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Cuando la prisión es un cementerio: William Gacharná y las masacres en la cárcel La Modelo

Las declaraciones ante la JEP del exdirector de la cárcel La Modelo, William Gacharná, reabren el capítulo de los crímenes que se cometieron en esa cárcel durante el conflicto armado. Desde hace años las masacres en este establecimiento han sido denunciadas en varias instancias y hasta ahora no han recibido respuesta.


Arte: Nefazta. Créditos imagen original: picture-alliance/Pacific Press/C.M. Garcia

“El Flaco dejó para lo último la cabeza y la arregló sin mirarle los ojos. Bajó los bultos al sótano del Patio Uno, por donde pasan los ductos de La Modelo, un lugar oscuro y frío que ha visto pasar mucho muerto”. Alfredo Molano, Penas y Cadenas

En el año 1999 el uniforme del personal de guardia y custodia del Instituto Nacional Penitenciario y Carcelario de Colombia (Inpec) era de color azul oscuro, un tanto parco para el gusto de aquellos que decidieron cambiarlo unos años más tarde por el actual, un camuflado azul cielo. Las personas privadas de la libertad en la Cárcel Nacional La Modelo de Bogotá no usaban –ni usan– uniforme y deambulaban por el establecimiento con la ropa que solían vestir en sus días libres. Tal vez ese contraste hacía inevitable ver a un hombre elegantemente ataviado, con un vestido negro de paño perfectamente planchado, camisa blanca impecable y una corbata negra, que caminaba siempre de prisa, como si tuviera que estar en otro lugar. Flanqueado por dos hombres de azul oscuro, llevaba en su mano un walky talky a través del cual daba instrucciones a viva voz, para luego acercarlo a su oído y tratar de captar la respuesta en medio de la algarabía de los patios hacinados del establecimiento. En su performance, William Gacharná daba la impresión de estar al mando del recinto penitenciario de una manera cercana y suficiente. 

En ese momento, entre 1999 y 2003, él era el director de La Modelo de Bogotá, pero, a pesar de su pomposo despliegue, Gacharná no gobernaba el establecimiento. 

El Tripas, un prisionero que gobernaba el mundo de la delincuencia común junto a paramilitares, guerrilleros y miembros del Cartel de Medellín, recluidos en la Torre de Alta, se reunían en la Mesa de Trabajo para dividirse la cárcel y gobernar sus territorios. Alcanzaban frágiles acuerdos de paz al interior del penal que estallaban cuando había una incursión en un patio ajeno. 

Los recientes relatos de William Gacharná ante la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) se refieren a ese momento de guerras y masacres. Gacharná  admitió su complicidad con los paramilitares y reveló la existencia de fosas comunes en el penal durante su dirección. Puede que hoy nos tome por sorpresa, pero desde hace varios años la historia de los descuartizamientos en La Modelo ha sido narrada pero nunca escuchada: siempre se ha escondido bajo la sombra del motín.

La primera masacre de la que se tenga noticia ocurrió, aunque no es claro, entre los días 26 y 27 de abril del año 2000. Con el titular Infierno Modelo, la Revista Semana cuenta la historia de un interno que llevaba cuatro años encerrado a la espera de condena y que asegura “nunca vio tanta sangre como el jueves 27 de abril, cuando 25 internos de la Cárcel Nacional Modelo fueron acribillados en el patio cuatro, en un ajuste de cuentas”. Este hecho, conocido como “La masacre del patio cuatro” es uno de los primeros que se reporta sobre la guerra penitenciaria. Pocos días después de la masacre, “(e)l gobierno ordenó el inmediato trasladó de la cárcel modelo de Bogotá de cuatro miembros de las FARC, implicados indirectamente en la matanza de 27 personas el fin de semana, producto de retaliaciones entre paramilitares y subversivos”. 

Esta era la época en que los visitantes entraban a la cárcel y no se volvía a saber de ellos, cuando los cuerpos desmembrados eran escondidos en túneles y alcantarillas, cuando el horror y la violencia convirtieron la prisión en cementerio. Los ingresos de visitantes se recogían en un viejo libro de contabilidad, y se daba una ficha de plástico a cambio de una huella dactilar que el guardia de turno cotejaba de un vistazo. Era fácil desaparecer; faltaba la decisión de un paramilitar para caer bajo su dominio feroz. Así le sucedió a la periodista  Jineth Bedoya el 25 de mayo del 2000, cuando fue secuestrada por los paramilitares de las AUC, en La Modelo. Bedoya estaba investigando delitos al interior de la cárcel y fue engañada ese día; la secuestraron, torturaron y la violaron. La trampa fue tendida por alias “Ramiro” y “El Panadero”, entonces recluidos en la Cárcel Modelo. Por este crimen, en 2021, la Corte IDH declaró responsable al Estado colombiano por el secuestro, tortura y la violación de Bedoya.

