El lunes 4 de diciembre, Juan Camilo Restrepo, el jefe negociador del Gobierno en los diálogos con el ELN, anunció su renuncia. En entrevista con Caracol Radio Restrepo hizo pública su solicitud al presidente Juan Manual Santos para ser relevado de su cargo y aseguró que cree que su ciclo al frente del equipo «se está cerrando». La salida de Restrepo encendió las alarmas sobre el futuro de los diálogos con el ELN, pero el proceso todavía sigue. Su futuro depende de las elecciones presidenciales en el 2018 y de la disposición del ELN para seguir, entre otras cosas, con el cese al fuego que por ahora va hasta el próximo 12 de enero.
Renunció como jefe negociador en el proceso de paz con el ELN…
Ya le había dicho al presidente. Yo quería ya retirarme. El proceso queda enrumbado en lo que se puede hacer durante este Gobierno. Yo no estaba interesado en seguir como negociador. No creo que el proceso vaya a concluir durante este Gobierno. Pero ya los grandes ejes han quedado trazados: primero, un cese al fuego que nunca se había pactado con el ELN, que ahora se puede y se debe extender. Segundo, un proceso de participación con la sociedad que ya tuvimos el primer ensayo en Tocancipa, en unas audiencias públicas, que salieron muy bien. Entonces esas dos cosas son las que me parece que se deben profundizar en el primer semestre.
¿Qué se viene en estos seis meses?
Creo que se debe profundizar en esos dos temas, que es lo que le queda al Gobierno antes de las elecciones. No creo que sea factible otros temas, esos vendrían luego.
¿Cuáles son los objetivos por cumplir?
Se debe conducir a una entrega de armas, a una desmovilización, a una incorporación del ELN a la política. Pero eso va a tomar tiempo. Eso no es inmediato. Y no creo que ellos vayan a apresurar esa decisión para atropellarla en este semestre.
¿No debería haber afán por parte del ELN de cerrar el proceso antes de que se acabe este Gobierno?
Deberían tener afán (risas), pero ellos tiene un estilo muy diferente a las Farc, son menos pragmáticos. El objetivo es que llegue el nuevo Gobierno y encuentre un proceso avanzado. Y que sea un hecho políticamente irreversible, que ya las comunidades reciban ventajas. Así las bases quedan sentadas.
¿Cómo queda la imagen de este proceso cuando el jefe negociador cambia y ahora entra una nueva cara? ¿Se ve afectada?
Un proceso de estos, más allá de las personas o las caras. Qué se ha construido: el primer paso grande fue sentarse a la mesa, que nunca se había hecho en público con el ELN en 50 años. Segunda cosa que se construyó: se hizo un cese al fuego con ellos. Eso va quedando como hechos que se registran. Ya cuando vengan los otros desarrollos de la agenda, pues será otra persona y serán otros hechos, pero ante todo un proceso se construye con base a hechos que van saliendo a lo largo de la conversación. Más allá de las personas.
¿Por qué no seguir al frente del proceso? ¿Por qué bajarse del bus?
Se avanzó, se sentaron unas bases. Pero yo nunca tuve en mente quedarme cuatro, cinco años aquí, hasta que esto concluyese. Que puede durar eso… Depende del nuevo Gobierno, de qué decida. Yo en lo personal si quise dejar esto enrumbado, en fase pública, año y medio, se empieza a construir la confianza, ya sabemos para dónde va. Ya será el nuevo Gobierno el que decida todos los pormenores de lo que vendrá.
¿Qué tanto influenció en la negociación con el ELN la implementación de los acuerdos con las Farc? ¿Percibieron incertidumbre sobre la aplicación de lo que se iba a negociar?
Sí. Nosotros procuramos que ellos tuvieran unas reuniones con las Farc, para que ellos les dieran el testimonio de como se había negociado, construido el proceso. Unas reuniones en La Habana, otras aquí y en el Ecuador. En la mayoría de esas reuniones, las Farc lo que hizo fue quejarse frente al ELN de los incumplimiento que, según las Farc, el Gobierno estaba teniendo con ellos. Más que mostrarles el gran bosque de todo lo que estaba construyendo legislativamente, con las reformas constitucionales, iban allá con un paño de lagrimas. Eso sí debió tener una incidencia sobre el ELN. No definitiva, pero sí hacía que ellos pensarán: “Qué tal que a nosotros nos pase esto”. Pero ese fue el riesgo y el costo de juntarlos a charlar.
Y desde el equipo negociador, ¿les cambia la aproximación de la implementación de lo que se logre con el ELN lo que está sucediendo?
