una mujer Midwestern de Boston, episcopalista progresista, literaria, cuantitativa, posmoderna, libre-mercadista, que una vez fue un hombre. ¡No ‘conservadora’! Soy una libertaria cristiana.” Así se describe la polémica economista e historiadora económica Deirdre McCloskey. Tan interesante y variopinta como es su auto-descripción, son cada una de sus afirmaciones e ideas sobre la economía, la historia económica, el capitalismo, las humanidades, la estadística o el lenguaje.
McCloskey, economista de Harvard, doctora honoris causa de seis universidades y profesora de economía, historia, inglés y comunicaciones de la Universidad de Illinois en Chicago ha escrito 15 libros sobre economía, ética, humanidades y estadística, entre otros.
Como invitada por la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional en el marco de sus sesenta años, McCloskey solo pudo estar un día en la Universidad de los Andes. Habló con profesores sobre la enseñanza de la economía y la ética. Además participó en un Seminario en el Centro de Estudios de Desarrollo Económico de la Universidad de Los Andes en el que habló sobre su libro The Bourgeois Virtues, se reunió con la prensa y dio una conferencia sobre la importancia y el poder de la persuasión. Finalmente, ofreció una charla sobre la transición de género, titulada Reflexiones de una mujer novata.
McCloskey viene desarrollando una serie de libros titulada La Era burguesa. Las virtudes burguesas es uno de los títulos de la serie y se centra en la idea de replantear la idea de la prudencia, entendida como una actitud de cautela, como la única virtud y “el centro de la teoría económica actual”. En sus charlas, esta economista planteó que si bien la prudencia -el “conocimiento práctico” para “saber cómo conseguir lo que quieres”- es una de las virtudes que rigen el comportamiento de los individuos, no es la única.
“La avaricia es el pecado de solo tener prudencia”, afirmó McCloskey, tras plantear que los utilitaristas y la economía samuelsoniana solo creen en esta virtud. “Un experimento que pruebe que las ratas y las palomas son prudentes y, por tanto, racionales, no prueba la fortaleza de la economía, sino su debilidad”, continuó.
En cuanto a la crisis del 2008 y la supuesta crisis de los valores del capitalismo, McCloskey, en calidad de historiadora económica, cree que, primero, no se trata de una verdadera crisis si se compara, por ejemplo, con la de los treinta y, segundo, que se dio porque en el mundo de las finanzas se centraron solamente en la prudencia.
Sin embargo, las otras virtudes –coraje, justicia, templanza, amor, esperanza, fe- se entrenan en el capitalismo y éste, a su vez, depende de las anteriores. “El florecimiento humano se da en una sociedad capitalista”, afirmó. En este sentido, “los mercados, gobiernos, reguladores y las firmas dependen de todo el conjunto de virtudes”.
Así, con base en las virtudes, la economista esbozó una defensa del capitalismo, afirmando que “las historias que oyes, tanto de la derecha como de la izquierda, pero, sobre todo, de la izquierda, sobre qué tan malo es el capitalismo, normalmente son incorrectas”. No habla de un “capitalismo ideal”, se trata de “un capitalismo real que funciona”, en el que “trabajo es trabajo y un dólar es un dólar”.
“Tengo evidencia contrafactual que dice que la gente es, en efecto, buena en un sistema capitalista. Existe la tentación de ser malo, pero también la urgencia de ser bueno”, afirmó McCloskey. “Bajo un sistema socialista, la gente no es más amable, la gente es peor”, aseveró antes de recordar la paradoja del socialismo en la que los trabajadores pretenden trabajar y los empleadores pretenden que les pagan.
¿Por qué son burguesas estas virtudes? Con desparpajo, McCloskey respondió que una sociedad campesina o aristocrática tendría las misma virtudes, pero en otro orden de prioridad. Pero es la clase media, la burguesía urbana, la que movió al mundo e hizo el desarrollo económico posible.
Otra idea polémica de McCloskey es la de que la Economía debe acercarse más a las artes y las humanidades. Es de éstas, dice, que se aprenden las categorías, se aprende a trazar líneas y no se ocupan de la cantidad y la magnitud. Los economistas deben “volverse sofisticados en las humanidades”.
En relación al papel de las humanidades, para esta profesora el lenguaje y la persuasión deben empezar a jugar un rol central. Un cuarto del PIB estadounidense es producido en lo que ella llama sweet talk; “no por medio de la comunicación, no por medio de órdenes, sino en la persuasión”.
Por otra parte, es responsabilidad de los académicos predicar y hablar sobre las virtudes del capitalismo. “Tanto la Academia como la prensa tienen que dejar de decir que la vida burguesa solo gira en torno a la competencia. El capitalismo es el sistema de cooperación más maravilloso jamás inventado».
*Sofia Salas es estudiante de Economía y de la Opción en periodismo en la Universidad de los Andes. Es, además, editora de @En_Deuda, el periódico de los estudiantes de Economía.