James da clic, es el que más da clic. Si uno quiere qué clic: pone, dice, escribe James. Y clic. Los que somos mediocres lo mencionamos para ganar algún clic. Quienes viven del clic, hablan de él para no perder tendencia. Y esto es posible porque James es lo más auténticamente Colombia. ¡Sin igual y siempre igual! Y es que James se parece mucho a como somos, por eso para comprendernos debemos vernos en él.
Los colombianos somos talentosos (suponemos) y creativos (recursivos). Y James tiene mucho talento. Eso no se discute. Y es tan recursivo que siempre se sale con la suya. ¡Oh gloria inmarcesible!
Somos bien educados para no ofender a nadie. James en sus posts no dice nada, no ofende a nadie, no se interesa en política, ni en nada: es un buen muchacho porque no se atreve a pensar con su propia cabeza. Y si habla mal: lo hace a escondidas y bajito y sin que el ofendido se entere. Por eso no hay una sola frase suya citable. Él es su pose, peinadito, hijo, ex, o nueva chica. ¡Oh júbilo inmortal!
Sumisos ante el poder, arrogantes al perder. Somos un país que aguanta mucho: aquí nos masacran, matan, humillan y ofenden y bajamos la cabeza, sonreímos y adoramos al opresor y hasta le agradecemos. Pero esa humillación se vuelve arrogancia desafiante cuando nos vemos perdidos. Así James aguantó todo de Zidane y ya cuando estaba perdido salió a decir que no viajaba y que estaba ofendido. Y los colombiches comenzamos a putear al calvo ese, que quién se creía, que si le mandábamos al de la moto. ¡En surco de dolores! O será ¡en surco de dólares!
Somos un país de machitos consentidos, que queremos que nos mimen. A James lo mimaron Peckerman y Ancelotti y funcionó y le va bien ahora, pero cuando le exigen autonomía, madurez y hacer caso a lo que le mandan en el Madrid, el Bayern y la selección de Queiroz, hace pucheros, y dice que él es muy bueno y que merece que lo consientan. ¡El bien germina ya!
Somos un país de machitos malcriados por sus mujeres y por eso sin agencia propia. Nuestras madres y mujeres creen que deben sobreprotegernos con lo cual lo único que logran es hacernos inútiles. Y eso en nuestra comodidad nos parece maravilloso. Machitos de todas las edades no hacemos más que sufrir de mamitis. Por eso James tiene a su madre, a su hermana, a su ex, a su hija, a su Lima para que lo definan, lo quieran y lo consientan. ¡Cesó la horrible noche!
James es Colombia y por eso es el rey del clic. Y por esa razón es el tema más usado y abusado en medios, sea radio, televisión o periódicos. James es nuestro máximo exponente informativo. No hay Uribe o Petro que le gane, ni Maluma o Vives que lo molesten.
James es tan poderoso que ha logrado una cosa única: que no nos interese la desidia e indolencia de Duque y sus amiguetes, ni las masacres, ni las marchas, ni la muerte de los líderes sociales, ni que vayamos en un millón de virusiados, ni que lleguemos a 30 mil colombianos muertos por la pandemia, ni las fake de Cabal o Uribe, ni las fake de Petro y Claudia, ni los odios de los Vélez o las angustias de las Dávila. No importa nada: solo James.
James en sí mismo es su mejor partido, performance, espectáculo: James el personaje derrota a toda la realidad colombiana y nos pone a hablar de su nada. Y eso es genial.
Juega bien en el Everton, un poco mal en la selección. Y eso es. Sus posts son la nada. No tiene la fuerza argumentativa de Maradona, tampoco su genialidad. Pero es James de Colombia: la noticia, el clic, nuestro único relato de nación.
Esto no quiso ser una crítica a James, es más bien un elogio, una oda, una alabanza a este gran hombre que ha encarnado impecablemente este momento de Colombia, donde ya no somos Uribe y su guerrera manera de hacer nación, tampoco somos la forma Petro de buscar revancha a las que sea, menos hacerse la estúpida a la Cabal para ganar trending… somos una nación a lo Duque: la nada.
James es la nada más famosa de Colombia y encarnarla es su genialidad. Somos James, nuestro gran clic nacional. ¡En surco de dólares nace la nueva nación!