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Insurgencia cultural desde Bogotá: 5 años de In-Correcto

El colectivo con base en la capital celebra un nuevo aniversario de agitar la cultura capitalina con su trabajo como sello musical, productora audiovisual y editorial. Artistas, gestores y literatos que han pasado por su corta historia hablan sobre lo que ha sido.

por

In-Correcto


15.11.2020

Siempre con la autogestión y la creación cultural como norte, In-Correcto ya va en la séptima revista impresa, han presentado a artistas que ya son referentes de la movida independiente como La Muchacha, Hermanos Menores y Margarita Siempre Viva y han publicado sesiones en vivo desde el Teatro la Libélula Dorada con artistas internacionales como Camila Moreno (Chile) o Son Rompe Pera (México). 

Un trabajo juicioso que tiene al artista visual bogotano Santiago Álvarez a la cabeza y al que se han ido sumando y desligando otros que también han creído en esa tarea de dinamizar las artes no solo en Bogotá, sino también a nivel Latinoamérica. Esa es la línea de su último compilado El Sudaca Contraataca Vol .IV y de Estamos por la utopia: Sonidos de emergencia contra el Estado Policial colombiano cuyas ganancias fueron a la ONG Temblores. 

Para celebrar este aniversario, varios de los que han pasado por las páginas, logística y surcos de In-Correcto prepararon unos cortos escritos para celebrar al sello y su conocida in-corrección. 

Camilo Casallas Torres:

Pluma principal de In-Correcto. Redactor de manifiestos y demás sinsentidos

La palabra “colectivo” ha perdido relevancia a raíz del desgaste. Usamos la palabra “colectivo” para definir cualquier agrupación que existe: artísticos, culturales, educativos, alimenticios, feministas, políticos, económicos. Cada vez que tres personas se reúnen hay un colectivo, y la inclusión de la palabra “colectiva” para describir un carácter femenino de los colectivos puede darle otro enfoque pragmático a esos tipos de reuniones. No es nada malo que se use la palabra “colectivo” para describir todo lo que existe. Hay cierto vacío, cierto carácter inhóspito en nuestro uso compulsivo de esa palabra. Como si fuera tan importante para nosotros que la tengamos que pronunciar todo el tiempo.

Esto es más cierto que nunca en el caso del colectivo In-Correcto que se dedica un poco a todo y un poco a nada. Algunas personas me han preguntado: “Bueno, ¿y qué hace incorrecto?”. A veces me tardo un tiempo en toda la explicación: “Es una revista, pero también un sello discográfico, aunque no cumple ciertas funciones de los sellos discográficos, y también tiene un podcast, y hace conciertos, y tiene un blog en el que no escribimos”. Esta explicación que tengo que dar cada vez que resumo la experiencia vital de In-Correcto señala el vacío del que estaba hablando. ‘Colectivo’ es un espacio indeterminado, alguna reunión de alguna gente que hace algunas cosas. Lo que pasa es que si digo esto, si pronuncio esta frase (y ahora lo estoy haciendo) puede que no venda bien al colectivo In-Correcto. 

“¿Qué hacen allá en ese colectivo In-Correcto?” 

“Alguna cosa, pero no todas, y con cierto enfoque”.

“Ah”.

Camila Cadavid Cruz :

Tarotista. Artista. Co-creadora In-Correcto

Cuando Santiago me invitó a escribir sobre el nacimiento de In-correcto —proyecto que creamos juntos pero del que ya no hago parte— sentí inmediata y simultáneamente dos impulsos que hasta antes de escribir este texto creía contradictorios: el de rechazarla y el de aceptarla. De manera consciente permití que el segundo impulso se impusiera, sin dejar que el deseo de rechazarla desapareciera del todo, pues sé que solo desde el malestar que produce un impulso no satisfecho puedo —y vale la pena— escribir. 

El impulso a rechazar esta invitación se debe a un miedo que últimamente me tiene constipada la imaginación: que al voltear a mirar eso que he producido, mi obra, sienta vergüenza de lo que hice o, en caso de considerarlo bueno, arrepentimiento de haberlo abandonado. In-correcto fue mi primera obra y también fue la primera obra que abandoné sin voltear a mirarla hasta ahora, cinco años después. 

