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La maquinaria sigue siendo reina en el Congreso

En las elecciones de este domingo, el sistema de partidos triunfó con su maquinaria y los movimientos ciudadanos se hundieron. El clientelismo seguirá siendo herramienta de gobierno y el proceso de paz quedará sometido a la voluntad del próximo presidente.

por

Felipe Botero y Santiago Virgüez*

@CongresoVisible

congresovisible.org


16.03.2018

Las elecciones al congreso fueron un triunfo del status quo. Muchas de las curules pertenecen a la clase política tradicional que, aunque se ve diferente en los tarjetones, tiene raíces en el bipartidismo histórico. El caudal electoral se debe en buena medida a la maquinaria que no es otra cosa que la compra de votos, la presión de los varones electorales de cada región y la inversión pública como herramienta para mover al electorado. Aparte de un impacto del voto de opinión que llevó al congreso a algunos candidatos que no están vinculados a la política tradicional, no hay mucho que celebrar tras las elecciones del domingo.

Queda claro que el sistema de partidos funciona. Por más vilipendiados, decadentes y fracturados que parezcan los partidos, para los candidatos es mejor estar en uno; la estructura les garantiza un respaldo, un caudal electoral. Si bien el partido Conservador y el Liberal perdieron curules, ambos quedaron con poder en el Congreso. Los Liberales son la primera fuerza de la Cámara de Representantes y los Conservadores, la tercera del Senado. Entre los dos, suman 85 curules, lo que equivale a más del 30% del Congreso. Todavía tienen maquinarias poderosas y una base electoral amplia.

Fuera de la maquinaria indispensable para ganar en unas elecciones, hay partidos que se han posicionado ante el electorado con propuestas o formas de trabajar en el Congreso. El Centro Democrático, por ejemplo y sin entrar en asuntos ideológicos, ha trabajado con claridad de lo que representa, con disciplina de partido. Las demás agrupaciones deberían emular esa forma de actuar con un perfil claro y en bloque.

Hay que ver si esa cohesión es duradera. Si bien la figura de Álvaro Uribe y la disciplina de partido jalonaron muchos votos para el partido, el crecimiento también se debe a alianzas con barones electorales regionales. Puede ser que en el futuro estos líderes políticos se concentren en sus regiones y dejen en un segundo plano el proyecto colectivo del Centro Democrático. El crecimiento del partido en el Congreso (19 curules en el Senado y 35 en la cámara) podría erosionar la disciplina del partido.

La lista de la Decencia fue la única que logró escaños significativos. Su futuro más allá de este próximo cuatrienio es incierto.

Del otro lado del espectro político, el Polo Democrático ha hecho algo similar. Sus miembros temían que en estas elecciones no iban a pasar el umbral, pero lograron cinco curules en el Senado y dos en la Cámara de Representantes. Eso, fuera de coalición con Sergio Fajardo para las elecciones presidenciales, es resultado de un trabajo constante de control político que les ha dado visibilidad en el congreso. Tendrán que doblar esfuerzos para no desaparecer en las elecciones del 2022.

Otro resultado que confirma el triunfo del sistema de partidos es el fracaso de buena parte de los movimientos ciudadanos. Colombia Justa y Libres ganó una curul en la Cámara. Sí se puede, Unión con Fortaleza y Todos somos Colombia se quemaron. La lista de la decencia de Gustavo Petro fue la única que logró escaños significativos: cuatro en Senado y dos en cámara. Su futuro más allá de este próximo cuatrienio es incierto. Para el electorado, los movimientos como la lista de la Decencia pueden ser etéreos y difíciles de seguir. Tendrán que trabajar en estos cuatro años para crear una identidad de partido si quieren seguir recogiendo parte de ese voto de opinión que los impulsó en las elecciones.

Los partidos que hasta este gobierno van a ser la Unidad Nacional, permanecen como mayoría en ambas cámaras. En la de Representantes el partido Liberal, el Conservador, la U y Cambio Radical tienen 111 curules, mayoría holgada. En el Senado apenas conservan la mayoría con 59. La Unidad Nacional, instrumento que le sirvió a Santos para gobernar, se va a transformar según el candidato que llegue a la presidencia. La mermelada parece cosa de este gobierno, pero siempre ha existido en la política colombiana. La inversión pública también va a ser instrumento del próximo presidente para formar coaliciones que le permitan pasar proyectos de ley importantes. A uno de los candidatos de derecha, Vargas Lleras o Iván Duque, les quedaría más fácil formar esas alianzas.

La estrategia para entorpecer la implementación de los acuerdos va a parecer más un plan tortuga que un esfuerzo abierto y visible por rechazarla

De llegar a la presidencia, los candidatos de centro e izquierda tendrían más dificultades porque hay un elemento ideológico y de promesa electoral que los amarra ante el electorado a un gobierno sin prácticas clientelistas. A pesar de la promesa, es probable que recurran a estas prácticas porque necesitan un congreso que les permita gobernar. Petro ha dicho que propondría una constituyente como posible alternativa a esta relación de dependencia entre el legislativo.

Esas ideas pueden ser muy peligrosas. Hay que desconfiar de las propuestas que buscan desligar a la democracia de las instituciones que la mantienen en balance. Si algo funciona en este país es el respeto por las instituciones y las normas. Un buen ejemplo es el de la segunda reelección de Uribe. La Corte Constitucional le dijo que no podía reelegirse cuando era un líder con unos niveles de popularidad altísimos. El ex presidente no intentó tomar represalias contra la Corte ni desestimó la decisión. Ideas como la de Petro de modificar esas instituciones podrían fracturar la democracia.

Con un congreso de maquinaria y estatus quo, queda la pregunta de lo que les espera a los acuerdos de paz. En el caso de los candidatos de centro e izquierda, podría haber una voluntad política de avanzar en la implementación. Estos tendrían que mantener una coalición como la Unidad Nacional que respalde los proyectos de ley que faltan. Con los candidatos de derecha, el camino de los acuerdos sería más difícil. Contrario a lo que se puede pensar, Iván Duque o Vargas Lleras no tendrían que mover mayorías para entorpecer el proceso de paz.

Si alguno llega a la presidencia, tendrá el poder de definir la agenda del Congreso y de dejar los proyectos de la implementación fuera de las prioridades. En ese escenario, buena parte de la estrategia va a parecer más un plan tortuga para entorpecer la implementación que un esfuerzo abierto y visible por rechazarla. Es probable que proyectos importantes de los acuerdos se hundirían con el tiempo mientras otros no relacionados avanzan en el congreso.

* Felipe Botero es co director de Congreso Visible y profesor del Departamento de Ciencia Política de la Universidad de los Andes. 

* Santiago Virgüez es investigador de Congreso Visible y abogado de la Universidad de los Andes. 

 

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