Las marcas de la “colombianidad” son una identidad débil, una baja autoestima, un orgullo vacío y una dignidad vacua.
Por eso necesitamos el re-conocimiento de los extranjeros para ser nosotros, y por eso nos arrodillamos ante ellos. Tan baja es nuestra autoestima que a todos los que llegan les preguntamos cómo les parecemos, cómo ven a las mujeres, si les gustan las ciudades, cómo somos.
Si tuviésemos auto-estima no preguntaríamos nada: lo sabríamos y punto. Pero no, necesitamos el espejo del extranjero. Y si es gringo o europeo, mucho mejor; todo gringo o europeo llega a Colombia sube de clase, es un aristócrata por haber nacido en tierras civilizadas.
Esta baja autoestima nos lleva a enarbolar como orgullo a una selección de fútbol, a una reina de belleza, a un ciclista, a una cantante, a un chiste. Y como son orgullos débiles, nos desbordamos en una euforia de lo efímero. Y cuando alguien nos toca estos orgullitos, nos molestamos con una furia infinita y sacamos al verdadero ser nacional: el vengativo, el matón de esquina, el narquito que llevamos adentro.
¿Se imaginan ustedes que el gobierno, las “fuerzas vivas” y los medios de comunicación de Estados Unidos o de algún país europeo se quejaran públicamente ante cualquier insulto?
¡Ay, qué orgulloso me siento de ser buen colombiano!
Rafael Godoy compuso esta famosa melodía que nos hace sentir muy bien. ¿Y qué dice? “No me dé trago extranjero que es caro y no sabe a bueno, porque yo quiero siempre lo de mi tierra primero. ¡Ay! qué orgulloso me siento de haber nacido en mi pueblo.” Y concluye: “Muchachas, música y trago de la sierra o de mi llano”.
Una melodía bella que le canta a nuestros orgullos: las mujeres, la música y la borrachera. Y que expone nuestro provincianismo de negar lo extranjero porque no sabe a bueno. Una oda a la tierra propia que es buena porque sí.
Residente (René Pérez) de Calle 13 (esa reinvención de lo latinoamericano) en los premios MTV 2009 se puso una camiseta para nominar a Uribe como paramilitar. Y entonces:
«El Ministerio de Relaciones Exteriores expresa su indignación por la divulgación de un mensaje injurioso en contra del señor Presidente de la República, Álvaro Uribe Vélez… el mensaje presenta un contenido ofensivo y calumnioso en contra del Presidente de los colombianos, lo cual constituye un agravio para su buen nombre e investidura y además es un irrespeto a la dignidad de nuestros connacionales… El Ministerio de Relaciones Exteriores sugiere a las directivas del canal observar con mayor detenimiento las manifestaciones con alto contenido político que se hacen dentro de un escenario que se destaca por promover el arte musical».
Calle 13 iba a ofrecer un concierto en la Feria de Manizales en enero del 2010, pero el alcalde de la ciudad, de apellido Llano, decidió que «bajo ninguna circunstancia y por ningún motivo, este grupo se puede presentar en la Feria de Manizales… porque consideramos que es una ofensa para todos los colombianos»; se le vetó en la feria. Y en esa misma Fiesta, el mismo alcalde le dio las llaves de la ciudad a El Capo (a Marlon Moreno como el Capo).
René Pérez de Calle 13 comentó: «El presidente de Colombia no es Colombia. Era una bobería y se está convirtiendo en algo más grande que lo que debió».
En esta historieta está toda la tragedia de la bobada nacional.
-Crecen la indignidad y la bravuconada ante cualquier mención de farándula.
-El Ministerio de Relaciones se queja (¡vaya tontería!).
-El Alcalde veta y censura pero premia al narco como valor nacional.
-Y se dan clases de moral: la música no debe ser manchada con política (¡Vaya disparate!).
¿Se imaginan ustedes que el gobierno, las “fuerzas vivas” y los medios de comunicación de Estados Unidos o de algún país europeo se quejaran públicamente ante cualquier insulto? Pues no, si uno sabe que es lo que tiene no se indigna, demuestra que no somos paramilitares, que no queremos bases militares gringas, que al cuerpo hay que darle baile, que no se premia al narco ni en la ficción. Pero como somos retórica de la indignación pero no de la acción, nos quedamos como unos bobalicones sensibles.
¡Ay, respeten por favor!