Pensándolo bien, no fue mi primera obra. Mi primera obra fue ese pedazo de mierda recién defecado que, con la inocencia —o la perversión— de una niña, le entregué a mi mamá cuando tenía tres años. Veintidós años después vine a enterarme de que Freud habló de la mierda como la primera expresión creativa del niño, como el primer regalo que les da a los padres, regalo cuyo valor, como el sentido de este texto, debe ser ambivalente: es un gesto que se le celebra al niño y que inmediatamente se le enseña a abandonar. El éxito de ese primer regalo, que busca el agradecimiento de los padres, es que el niño logre, de forma autónoma, crearlo para luego desecharlo. Sé que la intención de esto parece ser llegar a la conclusión de que el único destino deseable de toda obra es la destrucción, pero, aunque eso puede ser cierto, lo que quiero es enfocarme en la pulsión natural que tenemos a reconocer el valor de la obra, a voltear a verla y, así sea por un instante, no querer abandonarla. 

La obra, para Freud es el producto humano más indeseado y el más deseado: la mierda y el oro. La mierda es lo que se deja atrás, pero no hay mayor insatisfacción que desecharla sin reconocer su valor, sin ver eso de lo que somos capaces. Cuando por fin volteo a ver, me encuentro con que la editorial del quinto número de la revista trata, precisamente, sobre la mierda: “Nuestro llamado es a acabar con la caco-mojigatería. Aceptémonos como los principales creadores y consumidores de nuestra propia mierda aceptemos que la hablamos y, sobre todo, la leemos. O la estamos leyendo, más bien”. Eso es In-correcto para mí, y deseo con todas mis fuerzas rectales que siga siendo —manteniendo nuestra intención inicial de hacerla profundamente incómoda— una soberana mierda. 

Reconocer la propia mierda, aprender a amarla y aún así poder dejarla atrás es lo que produce esa particular sensación de placer —alivio, liberación— característica de las mejores cagadas. 

 

Juan Sebastián Martín-Leyes:

In-corrector de estilo. Fundador del sindicato de In-Correcto

¿Para qué carajos publicar una revista? No vivimos en un país que se apasione por la lectura y, en todo caso, los medios digitales cada vez más le ganan terreno a los medios impresos. Recuerdo que los asistentes al lanzamiento de la sexta edición de la revista —la primera en la que trabajé formalmente— podían reclamar una copia gratis. Habíamos llegado temprano a montar el stand y cuadrar el sonido del lugar, también, para hacer la prueba de sonido de Hermanos Menores, quienes, además, lanzaban su primer vinilo ‘Campoamalia’.

Pasé la noche guardando el puesto de la revista. Pero, para mi sorpresa, casi nadie reclamó su revista gratuita, aunque muchos coleccionistas sí que se interesaron por el vinilo (aunque la falta de efectivo en muchos casos los disuadió). En fin, a partir de esta experiencia podría hablar ahora de una larga carrera de decepciones y de embarazosas ferias o eventos que a duras penas nos han dejado para el transporte. Podría denunciar la hipocresía y el profundo vacío de la cultura alternativa, o bien, recurrir a la figura del intelectual inconforme con las condiciones históricas en las que se inscriben sus aportes…

Creo en la independencia como una práctica de resistencia; creo que la posibilidad de hacer algo diferente es un acto político; creo que la trascendencia cultural se debe medir con un criterio más profundo que la utilidad o efectividad; creo que lo importante de “In-Correcto” es la posibilidad de construir comunidad a través de un discurso autogestionado y alternativo. No obstante, volvemos a nuestras dudas, ¿es posible hacer cultura fuera de los círculos comerciales de las industrias culturales?

En este punto es necesario tomar una postura concreta: no creemos que sea posible vivir de la cultura, mucho menos en un país como Colombia. No pretendemos ser un medio de renombre en el panorama nacional. No queremos ser parte de aquel extraño círculo que decide qué contenidos deben circular y ser “considerados”. No aspiramos a escolarizar a las masas ni venderles un plan para la salvación. Lo único que queremos es estar siempre equivocados, de eso se trata “In-Correcto”.

Hermanos Menores:
Ruidólogos viajeros. Actualmente: horticultores amateurs

LA INCORRECCIÓN EN TERMINALES DE TRANSPORTE

La aventura predilecta para quienes tomamos refugio en nuestras bandas: hacer maletas, empacar instrumentos y mercancía, salir a la terminal de transporte local y comprar un tiquete de ida al vórtice. Irse de gira en condiciones rudimentarias se convierte en el juego supremo de quienes, con la música, redescubrimos una infancia. Lejos de añorar los desmanes setenteros, para Hermanos Menores la aventura de girar y tocar en ciudades desconocidas es una de las expresiones más precisas de la amistad y la cooperación. El dinero nunca materializará el misterio de un alma hermana que, en voto de confianza, le abre las puertas del hogar a una caravana por el simple hecho de que, al igual que ella, ama el Reino Inmaterial de los Toques. 

