Los resultados de la primera vuelta presidencial no son sorprendentes, pero al mismo tiempo sí lo son. Las encuestas acertaron casi en todo. Pero hay varias cosas para resaltar. La primera cosa sorprendente es el total de votos de Iván Duque, 7,5 millones, lo cual muestra que la capacidad de movilización de votos de Uribe sigue siendo prominente. Las encuestas nos decían que la segunda vuelta iba a ser Duque-Petro, pero fue sorprendente el margen tan amplio entre los dos: más de dos millones y medio de votos. Y esta diferencia tiene una explicación mayor: la votación de Sergio Fajardo, los 4.589.696 votos del candidato de la Coalición Colombia. Estos votos serán cruciales y hay dos preguntas clave: ¿de dónde salieron esos votos? y ¿adónde se van a ir?
Muchos de esos votos salieron del temor de que Petro pudiera llegar a la segunda vuelta, porque para el cálculo estratégico de las personas, para la derecha, es más fácil ganarle a Petro que a Fajardo. Esto es claro: Petro es un candidato de izquierda y este es un país conservador.
Vender miedo es muy fácil. Por ejemplo, una persona educada, profesional, mayor y de clase alta me decía: “Si gana Petro nos van a meter a vivir otra familia en nuestras casas”
Cuando Petro fue alcalde de Bogotá tuvo una oposición muy fuerte y una campaña sucia de los medios, que se hizo evidente con el tema del cubrimiento de las basuras con Peñalosa. Fue una crisis equivalente y se notó el sesgo de los grandes medios de comunicación: cuando fue el problema de Petro todos los días sacaban fotos y videos de los montones de basura. Pero cuando fue la crisis de las basuras de Peñalosa al otro día “ya estaba todo resuelto”. Ambos casos se demoraron –por lo menos– dos semanas en resolverse y a Petró sí lo destituyeron. Eso es ilustrativo de la percepción que tienen las personas sobre la gestión de la alcaldía de Petro. Él es un gobernante de izquierda y su prioridad no era taparle los huecos a la gente de Santa Ana y Rosales; como tampoco lo era la movilidad de todos, sino la de sectores populares. Su prioridad era mejorar la movilidad a los trabajadores que son quienes pasan más tiempo en los buses. Además de esto está todo el tema de igualdad, del mínimo vital, del subsidio del agua. Son cosas interesantes que hizo Petro en su alcaldía y que a la gente se le olvidan por completo y lo único que recuerdan es que es un pésimo gestor, un pésimo administrador y que va a acabar con todo. Realmente a Bogotá no la acabó, y con Peñalosa ya hemos tenido tantos o más problemas. Esto explica el actual clima de polarización y la sensación de zozobra que genera Petro.
Vender miedo es muy fácil. Por ejemplo, una persona educada, profesional, mayor y de clase alta me decía: “Si gana Petro nos van a meter a vivir otra familia en nuestras casas”. De ese nivel está el miedo frente a un gobierno de izquierda, lo que refleja en el fondo un gran miedo hacia los pobres y un miedo a perder el privilegio. Es una ‘macartización’ de la izquierda que es poco razonable. Cuando el debate está así de polarizado, es muy fácil meter este tipo de ideas. Probablemente el Centro Democrático está muy satisfecho con el resultado, porque saben que Petro es más fácil de vencer porque Fajardo es de centro y es un candidato con el que más gente se puede relacionar. Fajardo, por estar más a la derecha de Petro, se alcanzaba a tomar una parte de votos de centro y centro-derecha que se volverían indecisos entre Fajardo y Duque.
Tres consideraciones para el votante de Fajardo
Primero, el voto será estratégico y será producto de la polarización. Ante la incapacidad de imaginarse a alguno de los dos candidatos que pasaron a segunda vuelta como presidente, los votantes optarán por votar en contra de la alternativa que les parece peor. Gran parte de la segunda vuelta va a ser un sector de electores que van a votar en contra del otro. Un voto estratégico y con asco: votar con asco por Duque, porque les parece impensable que Petro sea presidente y viceversa. Va a ser una segunda vuelta donde un sector muy importante de la población va a votar arrepentida por el que considera el mal menor. Sería la segunda vez en la que la gente está decidiendo si se le da el chance al Centro Democrático otra vez, si se le da el chance a Uribe. Y acá hay que llamar las cosas como son: decir que esta es la elección de Duque es agrandar mucho a quién es Duque. Recordemos que Duque fue “el que dijo Uribe” y bien podría haber sido Carlos Holmes Trujillo o Rafael Nieto. A los seguidores de Duque no se les dice ‘Duquistas’, se les dice Uribistas.
Segundo, no hay mucha incertidumbre frente a lo que sería un gobierno de Duque, pero sí la hay frente un eventual gobierno de Petro. El modelo uribista es conocido, pero no sabemos cómo es un gobierno de izquierda en Colombia. Al uribismo ya lo tuvimos en el poder ocho años y se lograron cosas: se diezmó a las Farc y se abonó el terreno para los acuerdos. La seguridad democrática y la confianza inversionista fueron resultados que a muchos sectores de la sociedad les interesaban, pero que eran proyectos que tenían un sesgo hacia las clases favorecidas. El modelo uribista parte del supuesto de que la única forma de generar prosperidad es a través de la acumulación de capital en pocas manos y esperar que eso produzca un efecto cascada que jalone el bienestar social.
