La violencia contra la mujer no se reduce a la violencia física. Este es el relato de una miembro de la colectiva feminista No Es Normal, quien tuvo que descubrir que estaba en una relación violenta. Una crónica cruzada por la voz de de la psicóloga Robin Norwood, autora de ‘Las mujeres que amaban demasiado’.
Siempre me consideré feminista. Sin embargo, en el pasado fui muy dura con todas las mujeres y sus decisiones de vida, especialmente con respecto a sus relaciones. Cuando me enteraba de un caso de maltrato, decía: “¡Qué boba por quedarse ahí, qué falta de carácter!”. Las culpaba inconscientemente, pues pensaba que el problema era su incapacidad de salirse de esa relación. Yo, en cambio, vivía convencida de que nunca estaría en una relación tóxica, mucho menos en una con maltrato: aunque mi familia tuviera antecedentes de violencia por parte de mi papá —y aunque yo tuviera una baja autoestima—, sentía que era algo que solo le pasaba a las demás.
Pero eso cambió con Andrés.
Quiero contar mi historia de la mano de las reflexiones del libro Las mujeres que aman demasiado, de la psicóloga Robin Norwood, pues la lista que ella hace de patrones y comportamientos que caracterizan una relación tóxica me permitió mirar críticamente mi pasado. Me permitió entender cómo y por qué llegué a ese punto de sufrimiento en mi última relación, y qué podía hacer para romper el ciclo.
Siempre es muy difícil trazar la línea entre lo que es violento y lo que no en una pareja, pero tenemos que empezar a hablar del tema. Esto va dirigido tanto para las personas que han sido maltratadas como para las que han maltratado, independientemente de su género.
Por un lado, sepan que la situación se les pueden salir de las manos. Pero no están solas, todo tiene solución, hay herramientas a las que pueden acudir para conseguir ayuda [en esta nota, al final, les dejamos un directorio de personas que les pueden ayudar]. La violencia en parejas es muy común —más de lo que uno se imagina— y siempre hay una manera de solucionarlo.
Por otro lado, si cree que es usted quién está haciendo daño, busquen ayuda. Cambiar sí es posible.
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Yo siempre supe quién era él, pero no hablamos hasta que se me acercó. Aunque tuviera novio, él me empezó a gustar mucho, y después de un tiempo de hablarnos con regularidad, me dejó claro que era ‘ahora o nunca’. Así que decidí terminar mi relación y empezar una con él. No quería dejar pasar algo de lo que me sentía tan segura.
Quizás ese fue el primer error: ceder ante la presión y no haberme dado un tiempo para estar sola.
Pero los días pasaron y él fue encantador. Se dedicó a buscar cómo pasar tiempo conmigo. Recuerdo que un par de veces apostamos el resultado de un partido, y la penitencia para el perdedor era invitar al otro a desayunar. Me siguió en todas las redes sociales, se involucró en mi vida, buscó escucharme, preguntarme por las clases que estaba viendo, por mis intereses…por todo.
A mi él me gustaba mucho.
Un día, en un partido de fútbol en la universidad, le sacaron tarjeta roja por meterse en una pelea: insultó al árbitro y, fuera de la cancha, le escupió al tipo con el que había tenido el altercado. Yo me asusté mucho, pues nunca había presenciado una situación por el estilo. Después, cuando me preguntó por qué estaba rara, le dije que me sorprendía su violencia, y él me respondió que era una boba, que en los partidos de fútbol siempre pasaba eso, que era normal. Yo lo dejé pasar, me pareció racional y entendible.
Varias veces llegó a mi casa con la boca rota o con morados en las costillas o en la nariz. A mí me impresionaba muchísimo, pero me decía que habían sido accidentes en pogos o que se había golpeado con los amigos por molestar.
A mi familia le caía muy bien. Lo invité a un par de reuniones familiares y él se sentó en la mesa del comedor con todos nosotros y participó activamente de las conversaciones. Frente a esto, los moretones no eran muy importantes. Le interesaba pasar tiempo en familia, y hasta parecía que le gustaba.
Si la violencia no era directamente hacia mí, ¿por qué habría de afectar mi relación?
Un día le pregunté por una chica con la que creía que había salido antes, y me respondió: “Uy no, qué asco. Ella y yo nos metimos, pero fue un asco, empezando porque se ha metido con muchos tipos. Es una perra y el cuerpo que tiene es paila, es demasiado plana. ¡Qué asco!”.
¿Qué? ¿Cómo se podía referir al cuerpo de una persona con asco? ¿Le daba asco que fuera “plana”? No volví a tocar el tema después de eso, pero sin darme cuenta, lo seguí normalizando. Mientras la violencia no fuera directamente hacia mí, me repetía, no tenía por qué afectar mi relación.
Cuando le preguntaba por su ex novia, decía que ella era “paila”, que nunca habían vuelto a hablar porque “cuando uno termina con una ex, es para no volver a hablar”. Decía que ella sufría de trastorno bipolar y que no quería volver a saber de ella. Pero pues… bueno, lo que pasó con su ex no me incumbía.
