ChatGPT, la inteligencia artificial generativa más usada por los estudiantes, cambió las reglas de juego y los procesos de aprendizaje. Este es un vistazo de cómo ha cambiado la experiencia de aprender en la universidad según los estudiantes y algunos estudios sobre sus implicaciones.
Buscaba un lugar para sentarme a estudiar, y al fondo, una mesa vacía me esperaba. Así que empecé a caminar entre las largas filas de mesas ocupadas. En mi trayecto fue inevitable ver cada una: un estudiante sentado con su computador abierto, y en el reflejo de todas las pantallas estaba ChatGPT abierto. Ni un solo libro encima, solo la luz blanca del chatbot en los portátiles.
Allí estaban, rodeados de infinitas posibilidades estéticas, narrativas, simbólicas y analíticas. Una biblioteca con más de 200.000 títulos impresos, relegados a ser un ornamento más. Pero preferían deglutir el producto ultraprocesado de ChatGPT.
Todavía recuerdo mi primer contacto con ChatGPT.
[IA, luego existo] E3. Aula 404: profesor no encontrado
¿Qué queda del maestro cuando una IA también puede enseñar? En este episodio hablamos sobre vínculos pedagógicos, formación docente y los límites de la inteligencia artificial en el aula.
Estaba en tercer semestre, a inicios de 2023. ChatGPT ya iba por su versión 3.5, y habían pasado apenas unos cuatro meses desde su lanzamiento público. Cursaba Ecología, una materia que no hacía parte del pénsum de Diseño, pero que era requisito para graduarse. En ese momento, sinceramente, el curso me interesaba poco. Para rematar, quedé en la misma sección con todos mis amigos, así que la clase terminó siendo cualquier cosa menos ecología: el espacio del chisme, los juegos, los cambios de puesto (sí, leíste bien: desesperamos tanto al profesor que, en plena universidad —ese supuesto palacio de autonomía y libertad—, nos separaban como en el colegio porque éramos insoportables). Hacíamos de todo menos atender a la ecología y su relevancia vital en medio de la actual destrucción ambiental y el caos de los equilibrios naturales: mientras nosotros jugábamos, en toda Latinoamérica, el fenómeno de El Niño, agravado por el cambio climático, marcaba un año récord de desastres naturales.
Sin embargo, llegó la prueba de cualquier estudiante vago: el parcial. Y como todo tonto es de buenas, resultó ser en grupos y en un formato más cercano a un taller, con respuestas argumentativas y propuestas ecológicas. Eso sí, había que entregarlo antes de que se acabara la clase. Entonces con mis amigos nos dividimos los puntos para avanzar más rápido. Con lo que no contábamos era con que nadie sabía nada, y aunque Google nos daba información, no lograba cubrir el hueco interpretativo que habíamos cultivado después de un semestre entero sin poner atención.
Fue ahí cuando una de las del grupo propuso usar ChatGPT como colaborador.
Yo, la verdad, no estaba convencida. No por dilemas éticos, sino porque no creía que la máquina pudiera hacer la tarea suficientemente bien. Al principio me resistí, pero el tiempo corría y veía cómo la oportunidad de entregar completo se nos escapaba de las manos. Así que acepté (y qué sorpresa me llevé). A pesar de que no era la mejor respuesta que había leído, era increíble ver que ya no solo se trataba de dar datos, desordenados, como los que encontrábamos en Google (y que no entendíamos), sino que ahora estaban organizados, masticados e interpretados. Tanto así que el grupo que menos atención ponía en clase terminó pareciendo como si nunca hubiera dejado de ponerla. Logramos entregar el parcial antes del tiempo y, de hecho, nos fue muy bien.
Después de esto, empecé a usar cada vez más ChatGPT, y ví como su uso se volvió masivo a lo largo de 2023. Desde ahí, los chatbots de inteligencia artificial se han ido metiendo poco a poco en nuestras vidas, y para quienes somos estudiantes, su llegada no ha sido un detalle menor: ha cambiado la forma en que estudiamos, trabajamos, creamos y hasta pensamos nuestra relación con el conocimiento y el aprendizaje.