En dos de las tres giras de Hermanos Menores, nuestro querido Santiago “Inco” Álvarez y su entrañable Sello In-Correcto han sido compañeros para la transmutación de nuestro ruido itinerante. La primera ocasión llegó en diciembre de 2017, en la Gira Mundial por Colombia junto a Tristán Alumbra (cada uno de los miembros de esa gavilla merece nuestra declaración de ternura). Bogotá, Cali, Pereira, Manizales, Medellín, Rionegro: esta fue la constelación de ciudades empotradas en la cordillera que darían testimonio de nuestro arrebato. La segunda, en agosto y septiembre de 2018, llegó con la gira Dzulúm de Hermanos Menores en México. Confirmamos que el corazón va sólo un poco más rápido en avión que en bus. La constelación mesoamericana de este periplo la compusieron nombres que inspiran reverencia: Morelia, Guadalajara, Cuautitlán-Izcalli, Ciudad de México, Xalapa, Puebla. Damos fe de la sonrisa permanente de Santiago durante nuestros días de ensueño mexicano.

Pocas cosas se compararán con la emoción de pisar tierra extraña con el único propósito de tocar; se trata de la dicha del eterno presente. Y buena parte de nuestra dicha ha sido compartida y entregada al mundo en forma de discos, giras y conciertos uniendo fuerzas con la incansable lucha del Sello In-Correcto. Para girar, como para vivir, sólo se necesita lo fundamental: alimento, techo y movimiento. Y estas tres fuentes las procura el espíritu de la colaboración que sabotea las líneas del poder y del dinero. 

Julián Mayorga:

Músico tolimense radicado en España. Detractor

IN-CORRECTO, páguenme lo que me deben (crónica)

Nos habíamos encontrado después del almuerzo en la puerta del teatro La Libélula Dorada. Nosotras veníamos en un taxi cargadas con instrumentos, electrodomésticos sonoros y retazos de escenografía que habíamos hecho los días anteriores con el fique que habíamos comprado en la tienda El Cabuyal. El taxista nos cobró veinte mil pesos. 

Esa noche íbamos a lanzar Islas Atlánticas, un proyecto que habíamos armado alrededor de unas músicas y textos compuestos junto a mi colega y amigo de toda la vida a quien por su seguridad llamaré con el alias ficticio de Andrés Gualdrón. Andrés y yo habíamos recibido una especie de beca de una institución europea, un montón de dinero que invertimos con pomposidad y espíritu aventurero. A lo largo del proyecto se fueron sumando otras también borrachas compañeras artistas, escritoras y diseñadoras. Durante más de un año, y tras dos viajes transoceánicos (en primera clase), el proyecto estaba finalizado y listo para mostrar. 

Santiago Álvarez de In-Correcto nos había propuesto hacer gavilla y armar el concierto en La Libélula Dorada, el teatro de títeres de Teusaquillo que a su vez hacía las veces de cuartel general de su colectivo. Con esta hábil y aparentemente inocente invitación daba inicio la larga cadena de eventos que desembocaría en el robo de mi computadora y de mi honor. 

La prueba de sonido no tuvo ningún percance. El montaje estaba listo, la boletería estaba casi toda agotada y la gente ya se agolpaba en la entrada del teatro. Varixs músicxs de la escena bogotana habían venido a ver el montaje. ¿Qué querían? ¿Por qué habían venido? ¿Acaso formaban parte de esta macabra trama? ¿Quién me robó el computador portátil al final del concierto? 

Aporto estos dos haikús como pruebas de mis acusaciones. 

 

Haikú del Robo

Dos piernas muy enjutas

gestionan robos;

llora el arte.

menospreciARTE (haikú)

Eso no estuvo bien,

o mejor decir

fue In-Correcto.