En la agenda que se hizo con el ELN hay una cláusula que dice que se buscarán las sincronías y las armonizaciones posibles con lo que se acordó con las Farc. Eso está dicho. De manera que el ELN va a entender que se han trabajado muchas cosas que no se van a poder negociar con ellos a su medida. Y el caso más evidente es el de la justicia transicional y la incorporación a la política. Entonces llegará un momento en que lo que se negoció en La Habana se deberá aplicar en este proceso. Es muy difícil que el país les construya una justicia transicional diferente de esta que tuvo que sacarse con fórceps con las Farc. Nosotros lo que jugamos con ellos fue que entendieran las 320 páginas de lo que se hizo con las Farc. Y que cuando se llegue a la implementación, sepan las grandes reglas y las tengan claras.
Si el ELN comprende, tiene la lucidez de ver el momento histórico que se vive, y se va comprometiendo con el proceso de paz, entonces el nuevo Gobierno va a tener que mirar con mucho cuidado. No podrá romper con tanta ligereza las negociaciones
¿Cuál es el panorama del proceso, teniendo en cuenta los posibles candidatos presidenciales?
Ni siquiera se sabe quién va a ser el próximo Gobierno. Y a medida que salen las encuestas menos. Pero sí tenemos claro que el proceso debe avanzar lo más dinámicamente posible. De tal manera que cuando llegue el próximo Gobierno, no lo pueda borrar de un plumazo así no más. Sino que encuentre unas cosas importantes en marcha, un cese al fuego, una consulta, una agenda que se está empezando a desarrollar. Y más importante aún, que vean unas comunidades en los territorios que ven con anhelo que esto se continúe. Eso es lo que se estuvo jugando todo este año.
Pero es claro que el nuevo equipo negociador, en el primer semestre de 2018, tendrá que trabajar con el panorama político que se vaya consolidando en cuanto al nuevo Gobierno. Cada día y cada encuesta que llegue, dejará las cosas un poco más claras…
Sí, pero la continuidad de este proceso también depende mucho del ELN. Si no extiende el cese al fuego, siguen poniendo bombas, siguen haciendo masacres como la de Nariño y Chocó, el nuevo Gobierno muy difícilmente va a mantener estas negociaciones. Y va a preferir romperlas. En cambio si el ELN comprende, tiene la lucidez de ver el momento histórico que se vive, y se va comprometiendo con el proceso de paz, entonces el nuevo Gobierno va a tener que mirar con mucho cuidado. No podrá romper con tanta ligereza las negociaciones. Y en cierta manera, la respuesta a eso la tiene el mismo ELN. Si empieza con sus mañas tradicionales, veo muy difícil el futuro de este proceso.
¿Qué le deja a usted esta experiencia de ser jefe negociador? ¿Cuál es el balance?
Yo creo que hubiera sido más adecuado empezar este proceso con el de las Farc, llevarlos en paralelo. Porque este proceso llega cuando el de las Farc termina, y cuando el gobierna entra en su recta final. Entonces obviamente todas las limitaciones políticas y de tiempos se juntaron en este proceso. A nivel personal fue desgastante, eso es muy intenso y no es fácil. El ELN tiene una manera de negociar, que a pesar de la cordialidad que siempre se mantuvo, poco pragmática. Ellos tienen una ideologización muy alta y una pragmatización muy baja. Eso hace muy difícil una negociación. Cualquier pequeña cosa es el fruto de mil ires y venires. Si puedo ayudar a que esto llegue a buen puerto lo haré, desde la orilla que sea. Si se concluye el proceso con el ELN, se cerrará el ciclo virtuoso de las negociaciones con las grandes guerrillas aquí en Colombia.
¿Y si no se cierra el proceso?
Más allá del proceso, lo que más me preocupa, desde hace mucho tiempo, es el descuido en preparar el posconflicto. Hemos puesto mucho esfuerzo en la firma, en los acuerdos. Pero mire, el 80 % o 90 % del acuerdo número uno de La Habana, el de desarrollo rural y acceso a la tierra, al día de hoy se ha quedado escrito. Aquí hay un problema de prioridades en el presupuesto. Hay una asincronía de la política presupuestal con la de la paz. Es prioritario cuando se lee el discurso, pero a la hora de la implementación, no lo es. Parte de la inconformidad con las Farc es que se ha cumplido lentamente la implementación del acuerdo. Y todas las historias de los posconflictos, por ejemplo en Centroamérica, así el posconflicto dure diez o quince años, los dos primeros años son cruciales. Y aquí vamos a paso tortuga. Ahora el reto grande en Colombia es que ya que no se le quedó mal a la paz, no quedarle mal al posconflicto. Y al día de hoy le estamos quedando mal al posconflicto.