Los estudiantes: el público más fuerte de ChatGPT
De hecho, según las cifras de OpenRouter y el periodista Joe Wilkins, a finales de mayo de 2025, en plena temporada de exámenes, ChatGPT alcanzó uno de sus momentos de mayor intensidad. El 27 de ese mes, los usuarios generaron la impresionante cifra de 97.4 mil millones de tokens en un solo día. Un token es la mínima unidad en que un modelo de lenguaje divide el texto para poder procesarlo. En otras palabras, son los ladrillos invisibles con los que la inteligencia artificial construye y entiende cada conversación. Durante todo mayo, el promedio diario se mantuvo alto, en 79.6 mil millones de tokens, reflejando (sugiere la investigación) la presión de los trabajos finales y el uso de apoyos rápidos para resolver dudas, escribir ensayos o preparar exámenes.
Sin embargo, apenas llegó junio, cuando las escuelas y universidades comenzaron a vaciarse y las vacaciones tomaron protagonismo, la curva se desplomó. El uso cayó a 36.7 mil millones de tokens diarios, menos de la mitad de lo registrado un mes antes. La gráfica de OpenRouter lo deja claro: las barras altas de mayo se interrumpen abruptamente y a partir del 12 de junio la caída se hace evidente, como si el silencio de las aulas se tradujera en el silencio digital. Incluso durante el semestre se podían ver pequeños descensos coincidiendo con los fines de semana, una señal más de cómo el ritmo académico marcaba también el pulso de la inteligencia artificial.
Fuente: Futurism, 2025.
OpenRouter, reúne los datos de 2.5 millones de usuarios en todo el mundo, no captura la totalidad de la actividad de ChatGPT, pero su base de información es lo suficientemente amplia como para convertirse en una de las fuentes públicas más confiables. Investigadores universitarios y hasta inversionistas la consultan para seguir estas tendencias. Y lo más llamativo de todo es que no es la primera vez que ocurre: ya en años anteriores, cada vez que las vacaciones comenzaban, el uso caía de forma similar. La historia parece repetirse, dejando en evidencia la fuerte dependencia que existe entre ChatGPT y la vida académica de millones de personas.
Para entender un poco más este fenómeno, en 070 hablamos con estudiantes y profesores de la Universidad de los Andes que han sido partícipes de la oleada de la inteligencia artificial generativa como un agente nuevo en la ecuación de la vida universitaria y los procesos de aprendizaje.
¿Para qué usan los estudiantes la IA generativa?
Sarah, estudiante de sexto semestre, de ciencias políticas y economía, me comentó que lo usa “mayoritariamente para acciones simples. Si en una clase, el profesor menciona un evento o concepto que no conozco o que no tengo contexto, lo busco rápidamente en chat, para poder entender el resto de la clase. O la idea. También suelo utilizarlo cuando ya tengo estructurados mis trabajos como retroalimentación, le pongo las instrucciones del ejercicio y la rúbrica para que me revise que tan bien lo estoy haciendo o qué tanto estoy cumpliendo con el objetivo requerido”.
Pero hay quienes le dan un uso más pragmático.
“Yo uso esta vaina principalmente para corregir ortografía. Escribo muy rápido, me como muchas palabras, tildes y espacios. También lo uso para corregir estilo el tema de los espaciados, las sangrías, en general las exigencias de forma de los textos académicos. Yo me estreso mucho, como en general cuando tengo muchos trabajos me siento overwhelmed. Entonces Chat me ayuda a darle un poco más de orden las cosas que tengo que hacer y hace un plan de trabajo”. Nos comentó Mariana, una estudiante próxima a graduarse de antropología.
Otros la usan para superar la temida hoja en blanco.
“Lo que hago normalmente es pedirle ideas de cómo abordar lo que tengo que hacer, como para superar la hoja en blanco y tomar las ideas más interesantes, luego trato de desarrollar las ideas principales y la estructura del texto. En ese momento se la pongo a Chat para que organice y redacte un texto con cohesión, lenguaje técnico y buena ortografía”. Le contó a 070, Isabela, una estudiante de diseño, de séptimo semestre.
Antonio, estudiante de ingeniería de sistemas, nos dijo: “Primero, intento hacer el código, y en caso de que lo necesite (que no sepa o no entienda un texto), uso páginas que conozco que son especializadas en sistemas. Si sigo sin lograr entender se lo pongo a una inteligencia artificial. Más que decirle ‘hazme este código’, le pido ideas de la función que me serviría. Tengo que hacer esto, qué función podría usar, parámetros, aspectos para poder desarrollarla ya con esas bases. Intento hacerlo yo, pero ya como última opción, si ya hay un error que no estoy logrando encontrar, que reviso y reviso y no encuentro, lo pongo en ChatGPT o en DeepSeek.”
