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Crónica de viaje

Andrés y Roberto, dos estudiantes de ingeniería electrónica y mecánica, realizan un corto viaje a los municipios de La Peña, El Peñón y Topaipí con el único objetivo de conocer la realidad del país. Ver las necesidades desatendidas que allí existen y qué pueden aportar siendo ingenieros.

por

El Ingenioso


05.10.2016

En diciembre del año pasado, Andrés Felipe Villamil y yo, ambos estudiantes de ingeniería electrónica e ingeniería mecánica, emprendimos un viaje a los municipios de La Peña, El Peñón y Topaipí. Los tres quedan en el norte de Cundinamarca, en la provincia de Rionegro. El objetivo era ver con nuestros propios ojos cuáles eran las necesidades desatendidas de las poblaciones y qué podíamos aportar como ingenieros, pues sentíamos que nos hacía falta conocer más de la realidad del país. Fue un viaje corto. Un experimento para la vida profesional. Antes de empezar, mientras íbamos en un viaje de cuatro horas en bus, nos preguntábamos qué método debíamos seguir para hacer correctamente lo que queríamos. Preparamos unas preguntas genéricas: ¿qué aspectos cree usted que se pueden mejorar con la tecnología? ¿Cuáles son las principales áreas que podrían mejorar su calidad de vida? Además, llevábamos libretas en donde anotamos lo que íbamos descubriendo. No sabíamos realmente qué estábamos haciendo, pero por algún lado había que empezar.

La Peña, el primer lugar al que llegamos, es un pueblo panelero que se ve bastante bien cuidado. Desde que uno llega huele la panela y ve las matas de caña alrededor. Dimos una vuelta de reconocimiento y luego buscamos hablar con gente que esperábamos tuviera idea de la situación general del pueblo. Fuimos a la alcaldía, al colegio y al hospital. En La Peña el alcalde no estaba, pero no hubo problema para hablar con el Secretario de Gobierno. Además, hablamos con funcionarios de las oficinas de planeación de SISBEN y de la UMATA, con las enfermeras y con la médica del puesto de salud.

Conseguimos también entrar a una enramada, sitio en donde muelen caña y hacen panela. Allí había unas máquinas grandes, sucias y viejísimas. Nos presentábamos como estudiantes de ingeniería de la Universidad de los Andes y la gente con que dialogamos, por lo general, nos prestó atención y nos siguió la corriente. Empezamos contándoles nuestro objetivo alrededor de la tecnología en Colombia, sin embargo relacionaban el tema con computadores e internet hasta que lográbamos hacernos entender.

La gente con que nos cruzamos resultó amable y tranquila. La mayoría eran adultos mayores. Algunos de los problemas que encontramos allí fueron: las máquinas de los trapiches son muy viejas y dejan mucho jugo de caña sin aprovechar; las máquinas no tienen protecciones y causan accidentes y mutilaciones; la gente en su casa usa leña para cocinar, con esto daña el ambiente y su propia salud; el agua tratada solo llega con regularidad a la cabecera municipal, a las veredas llega cada tres días; los equipos del puesto de salud se dañan frecuentemente y no tienen forma de arreglarlos; la geografía montañosa del lugar impide los cultivos de gran extensión, que en principio son más eficientes.

Luego llegamos a El Peñón, que nos quedaba de camino hacia Topaipí. Así estén cerca, el transporte entre municipios es un problema que encontramos en todos los sitios. De hecho, cuando preguntamos cómo ir desde La Peña, nos propusieron devolvernos a Bogotá y de ahí coger un bus que fuera a Topaipí, algo sencillamente absurdo. En nuestro caso pudimos llegar “echando dedo”. Allí descubrimos que El Peñón estaba sufriendo terriblemente por sequía. Las calles se veían polvorientas y el pueblo en estado de abandono. Como era domingo, no conseguimos hablar con mucha gente, solo con algunas personas de la Alcaldía que hacían trabajo extra porque al día siguiente debían entregar todo a la nueva administración. Allí encontramos que el manejo del agua es un problema a gran escala. Además de las dificultades que representa el clima, la falta de hábitos de riego de los campesinos locales y la falta de desagües y pozos empeoran la situación. Hacen falta máquinas para el bene ciado y el secado del grano de café. El secado en particular, suele ser solamente a partir del calor del sol, algo problemático en tiempos de invierno. Por otra parte, debido a los intermediarios en los procesos comerciales, el dinero que ganan los agricultores por sus cultivos es mucho menor que la inversión inicial para los mismos.

Por último, estuvimos en Topaipí. Daba la impresión de ser el más pobre de los tres municipios que habíamos visitado, pero a pesar de eso fue donde vimos más actividad. Había una plaza central en la que la gente jugaba una especie de ruleta. Los pocos niños que se veían jugaban en una cancha. Detrás de la cancha estaban montando un puesto de ViveDigital, un programa del gobierno que promueve el acceso a computadores.

Cuando fuimos a hablar a la alcaldía, nos hicieron pasar a la sala del concejo y allí nos presentaron a un par de personas interesadas. En ese momento sentimos que el viaje había sido un éxito, por la buena disposición de la gente que encontramos y lo que aprendimos. Las personas nos preguntaban cuándo íbamos a volver. Después vimos que había una biblioteca muy bien equipada en el colegio y nos sentimos mucho mejor. En Topaipí no hay comercio intermunicipal y si lo hay es demasiado escaso, la mayoría de los campesinos están limitados a comerciar en pequeña escala con sus vecinos inmediatos de otras veredas. Esto se debe, en gran medida, a que a pesar de que las carreteras han sido reparadas recientemente, el transporte entre municipios es demorado ineficaz. Debido a esto, se hace difícil el ingreso de productos como los concentrados para el ganado y la producción pecuaria disminuye. Adicionalmente, nos comentaron que a los estudiantes que están terminando su bachillerato en el campo les serviría aprender también aspectos técnicos de la actividad agropecuaria.

Esto les garantizaría un mejor futuro, a ellos y al pueblo. En todos los lugares encontramos preocupación porque los jóvenes se iban a la ciudad y no volvían. Registramos todos los problemas que encontramos en una lista junto con la fuente que nos puso al tanto. El trabajo que queda es aprovechar esta información para brindar las soluciones requeridas. Pero no hemos podido continuar. Estamos conscientes de que debemos dar el paso siguiente. Nosotros, los autores, no sabemos cómo, pero es posible que usted, lector, sí lo sepa.

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