Por: Isabela Recio
El pasado 28 de agosto se llevó a cabo el encuentro ‘Laura Bassi’: un evento organizado por las profesoras del Departamento de Física en un intento por generar un ambiente en el que se pudiera discutir acerca de los retos de ser mujer en las ciencias. Este año, la invitada especial fue Carolina Parra, física de la Universidad Federico Santa María.
Carolina empezó su historia contándonos acerca de esta universidad. Nos contó que las primeras estudiantes mujeres entraron exclusivamente a una carrera llamada «Decorado de Interiores». Antes, solo hombres estudiaban en la universidad; y, desesperados porque si bien estaban siendo educados, no estaban consiguiendo esposas, la institución decidió ayudarlos con este último punto. Crearon entonces una carrera «para mujeres», como lo era, según ellos, Decorado de Interiores. No fue sino hasta 1965 que una mujer pudo entrar a ingeniería en la Federico Santa María, y, obviamente, el título recibido al graduarse era el de ingeniero químico, con o.
Después de esta introducción un tanto desmotivadora, Carolina habló de su trayectoria en las ciencias. Habló de su dedicación, de su disciplina, y de las constantes presiones que siente una mujer que quiere ser exitosa en un mundo construido por hombres. Recalcó lo difícil que era sentir que tus compañeros no confían en tu conocimiento porque eres mujer, pues se espera que, como una, no te quejes, no critiques y no confrontes; que no seas conflictiva, ni hipersensible. Carolina además abrió la reflexión acerca de lo complicado que es intentar confiar en uno mismo cuando nadie a tu alrededor lo hace.
Claramente, surge el tema de la poca cantidad de mujeres en ciencia. Para darles una idea, en este momento, de 285 personas matriculadas en el pregrado en Física en la Universidad de los Andes, solo un poco mas de 70 de ellas son mujeres. De 25 profesores de planta, solo 5 son mujeres. Carolina se refirió a este problema con tristeza e hizo un comentario muy curioso al hablar del síndrome del impostor en mujeres. Se trata de aquellos que sienten que su éxito no les pertenece: que dudan de sus logros constantemente, sintiendo que fue alguien más quien se los consiguió, o que los consiguieron por pura suerte. Carolina, sin embargo, siente que esto es algo que afecta más a las mujeres precisamente por la falta de representación que hay en el campo. Si yo soy una mujer exitosa, ¿por qué no hay muchas otras como yo? Si las hay, ¿dónde están?
La mujer empieza a dudar de sí misma porque no hay nadie en su entorno que normalice su éxito. Carolina reafirma con esto la importancia de que las mujeres en la ciencia se unan mientras mira con una sonrisa a las tres profesoras de física sentadas en la audiencia. Nos cuenta lo motivante que puede ser para una estudiante de ciencias ver a una profesora liderar un grupo de investigación, o dar una charla. Esos pequeños recordatorios de que no estás sola pueden llegar muy lejos.
Ver a físicas como Carolina Parra, Mayerlin Nuñez, Yenny Hernández y Alejandra Valencia hablar de sus experiencias me hizo sentir esa motivación de la que hablaba Carolina. Esperaba que todas las mujeres en el cuarto estuvieran sintiendo lo mismo. Sin embargo, después de observar las sillas del W101, me di cuenta que en el cuarto había máximo otras 6 mujeres, y cerca de 20 hombres. ¡Qué frustrante que estos espacios diseñados para ser ambientes de igualdad, igual no lo sean! ¡Qué frustrante que este problema no pueda ser resuelto en una hora y veinte minutos de charla! Este tipo de situaciones nos muestran que hay que seguir esforzándonos por construir espacios de igualdad: que tenemos que seguir construyendo redes en las que las mujeres vean que no están solas, que puedan desahogarse acerca de las injusticias que enfrentan a diario, que puedan sentir que están en el lugar correcto, y que aunque la ciencia no haya sido construida por mujeres, puede ser cambiada por ellas.