Las disputas por el control territorial llevaron a un nuevo enfrentamiento en el mes de julio del año 2001. Según se lee en la crónica periodística del momento, el combate empezó a las 5:30 P.M., “después de la jornada de visita, cuando un guerrillero de las Farc, recluido en el patio uno de la Cárcel Nacional Modelo, disparó contra un delincuente común al servicio de los miembros de las autodefensas, quien protestó por el cobro de una extorsión”. Este hecho, asegura la prensa, “prendió la mecha de lo que podría considerarse la más grande batalla campal de los últimos años en la principal cárcel del país entre guerrilleros, delincuentes comunes, narcotraficantes y paras presos”. Esta batalla penitenciaria tomó 17 horas, cobró 10 muertos y 15 heridos. 

En su libro biográfico Modelando en el Infierno, Fabio Agudelo, quien estuvo preso en La Modelo durante estas fechas, describe con claridad los sucesos de la guerra sin cuartel entre guerrilleros y paramilitares por el control de la prisión. Con el título, “Patio Cuarto, Pasillo Dieciséis”, Agudelo empieza a narrar los eventos que dieron lugar a “la masacre más grande que haya sucedido” en la Cárcel Nacional Modelo de Bogotá. Y continúa su narración mencionando que “esto ocurrió en el mes de julio de 2003”, cuando las acciones de los paramilitares generaron “130 muertos, horriblemente masacrados en un solo día. Esto nunca fue denunciado ante la opinión pública”. Y sigue su relato, añadiendo una “Nota” que incluye al final de la página, en la que menciona que “[e]se mismo día también hubo una masacre de 95 presos en el Patio 5, para un total de 225 internos vilmente asesinados. El pasillo cuarto fue declarado camposanto”. En las siguientes páginas se lee que en en ese patio, el Cuatro, precisamente en el lavadero y la zona de basuras, “se desmembraron los cuerpos, para luego echarlos en bolsas de basura y así mismo sacarlos en camiones que sirven para sacar la basura de la cárcel (…) Otras partes de estos cuerpos fueron a dar a las alcantarillas, como también a fosas comunes”. 

Casi una década después, en sus versiones libres dentro del proceso de Justicia y Paz, miembros del Bloque Centauros,  Daniel Rendón Herrera, alias “Don Mario”, y Manuel de Jesús Pirabán, alias “Pirata”, recuerdan varios hechos “en los que paramilitares presos en la cárcel Modelo de Bogotá asesinaron y desaparecieron personas en el interior del mismo penal”. Según sus versiones, entre 25 y 30 personas fueron asesinadas. Todos estos hechos que hasta ahora se han narrado, que aparecieron en noticias, en versiones libres libres de paramilitares, en las memorias de aquellos que sobrevivieron este infierno, que los denunciaron valientemente ante instancias internacionales, ocurrieron cuando Gacharná recorría La Modelo con su impecable traje de gala. 

La historia de las masacres en La Modelo poco a poco se fue desvaneciendo para convertirse en una leyenda que solo recordaban las personas privadas de la libertad en sus rituales de conservación de la memoria institucional, hasta que apareció otra vez en una providencia judicial. 

El 30 de enero de 2013 la entonces Juez 56 Penal del Circuito de Bogotá hizo una inspección y luego dijo: “mientras hacíamos la inspección judicial, varios detenidos se acercaron a hacer denuncias que decían no podían sostener porque serían asesinados, entre ellas, la más grave, la existencia de fosas comunes en las cuales grupos que tienen el control de amplios sectores, entierran a las personas que después de torturadas, asesinan”. La Juez Guzmán ordenó a la Fiscalía General de la Nación, que iniciara “de manera inmediata acción penal para establecer la veracidad de las denuncias hechas a esta funcionaria judicial, respecto de que integrantes de grupos armados ilegales, asesinan y torturan personas dentro de la cárcel ‘La Modelo’, en donde se hallarían enterrados, en fosas comunes, sus restos”. Nada se ha sabido de esta investigación. 

Las declaraciones de William Gacharná ante la JEP, casi 25 años después de que fue director de la Cárcel La Modelo, ponen en el centro del debate transicional la exigencia de verdad y justicia para las víctimas de las atrocidades cometidas por grupos armados al interior de las prisiones del país. El reconocimiento de responsabilidad por las masacres y desapariciones, la connivencia entre la dirección del establecimiento y los grupos armados al interior de la cárcel para gobernar con puño de hierro y terror el penal, ejecutando y desapareciendo, descuartizando el cuerpo de los condenados para confundirlos con la comida que se servía en el Wimpy (el comedor general de La Modelo), debe marcar un giro en la historia de horror del encarcelamiento en Colombia.  Hasta ahora, este reclamo no ha sido atendido. Le corresponde a la JEP allanar el camino para que la Cárcel Nacional La Modelo deje de ser una fosa común y le dé santa sepultura a sus muertos. 

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