Todos los estudiantes entrevistados manifestaron tener al menos algún compañero que hace todos sus trabajos completos a punta de ChatGPT. Por otro lado, la respuesta más repetida sobre qué uso le dan a la inteligencia artificial generativa fue el de resumir lecturas y redactar textos.
¿Qué implica que haya una tendencia decreciente de la lectura y la escritura? ¿Qué significa que los estudiantes escriban sobre cosas que no han leído? ¿Qué significa que una generación tercerice procesos básicos de aprendizaje?¿Esto afecta su proceso educativo?
¿Qué piensan los profesores y cómo manejan el uso de IA en las aulas de clase?
Carlos Manrique, profesor de filosofía de la Universidad de los Andes, dijo que “la masificación de la IA no ha hecho un cambio tan radical y profundo. Creo que prohibirla no es un camino viable, sino por el contrario creo que debemos incorporarla en nuestras clases. Lo que yo hago es hacer ejercicios prácticos en clase, donde evaluamos con los estudiantes la respuestas que da ChatGPT, vemos qué partes son ambiguas y se pueden mejorar, y cómo hacerlo, y en qué partes sí desarolla una buena respuesta”.
Como estudiante he presenciado una tendencia de algunos profesores a migrar a otros lenguajes, descentralizar el texto y hacer procesos de transducción de ideas a imágenes, videos, ficciones, ya que esto implica no solo la producción de ideas sino la interpretación y el procesamiento de esas ideas en otras formas de comunicación. Además también ha sido notario un esfuerzo por acudir y estudiar el conocimiento informal, que no se encuentra en las bases de datos de IA, sino que se ve, se escucha, y se gesta en las calles. Con los cambios en las formas de aprender de los estudiantes, los profesores también poco a poco encuentran nuevas formas de enseñar.
Juan*, profesor de materias de historia del Ciclo Básico Uniandino (cursos obligatorios donde los estudiantes tienen contacto académico con áreas básicas del conocimiento, como son Artes y Humanidades, Ciencias Sociales y Ciencia y Tecnología, para generar una formación integral), manifestó que para él el uso de IA por parte de los estudiantes, sí había afectado y afectaba su motivación, ya que era perceptible el poco compromiso de sus estudiantes con la clase y cómo usaban ChatGPT para salir del paso con sus actividades. “Esto sembró muchas dudas en mí. Opté por hacer fue una migración a la oralidad, y promover ejercicios como debates y exposiciones, ya que cogerlos más en caliente hace que se reten, conecten conceptos y temas y elaboren ideas propias, ya que ahora el texto con IA pierde un poco las capas de procesamiento por parte de los estudiantes”.
La atención, retención y motivación ¿primeras víctimas de la IAG?
El MIT Media Lab realizó un estudio donde dividió a 54 participantes —jóvenes de entre 18 y 39 años del área de Boston— en tres grupos, y les pidió escribir varios ensayos tipo SAT utilizando, respectivamente, ChatGPT de OpenAI, el motor de búsqueda de Google y, en el tercer caso, sin ninguna herramienta.
Los investigadores emplearon un electroencefalograma (EEG) para registrar la actividad cerebral de los escritores en 32 regiones, y descubrieron que, de entre los tres grupos, los usuarios que usaban ChatGPT presentaron el menor nivel de implicación cerebral y “un desempeño consistentemente inferior en los planos neural, lingüístico y conductual”.
Después de esta prueba, se siguió haciendo registró a lo largo de varios meses, y se reportó una creciente pereza en la escritura de ensayos por parte de los estudiantes, recurriendo con frecuencia al copiar y pegar hacia el final del estudio.
Este estudio me llevó a preguntarle a los estudiantes, si desde que usan la IA han visto afectaciones en sus procesos cognitivos como la atención, la motivación o la retención y esto fue lo que contestaron.
Por su parte, Sarah expresó que sí había sentido un cambio en su atención en la clases, ya que no tiene la necesidad de estar super atenta a todo lo que explica el profesor, sino que si en algún momento se distrae, se disocia, o no entiende, le pregunta a ChatGPT y obtiene una respuesta personalizada, detallada y más digerible.
Mariana también expresó sentir afectaciones a su atención y su retención, a pesar de que cree que la IA no es el único causante, ha visto como sus destrezas de leer a velocidad han decrecido radicalmente. “En vacaciones me di cuenta que ya no estaba leyendo tan rápido como lo hacía antes. Antes leía 40 páginas en una hora. Ahora estoy leyendo 25 páginas en el mismo tiempo. No es un poco, pero para alguien que ha leído toda su vida, me sorprendió que me costara más analizar y decirte qué fue lo que pasó en ese capítulo”.
