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Hablar desde: la política

La política siempre tendrá lugar en nuestras conversaciones, ¿por qué? ¿Se puede hablar de política de distintas formas? ¿Qué podemos hacer para que esta conversación sea más abierta y respetuosa? ¿Cuál es el impacto que tendrá Tenemos que hablar Colombia en la política?

por

cerosetenta


31.10.2021

Tenemos que hablar Colombia es el espacio que ahora se está dando para activar las conversaciones entre ciudadanos. Es una iniciativa que tiene como objetivo adelantar diálogos masivos, representativos, rigurosos e incluyentes. Es una apuesta ambiciosa por hablar con miles de personas en todos los rincones de Colombia, para celebrar sus encuentros y divergencias, y así revelar una visión común.

Dentro de los aspectos que pueden afectarnos como colombianos, la política es aquella que quizás más nos concierne a todos como un todo. Por eso, quisimos entrevistar a María Victoria Llorente, directora ejecutiva de la Fundación Ideas para la Paz, para que nos explicara por qué la política siempre tiene lugar en nuestras conversaciones. 

¿Hablar de política resulta una conversación inevitable?

Yo he estado en muchísimas conversaciones de familia o de amigos donde uno no termina necesariamente hablando de política. En cierto periodo en Colombia era mejor no hablar de política, y menos cuando la política se identificaba con quienes estábamos de acuerdo con el acuerdo de paz y quienes no lo apoyaban. Eso terminaba generando fisuras problemáticas. Así que creo que hablar de política es totalmente evitable. 

El problema ocurre cuando entramos a hablar de manera personalista y de preferencias por una persona o por la otra, donde la subjetividad es muy grande. Pero cuando uno está hablando de temas más de política pública, lo que uno cree que puede ser más importante o no, creo que ahí se pueden empezar a tener unas conversaciones más interesantes. Por ejemplo, sobre qué se puede hacer para resolver asuntos de justicia en el país, asuntos de seguridad… incluso temas tan contenciosos como la reforma de la policía. Eso sí se puede hablar y son conversaciones interesantes que no son de política como entendemos hablar de política, que es hablar de líderes políticos que están contrapuestos y si me gusta o no me gusta.

¿Estas conversaciones se prestan para hacer juicios de valor sobre la otra persona?

Es muy común en la gente antes de decir algo que le suena medio político, decir: “bueno, yo no sé nada de política, pero voy a decir esto”. Hay esta idea cultural de que hablar de política es mal visto, que para mantener la armonía es mejor no hablar de política, y creo que eso sí está muy interiorizado, y más aún cuando estamos en un sistema tan polarizado como el que estamos hoy en día. 

Yo me he visto en muchas ocasiones teniendo que empezar un argumento diciendo: “bueno, voy a decir esto, pero no soy uribista, ni soy santista, ni tengo ninguna preferencia específica por ninguno de estos personajes”. Siento que tengo que decirlo, sobre todo cuando siento que mi argumento se acerca más a alguno de esos personajes, y que la gente al clasificarlo de un lado o del otro, inmediatamente deja de escuchar lo que estoy diciendo, porque ya de una vez me encasilla. Me parece que la encasillada termina simplificando los argumentos de las personas. Te empiezan a oír, como dice John Paul Lederach, con los ojos y no con la escucha.

¿Cómo convencer a las personas de que hablar desde, o de, la política nos incluye y nos afecta a todos?

Yo creo que hay varias cosas distintas. Una cosa es la ciencia política, que es el estudio del juego de poder, y otra cosa es hablar de la política en el sentido del bien público, y donde podemos tener muchos desacuerdos. Ojalá tengamos desacuerdos para que podamos encontrar soluciones diversas a problemas que hemos tenido toda la vida. Yo creo que es ahí donde tenemos que quitarnos la barrera de qué afiliación política tengo, que si soy de izquierda, que si soy de derecha, quitarnos las etiquetas y empezar a hablar de las cosas que en lo público nos preocupa. 