En el mundial de fútbol de Brasil en 2014 nos indignamos con el trino de la holandesa Nicolette Van Dam y con la caricatura de Pascal Padr. Que como así, que no somos coca-lombia. Que qué ofensa. “El embajador de Colombia ante la Unión Europea, Rodrigo Rivera, expresó en su cuenta de Twitter su indignación por una caricatura, muy similar al montaje publicado por la modelo holandesa Nicolette Van Dame, en donde se muestra a los jugadores colombianos aspirando la línea que traza el árbitro como si fuera cocaína. Rivera anunció que presentará una nota de protesta.”
Pero llegó el partido contra Brasil y Colombia perdió mal porque jugó el primer tiempo con su complejo de inferioridad y se dedicó a admirar al brasileño. Y es que los colombianos, en fútbol, también éramos brasileños. Y como no sabemos perder (¡otra expresión de nuestra baja autoestima y débil identidad), le echamos la culpa al árbitro y odiamos (¡otro signo de la colombianidad!) a los brasileños y buscamos la venganza con memes de Pablo Escobar dispuesto a matar al árbitro y nos volvimos alemanes (¡otra marca nacional: el vuelta-arepismo!) porque golearon a los brasileños.
Otra vez lo mismo: indignidad de políticos, escándalo mediático y apelación al odio, a la venganza y al matoneo. Otra vez: nos quejamos de que nos llamen narcos pero invitamos a Pablito a que mate a los que nos ofenden. Otra vez: no sabemos perder, pero si sabemos odiar y vengar.
¡Ay, qué malparidos…!
Y llegó otra vez el fútbol: Copa América 2015.
Y un locutor comentarista argentino de la televisión pública llamado Elio Rossi afirmó «Zúñiga y la banda de malparidos que cazaron, con z, a Neymar, debieron ser expulsados». Y ahí fue, otra vez, la indignación nacional. Tan grande fue la indignación que el señor tuvo que pedir disculpas.
Lo mismo le pasó a la humorista chilena María Belén Mora cuando asoció a las colombianas con la prostitución y las drogas, al café con la cocaína, e hizo un chiste xenófobo al llamar Antofalombia al lugar donde viven más colombianos en Chile. Nos ofendió. Y los medios colombianos la obligaron a pedir disculpas.
Y se disculparon. Y los hicimos disculpar. Y salvamos el honor patrio. Esa identidad que se juega en el fútbol y en el humor quedó dignificada. Otra vez volvimos famosos a personajes olvidables, que si no los hubiésemos convertido en fenómenos mediáticos, no existirían.
!Ay, qué farsándula!
Nos indignamos porque nos ofenden en el fútbol, en las reinas, en la música, en el humor. Nos indignamos porque nos llaman narcos. Vivimos indignados porque afectan nuestras apariencias de ser una nación fuerte y pudiente. Nos indignamos porque sabemos que no somos lo que creemos ser y cada vez que nos recuerdan nuestra baja autoestima, nuestra tendencia a perder es ganar un poco, nuestro vueltarepismo para quedar bien con todos… sacamos a relucir nuestra capacidad para el odio, la venganza y el matoneo, y se nos sale el narco que llevamos dentro.Nuestra identidad nacional es una farsa.
Ojalá ese mismo nivel de indignación lo mostráramos ante los crímenes de derechos humanos (los falsos positivos, los desplazados, las chuzadas), ante la corrupción y los políticos, ante las FARC y su malparidez, ante las dobles morales gringas y europeas. Pero no, para eso nos hacemos los bobos y pasamos de agache.
Bueno, es lo que tenemos. Si el presidente Santos se muere por una camiseta del Real Madrid y cree que James es lo mejor que le ha pasado a Colombia… entonces, qué podemos pedirle al ciudadano común. Si los más populares políticos lo son por practicar el matoneo y la mentira… entonces, qué podemos pedirle al ciudadano del común. Y si los medios de comunicación convierten en campaña nacional estos matoneos (porque las redes pueden trinar y escandalizar pero son los medios los que arman el alboroto), qué podemos esperar del periodismo.
El día que calmemos al narco que llevamos dentro y nos indignemos por lo importante, la identidad colombiana será fuerte, nuestra autoestima crecerá y seremos mejores ciudadanos. Por ahora, solo nos quedan las indignaciones de farándula. Y tener algo o mucho de humor.
*Esta nota fue publicada previamente en Razón Pública.