Ahora, Andrés también estaba obsesionado con saber con quién me había metido y qué sentía por las personas con las que interactuaba. Me preguntaba una y otra vez hasta que le contaba todo para tranquilizarlo. “Si un hombre te habla, es porque te está cayendo.”, me decía, “Las amistades entre hombres y mujeres suelen ser falsas”.
Intenté conversar con él y mostrarle que no estaba con la gente por ‘coqueta’, pero las peleas se volvieron constantes: mis amigos me veían llorando todas las semanas, y cada vez me alejaba más de ellos y de mi familia. Ninguno entendía qué pasaba.
Encima de todo, yo tenía clase con alguien que le caía mal. Recuerdo que en algún momento me dijo ‘perra’ por habérmelo ‘levantado’, cuando en realidad solo compartíamos talleres, informes y hablábamos de cosas académicas.
Un día, el chico pasó detrás de mí, y Andrés aplaudió: “¡Buena, china! ¡Se levantó otro man! ¿Se siente orgullosa de levantarse a manes? ¿Se siente orgullosa de ser una perra?”
Me ataqué a llorar.
La gente miraba de reojo y se alejaba, pero nadie hacía nada.
Es normal pegarse en los partidos de fútbol.
Los moretones no importan.
Si la violencia no es directamente hacia mí, no afecta la relación.
La historia con la ex no me incume.
Directamente hacia mí.
Directamente.
¿Qué significa directamente?
Ese mismo día fui a su casa y le rogué que habláramos. Le dije que yo solo quería estar con él, pero estaba furioso y respondió con comentarios hirientes sobre mi cuerpo, mi personalidad y mis relaciones. Intenté salir por la puerta y le dije que prefería acabar todo. Sin embargo, al verse en una situación de desventaja, me jaló fuertemente del brazo y me gritó. Luego, como siempre, arreglamos las cosas con falsas promesas: él dijo que iba a dejar de dar “golpes bajos” al pelear y que iba intentar hablar con calma las cosas. Yo lo protegía y me echaba la culpa de todo.
Así siguieron los meses, perdí dos materias por el estrés y la inestabilidad de la relación que estaba llevando. Cada vez con menos amigos, cada vez más alejada de mi familia, me volví tan conflictiva como él y tan sumisa como las mujeres que criticaba en el pasado.
Muchas veces yo —que me decía feminista— critiqué a otras mujeres por no salir de una sitiación en la que estaba.
Y sin embargo.
[En las siguientes semanas se publicará la segunda parte de este relato].
Directorio:
En la Universidad de los Andes:
Ombudsperson: Margarita Gómez cumple la función de acompañante. Si no sabes cómo moverte dentro de los reglamentos o a dónde acudir para pedir ayuda, ella te puede guiar. Oficina 201 RGA,
Línea Protocolo MAAD: En caso de maltrato, acoso, amenaza o discriminación, activar el protocolo. Se encarga de proteger de manera inmediata y temporal tu integridad y bienestar. En caso de ser necesario, te ayuda a abrir un proceso disciplinario, pero en primera instancia brinda medidas preventivas: apoyo psicológico, de seguridad, o técnico (como impedir que veas una clase con tu agresor).
Puedes activar la línea escribiendo un correo electrónico a lineamaad@uniandes.edu.co, o a través de la Ombusperson, PACA, No es Normal, un coordinador académico, un consejero, entre otros.
Decanatura de estudiantes/centro de apoyo: Consejería en procesos disciplinarios, citas con psicólogos y diversas herramientas para reconocer los patrones de violencia y salir de ellos. Se encuentra en la Casita Amarilla (Ñf)
PACA (Pares de acompañamiento contra el acoso): Red de apoyo conformada por estudiantes de pregrado y posgrado que brinda asesoría y acompañamiento a las y los estudiantes que crean estar enfrentándose o haberse enfrentado a una situación de acoso. Puedes contactarlos escribiendo un correo a paca@uniandes.edu.co o a través de sus redes sociales: @PACA(Facebook) y @pacauniandes (Instagram)
No es Normal: Somos una colectiva de género que busca visibilizar casos de acoso sexual y discriminación. De esta manera generamos conciencia en la comunidad y desnaturalizamos comentarios y acciones violentas. Nos puedes contactar por correo (derechoygenero@uniandes.edu.co) o por redes sociales: @noesnormaluniandes (Facebook) y @noesnormal_uniandes (Instagram)
Fuera de la Universidad:
Sistema de casa de igualdad de oportunidades: Se brinda orientación judicial y psicosocial. Hay abogados y abogadas enfocados en casos de violencia sexual que acompañan a la víctima en su proceso de denuncia y lo que sigue.
La Morada: Casa feminista. “La casa cuenta con múltiples espacios para disfrutar: un sitio de consulta feminista, tres salones para talleres, un espacio de niños y niñas, un co-working para chicas (lugar para trabajar), un sitio de descanso, un consultorio con servicio psicosocial y jurídico que se cobra de acuerdo a los ingresos de las mujeres que lo utilicen o si no tienen dinero se hace por trueque (…)” entre otros.
Dirección: Carrera 19 #36-34
Facebook: @lamoradacc
(Existen muchas redes y muchos espacios de apoyo y acompañamiento en Bogotá y en Colombia, esta es solo una pequeña lista)