Duque estará a gusto en el Congreso
Iván Duque entrará a formar Gobierno con un Congreso que le es afín. El Centro Democrático es la primera fuerza en el Senado y la segunda en la Cámara de Representantes con 19 y 32 curules, respectivamente (21 % del Congreso). Tiene de su lado, para completar de recabar el apoyo necesario para gobernar, las otras grandes fuerzas del legislativo: el Partido Conservador, Cambio Radical y parte importante de los liberales.
El apoyo de estas otras fuerzas en el congreso no es incondicional, claro. Como el resto de presidentes, Iván Duque tendrá que asegurar su maniobrabilidad a punta de repartija burocrática (nombramientos de funcionarios de los partidos en entidades claves como los ministerios) y mermelada (cupos indicativos que le permiten a los congresistas sugerir inversiones en las regiones).
En términos de oposición, es posible que Duque tenga que lidiar con parte de los verdes, la Coalición de la Decencia y el Polo Democrático. Estos partidos suman 13 curules en Cámara, 19 en Senado. Si Petro lidera esa oposición desde la curul que le corresponde en el Senado, puede ejercer una presión considerable sobre Duque y convocar a su electorado para hacer control político.
Duque recibe un país polarizado, con 10 millones de personas que votaron por su modelo, pero con 9 millones de electores, sumando al voto en blanco, que están construyendo una nueva ciudadanía que quiere otro modelo de país.
Para la izquierda perder fue ganar un poco
Los resultados de la segunda vuelta presidencial no son una derrota para la izquierda colombiana. Todo lo contrario: llega con más de 8 millones de votos, que representan el 42 % del electorado.
Después de una primera vuelta en donde Gustavo Petro obtuvo 4’855.069 votos (25,08 %), Sergio Fajardo –candidato de centro– 4’602.916 (23,78 %) y Humberto de la Calle –del Partido Liberal– 396.151 (2,05 %), el país se dió cuenta de que cerca de la mitad de sus votantes no están de acuerdo con las maquinarias y la política tradicional. Que se quiere un cambio.
Y esto es un gran logro para el progresismo del país.
En los años ochenta y comienzos de los noventa la mayoría de candidatos que se lanzaron a la presidencia por movimientos alternativos fueron asesinados: Jaime Pardo Leal de la Unión Patriótica en 1987; Luis Carlos Galán del Partido Liberal en 1990; Bernardo Jaramillo Ossa de la Unión Patriótica en 1990 y Carlos Pizarro de la Alianza Democrática M-19 en 1990. Y los que sobrevivieron tuvieron votaciones poco representativas, como Antonio Navarro en las elecciones de 1994 donde obtuvo el 3,8 % de la votación.
Sólo hasta los 2000, en el peor momento del conflicto armado y tras el fracaso del proceso de paz del Caguán con las Farc, los votantes de opinión y de centro izquierda despertaron y comenzaron a votar. Por Lucho Garzón, en 2002, el 6 % de los votantes apoyaron su candidatura; por Carlos Gaviria, del Polo Democrático en 2006, con más de 2 millones y medio de votos. Y los 3,587,975 votos que obtuvo Antanas Mockus en 2010 con la que que hasta hoy era la votación histórica más importante para el progresismo.
Por eso la derrota de la izquierda hoy es, en realidad, una victoria. Es la voz de 8 millones de personas que no están de acuerdo con el modelo de país que propone la derecha, y Uribe en su cabeza, con su modelo económico, con su seguridad democrática, con sus ataques a las minorías y a la democracia.
Duque recibe un país polarizado, con 10 millones de personas que votaron por su modelo, pero con 9 millones de electores, sumando al voto en blanco, que están construyendo una nueva ciudadanía que quiere otro modelo de país.
Ivan Duque tendrá que definir las prioridades de su gobierno frente a los diálogos y, en esta misma línea, definir los programas del Acuerdo a los que les dará más importancia dentro de su Gobierno.
Los Acuerdos y los diálogos de paz no serán los mismos
En repetidas ocasiones Iván Duque ha manifestado que a su llegada a la presidencia propondrá varias modificaciones al acuerdo de paz. La cuestión aquí es que, como dice Juan Camilo Restrepo, exjefe negociador con el ELN, esas modificaciones están bajo de la sombra de los que lo apoyaron, quienes han sido los mayores opositores del acuerdo. Dentro del tema de paz, Duque tendrá que responder las siguientes preguntas: ¿se seguirán las negociaciones con el ELN?, ¿cuál va a ser el manejo de la JEP?, ¿qué puntos del acuerdo se le dará prioridad durante su gobierno?
Con respecto al ELN, dos días antes de las elecciones de segunda vuelta, el Gobierno y ELN cerraron quinto ciclo de negociaciones. El anterior jefe negociador, Juan Camilo Restrepo, dice que lo único que podría lograr el actual Gobierno antes de la posesión de Iván Duque el 7 de agosto es el cese al fuego bilateral, pero luego de este ciclo, no se logró. Ivan Duque ha comentado que, incluso con el cese bilateral, levantaría la mesa de paz con el ELN.
Dice que no seguiría las negociaciones sin una concentración previa de esa organización y sin que el ELN detenga sus prácticas de financiación como la extorsión, el secuestro y el reclutamiento de menores. Restrepo dice que el proceso con el ELN se debe seguir, pero teniendo en cuenta que no se puede poner las mismas condiciones que se tuvieron con las Farc porque son organizaciones que económicamente funcionan de manera muy distinta. El 25 de junio se retomarán los diálogos.
La Jurisdicción Especial de Paz (JEP) está en un proceso atropellado dentro de la Cámara y el Senado. Desde abril, el ministro de Justicia, Enrique Gil Botero, radicó el proyecto de ley sobre reglas de procedimiento para la JEP, sin embargo, la semana pasada, la votación fue aplazada hasta después de la segunda vuelta. Su aplazamiento también ha estado ligado con el caso de Jesús Santrich, que ha sido el reto más grande que ha tenido, incluso antes de su creación. La JEP pidió que se suspendiera la extradición y esta decisión abrió las críticas sobre los límites que tiene la JEP. Dentro de sus críticos, Iván Duque manifestó que debería definir cuanto antes su competencia y establecer su rol en estas discusiones. De igual manera, Duque le había pedido al Congreso de la República que frenara el trámite de la reglamentación de la JEP. La JEP está en un cruce de intereses y si no se define hacia dónde pueden encaminarse estos intereses, la jurisdicción se verá perjudicada.
Ivan Duque tendrá que definir las prioridades de su gobierno frente a los diálogos y, en esta misma línea, definir los programas del Acuerdo a los que les dará más importancia dentro de su Gobierno. Porque, como señaló Juan Camilo Restrepo, la situación económica del acuerdo es delicada y necesitará mucho más que un solo gobierno para ser desarrollado.