Hay una cierta moda que empezó a difundir el concepto de “populismo punitivo” para hablar de cómo cierto líder o proyecto político emplea las instituciones para judicializar la política. Desde mis estudios sobre el populismo, debo decir que esa expresión es una contradicción en sus propios términos por una razón sencilla: el populismo politiza la sociedad en vez de judicializar lo político. Por otra parte, el populismo no es una medida judicial para hacer política; sino, más bien, un lógica de lo político que busca ampliar derechos a los históricamente excluidos. Su fin último es crear repúblicas para las mayorías y no estados oligárquicos con lógicas excluyentes.
En ese sentido, el gobierno del presidente Iván Duque no es populista. Por el contrario, mantiene una lógica fascista en donde se persigue al otro y se le convierte en un objeto de odio para construir poder. Proponer cadena perpetua para violadores y asesinos de niños, emitir un Decreto que prohíbe el consumo de alcohol en el espacio público –que terminó siendo tumbado por la Corte Constitucional– u ofrecer 3.000 millones de pesos por pistas sobre Jesús Santrich son medidas que, en vez de crear instituciones plurales y democráticas para las mayorías, crea una institucionalidad punitiva y excluyente en donde es necesario identificar un enemigo.
Duque, en su obsesión por mostrarse como un hombre fuerte y con carácter, lo que está haciendo, en realidad, es dejar en evidencia su debilidad. Si su estrategia es hacer propuestas que sean aceptadas por las mayorías para subir en las encuestas, no le está funcionando. Si bien es verdad que Uribe, durante sus años de mandato, construyó el ethos de un padre protector y maltratador al mismo tiempo, generando toda serie de patologías en el inconsciente colectivo colombiano, también es verdad que a ese ethos se le contrapone otra forma de entender la política. Por eso, volver a esa figura tóxica es de una torpeza y una falta de cálculo político sin precedentes.
El gobierno del presidente Iván Duque no es populista. Por el contrario, mantiene una lógica fascista en donde se persigue al otro y se le convierte en un objeto de odio para construir poder
Es contradictorio, además, que Duque se autodenomine el “gobierno más joven de la historia” y al tiempo tome medidas anacrónicas y propias de la política tradicional. Curiosamente, en este momento hay una especie de organización de la derecha regional en América Latina y esta es una expresión muy similar a la que también empleaba Mauricio Macri en sus primeros años de gobierno en Argentina. Macri, al igual que Duque, ha tomado medidas completamente represivas y asociadas a lo peor de nuestro pasado latinoamericano bajo el rostro de una figura fresca, emprendedora y por fuera de los registros clásicos de la política. Sin embargo, al llegar al poder convirtió a la ‘Revolución de la Alegría’ –emblema de su campaña– en una política de Estado oligárquica, excluyente y para unas minorías privilegiadas. Lo mismo que está haciendo Duque con su manido lema de la Economía Naranja.
Ahora, si queremos hablar de lo que realmente es populismo y poner sobre la mesa ejemplos de algunos modernizados, tendríamos que hablar de la revolución ciudadana que significaron los dos mandatos de Rafael Correa en Ecuador y las medidas progresistas adoptadas por Cristina Fernández de Kirchner en Argentina, por citar algunos ejemplos.
Correa se esforzó en brindarle derechos a los que, históricamente, no los habían tenido en temas de banca, comercio, acceso a la educación e, incluso, emancipación de la mujer. Resaltaría, por ejemplo, su esfuerzo por mejorar la situación laboral de las empleadas domésticas y su vinculación a la producción de conocimiento de primer nivel. Fernández se preocupó, entre otras cosas, por el matrimonio igualitario y por lo que se puede llamar la renta básica a través de la asignación universal por hijo. También en desarrollo tecnológico que le permitiera a Argentina autonomía en inteligencia satelital. Esos son populismos modernizados, lo de Duque, es lisa y llanamente fascismo neoliberal.