Isabela, por otro lado, me comentó que ahora le costaba recordar más las fechas, los nombres, ideas, etc.. cree que esto se debe a varios factores, pero afirmó que el acortamiento del proceso de realización de los trabajos hacia que se quedaran menos tiempo en la cabeza, por lo que optó volver a la bitácora y escribir todo no solo para que se guardara en su memoria, sino para entender más a detalle.
También comentó que algo desmotivante para ella es que “a pesar de que me gustaría hacer procesos como leer y escribir de manera más consciente y propia, no puedo hacerlo porque el tiempo no me alcanza y con el poco tiempo decido caer en la tentación de usar IA como forma de asegurar la eficiencia y la calidad de mi trabajo”.
Muchos de los estudiantes entrevistados se sienten capaces de hacer lo que ChatGPT por ellos, pero dicen que se demorarían mucho. Sin embargo, todos creen que sus trabajos son de mejor calidad si tienen la colaboración de IAG.
¿Qué significa que los estudiantes piensen que sus trabajos quedan mejor si son procesados con IA? Según la Unesco “en la mayoría de los exámenes estandarizados los nuevos sistemas de IA generativa con grandes modelos lingüísticos obtienen mejores puntuaciones que la media de los estudiantes.” Los sistemas de educación actuales, al exigir o buscar la excelencia en los estudiantes, promueven que un estudiante prefiera que le quede “mejor” a que el estudiante aprenda a cómo hacer y perfeccionar su trabajo. La importancia del proceso y no del resultado.
Según Bril y Burdman “La IA es un atajo para muchas cosas. Pero para entrenar el pensamiento no hay atajos: la educación universitaria es un proceso de gestación necesariamente lento. Toma tiempo. Quien durante su paso por la universidad tercerice el trabajo de pensar probablemente deje pasar una oportunidad difícil de recuperar. La educación tiene una base emocional ineludible: aprender desafía y frustra, pero también, y por eso mismo, es gratificante. (…) Por su propio diseño, la IA remueve las frustraciones y desafíos propios del razonamiento y el análisis. Y es un tipo de interacción que tiende a darse en el aislamiento”.
Pensar como una experiencia emocionante y humana
Cuando las lógicas aceleradas del capitalismo —la búsqueda de eficiencia, inmediatez y productividad constante— se trasladan al acto más profundamente humano –pensar– se bloquea la posibilidad de un aprendizaje auténtico. Al poner el énfasis en el resultado y no en el camino, se dejan de recorrer las dimensiones intelectuales, emocionales y sociales que dan forma al pensamiento. Una educación que se orienta de manera lineal hacia metas medibles termina debilitándose: cuanto más se persigue la eficacia, más se despoja de sentido.
En medio de este panorama, la inteligencia artificial plantea una paradoja: no está concebida para acompañar un tramo del proceso de pensamiento, sino para reemplazarlo en su totalidad. Así, la experiencia de leer, escribir o investigar corre el riesgo de reducirse a una simple acumulación de respuestas. Como recuerda Carlos Manrique: “No se puede sustituir la experiencia de la lectura; no es solo un traspaso de información. Es un proceso de fortalecimiento del pensamiento, una experencia de carácter estético, analítico, ético. Es no quedar con respuestas sino más preguntas”.
El reto, entonces, no es prohibir ni moralizar el uso de herramientas como ChatGPT, sino recuperar la consciencia de la experiencia que se pierde cuando delegamos el pensamiento. “Mostrar pensar como una experiencia emocionante”, como dice Manrique. Esto exige nuevos desafíos para quienes escriben e investigan: ya no basta con un lenguaje técnico y correcto, ahora se trata de construir narrativas atractivas, retóricas y estéticas que hagan de pensar una experiencia emocionante, ligada al descubrimiento, el reconocimiento y la creación.
Como dicen Tomás Bril y Javier Burdman “es sólo cuando razonamos por nosotros mismos que vivimos los anhelos, las frustraciones, los entusiasmos, las decepciones y los placeres involucrados en formar ideas. Esta experiencia no puede ser delegada, porque es inherentemente emotiva y sentida. Aprender a pensar no es sólo aprender a utilizar herramientas, sino también aprender a conocerse, a relacionarse con uno mismo y, sobre esta base, a relacionarse con otros”.