 

Daniela Chavarro Trujillo:
(Todavía no comprende qué hace en el colectivo)

En el sello llevo ya casi dos años, tiempo en el que todavía no comprendo muy bien cuáles son mis aportes en él. Sin embargo, los conocimientos y experiencias que he sacado del colectivo me han ayudado mucho en otras áreas de mi vida. El primer toque en el que estuve debió ser ese en el que a Julian le robaron el computador, de ahí en adelante solo tengo muy buenos recuerdos: como cuando el guitarrista de Ni quiso comprarme unos calzoncillos del sello (una de las mejores-peores inversiones que se han podido hacer en estos 5 años; de esas ideas que se dicen entre risas irónicas  en las reuniones,  pero resultan siendo verdaderas) porque en esa ocasión, no llevaba puestos unos; también,  la ocasión cuando una vecina de la Libélula Dorada se quejó porque hacíamos mucho ruido comentando que Radamel decía demasiadas groserías para su gusto.

Aun con eso, decenas de anécdotas de trabas y Santiago borracho diciendo que nos ama, conservo, más que otras, las dos experiencias más valiosas de tantos eventos hechos y cancelados por paros y pandemias. Por un lado, la sesión de Camila Moreno, grabada en la Libélula, a la cual llegó con un gripa terrible a preguntar si las feijoas eran aguacates pequeños. La paseamos por la ciudad en el carro de mi papá y, para una fangirl como lo soy yo, creo que fue un sueño cumplido. La otra de seguro, ha sido una de las fechas por las que estaré más agradecida, la colecta de mi semestre universitario. Tomás nos prestó El Chamán, que en paz descanse por ahora; Perroculo, Ain-Sof, Juicio y Vicio y La Curaduría aceptaron unirse al line-up, y mucha gente que no veía desde hace años, incluso desde el colegio, asistió a ver bandas que nunca en su vida, ni por error, se había topado.

Al final, todos borrachos —mención especial a mi amigo Juan, al que tuve que cuidar toda la noche— terminaron con nuevos amigos y nuevas experiencias. De allí aparecieron nuevas caras en otros toques, que creían imposible que además de los conciertos hubiera gente que se reunía con bandas cada fin de semana. Finalmente pude pagar gracias a ello el semestre de la carrera que estoy repitiendo, muy feliz además de haber tenido una noche tan divertida, incluso para mí que estuve de niñera, auspiciada por el sello.

Astrid Ávila Castro:


Amiga. Entusiasta de la in-corrección. Trabaja en la Jaula Publicaciones


Incorrecciones de ayer y hoy

Santiago llegó hace un poco más de dos años a hablarnos de un antiguo trabajo de su mamá, Consuelo Méndez, que consistía en responder las cartas que campesinos y campesinas de todo el país enviaban a ACPO —Acción Cultural Popular—. Desde allí, Consuelo pudo leer una realidad fascinante y amarga en la voz de sus protagonistas. Santiago trajo también a nosotros El coplero campesino, un libro editado originalmente en 1973 por Elisio Rodríguez, poeta y músico del que poco se sabe. Ese libro pequeño, destartalado y bellísimo, albergaba no sólo coplas de hombres y mujeres de todos los lugares de Colombia, sino también sencillas lecciones, de forma y de contenido, para componer coplas y versear fluidamente sobre el amor, el trabajo, la religión y otros afanes cotidianos de la vida. En este proyecto, que terminamos haciendo entre In-Correcto y La Jaula Publicaciones, incluimos a más de 12 autorxs, entre escritores e ilustradores, con la ilusión de refrescar un poco la memoria del campo colombiano: sus amores, sus decepciones y sus resistencias.

Desde entonces hemos sido cómplices en conspiraciones que no quieren afiliarse a nada pero que quisieran destruirlo casi todo; hemos coincidido en el descreimiento y en una suerte de rebeldía que a veces también nos hace reír. La amistá nos ha unido en lo verdaderamente connatural a lxs amigxs: burlarse de sí mismo sin ningún tipo de mesura. El catálogo musical de In-correcto alberga ya cientos de canciones, algunas románticas y muchas otras mutantes; otras difícilmente definibles como canciones; sets de vinilo y piezas no catalogables de noise y música contemporánea. Su revista, por igual satírica e inspirada, ha contado temas como el miedo, el hambre, la guerra y, recientemente, sobre la inminencia del fin del mundo.

 Incorrectamente aventureros, aventuradamente locxs, locamente inquietxs e inquietamente descreídxs, lxs chicxs incorrectos han abonado una pequeña parcela, urbana y un poquito mugrienta, para arrojar allí unas semillas de desazón y ternura, rabia y aguante, incredulidad y asombro. 

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