En Colombia hace mucha falta que haya más conversaciones menos apasionadas o conversaciones no etiquetadas de un lado o del otro sobre los asuntos públicos. Por ejemplo, ¿qué necesita Colombia? Hay unos valores que son más universales y que de entrada tú ya sabes que son compartidos. 

Por ejemplo, la justicia es un valor universal. El problema es cuando ya empiezas a hablar de los intríngulis de la justicia, y te empiezas a encontrar que es un valor universal que tiene muchas representaciones. La educación es otro, como un medio puro para mejorar las condiciones de las personas. La paz antes del acuerdo de paz, era un valor compartido. Todos los colombianos queríamos la paz. El problema fue cómo interpretamos la paz, y cómo la materializamos. El uso de la fuerza, ahí pareciera que no estuviéramos tan de acuerdo, pero estuvimos muchos colombianos de acuerdo con la seguridad democrática en sus inicios y estuvimos de acuerdo en la campaña contra las FARC, y mucha gente pagó un impuesto al patrimonio para que ganáramos esa guerra. Hay unos temas que son más puros que otros y es donde terminamos en conversaciones un poco planas para evitar el conflicto.

¿Cómo entiende las conversaciones de Tenemos que hablar Colombia?

Tenemos que hablar Colombia es un ejercicio para abrir la conversación y para empezar a ver dónde es que podemos construir esa narrativa común de cuál es el problema. La gente tiende a decir “ah, no, yo ya sé cuál es el problema”, y estamos sobre diagnosticados y sabemos cuáles son todos nuestros problemas. Pero si tú miras lo que pasó en las marchas, ves que había una agenda enorme de demandas. Incluso si uno mira no ha sido posible aún, o han tenido dificultad, quienes están impulsando la consulta popular, definir cuáles son las preguntas, qué es lo que le queremos preguntar a los colombianos. 

Tenemos que hablar Colombia sirve para verdaderamente encontrar dónde los colombianos estamos de acuerdo en términos de la definición del problema y de los problemas que queremos enfrentar en el país. Es un primer paso que sirve para construir confianza. Ya está muy comprobado que el diálogo en general es un mecanismo que sirve para construir confianza y yo creo que la confianza es uno de los temas que está más roto en Colombia, es uno de los asuntos más difíciles en Colombia.

¿Cuál es el impacto esperado que tendrán estas conversaciones en la política hacia el futuro?

Creo que estas conversaciones lo que van a dar es precisamente enmarcar la cancha. ¿En qué cancha está la ciudadanía? Los sentimientos y las emociones que tenemos los colombianos ya han sido ampliamente expresados: desconfianza, desesperanza, mucho miedo, mucha incertidumbre. Esas han sido como una serie de emociones que han ido incrementándose. Entonces, en medio de esas emociones, ¿cómo podemos sembrar esperanza? ¿Cómo podemos decirle a los políticos cuál es la cancha donde se encuentran los ciudadanos en términos de los grandes temas del país y de las grandes agendas que hay que mover?

Uno pensaría, por ejemplo, que una agenda obvia es la de educación, o una agenda social. Lo que estamos viendo es que hay muchos pedidos alrededor del cambio cultural, y cómo tenemos que cambiar nuestra cultura. Una cultura que tiene una serie de patrones. Eso va al corazón de qué es lo que nos pasa como país, porque si no nos enfocamos un poco en esos patrones culturales, pues vamos a seguir repitiendo muchas cosas de las últimas décadas.

Creo que esas son cosas que pueden ir saliendo de ahí y que son llamados de atención de hacia dónde tenemos nosotros también que enfilar las acciones del Estado. Lo que esperaríamos de Tenemos que hablar Colombia es que sea una voz tan fuerte de los ciudadanos que logremos convencer a los políticos de que por ahí hay un camino, y de que para hacer oír la voz de los ciudadanos no solamente está la vía de ir a las movilizaciones, que son muy importantes y que es un derecho ciudadano, pero que muchas veces no todos se sienten identificados con las agendas que salen en las marchas. Entonces creo que es marcar un poco la cancha y ojalá hacer que sea un un ejercicio tan potente, tan representativo, que logremos que los políticos nos oigan y oigan a la ciudadanía. 

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