Tercero, la gobernabilidad del próximo presidente. Si gana Duque tiene un porcentaje muy alto en el Congreso y podrá armar coaliciones muy fáciles. Esto es menos fácil de imaginar cómo lo haría Petro, dado que tiene una bancada famélica en el congreso y los partidos de izquierda también y están fragmentados. Incluso si, en un escenario ideal, todos estos partidos se unieran, seguirían siendo minoría en el congreso.
Pero es difícil saber qué tanto tendrán en cuenta esta última consideración los votantes. Las que más pesan son las dos primeras porque es pensar el retorno de la derecha o la llegada de la izquierda al poder. Esto, por la polarización, pesa más en el cálculo que están haciendo quienes no votaron por Petro o por Duque.
La polarización per se no es mala, la polarización moviliza. El problema es cuando la polarización viene amarrada de mentiras y de desinformación
Izquierdas vs derechas
Hay otros países donde un gobierno de izquierda no preocupa tanto. Por ejemplo en Chile, la izquierda y la derecha se han turnado los últimos cuatro gobiernos y hay una convivencia fácil. No está ese temor de que llegue la izquierda a tumbar todo lo que ha hecho la derecha y viceversa. Y esa es justamente la preocupación de muchos acá, porque en la medida que nunca hemos tenido un gobierno de izquierda no podemos saber cómo va a ser. Y para rematar, cuando nos imaginamos un gobierno de izquierda, en vez de pensar en Uruguay o Chile, el referente es Venezuela, que es un gobierno completamente disfuncional. Y eso es parte del argumento que nos dice que “Petro va a venir a meternos gente a la casa”. ¿Por qué no pensamos que la izquierda puede ser distinta? Una izquierda democrática, que respeta el libre mercado como en Chile y Uruguay, o para irnos más lejos como sucede en escandinavia. Allá los gobiernos son de centro izquierda y nadie dice Suecia está en riesgo de volverse Venezuela. Son sociedades en las que la igualdad es muy importante. Colombia es un país muy desigual, donde hay unas personas con unos privilegios muy grandes que están tratando de mantenerlos.
La teoría sugiere que las personas votan por el candidato que está más cerca a sus propias tendencias ideológicas. Se puede pensar que los votantes se distribuyen de izquierda a derecha y estimar la mitad de esa distribución, la mediana, y desde ahí –teóricamente– todos los que estén a la derecha se irán con Duque y todos los que estén a la izquierda con Petro. El votante pivotal, el de la mitad de la distribución, lo que hace es lanzar una moneda porque para ese votante da lo mismo. Si uno hace ese ejercicio así, es muy probable que el ganador de la segunda vuelta sea Duque, porque se lleva la mitad de los votos de Fajardo. Es razonable suponer que los votos de Fajardo se distribuyen en el centro del espectro ideológico. Por lo tanto, habrá una cola de la distribución de sus votantes que está a la derecha y que muy probablemente se vayan con Duque. En ese escenario a Petro no le alcanzarían los votos.
Considerando que más o menos van a ser 20 millones de votos en la segunda vuelta, quien gane tiene que pasar, o estar muy cerca a la barrera de los 10 millones. Y Duque ya arranca con 7,5 millones suyos y, como uno esperaría, con los votos de Vargas Lleras. Eso ya lo deja con cerca de 9 millones, que sería lo que Petro tendría que remontar. Adicionalmente, Fajardo no parece muy abierto a hacer un acuerdo para respaldar políticamente la candidatura de Petro. Lo más probable –y tibio– es que deje en libertad a sus votantes.
Cualquier voto cuenta
Otra de las cosas que se han dicho es que muchos de estos votantes de Fajardo terminen votando en blanco porque no se identifican con ninguno de los candidatos. Esto puede pasar, pero lo que muestran las elecciones anteriores es que siempre disminuye el porcentaje de personas que votan en blanco en segunda vuelta. El voto en blanco en primera vuelta fue el 1,76 %, que parece poco, pero esta elección se puede llegar a definir por 100 mil votos que son menos del 1 %.
Estamos en un escenario en donde cualquier voto suma, donde todo voto cuenta. Y esta es una de las razones por las que tanta gente salió a votar masivamente; por este escenario de polarización. Y la polarización per se no es mala, la polarización moviliza. El problema es cuando la polarización viene amarrada de mentiras y de desinformación.
Uno puede pensar que en Chile hay polarización, hay candidatos de izquierda y de derecha, pero se alternan con proyectos políticos muy distintos. Esto es sano y sería bueno que en Colombia pasara algo así. Pero para eso tendríamos que haber tenido un primer gobierno de izquierda y salir bien librados: que no haya constituyentes, que el modelo económico no se cambie radicalmente y así la gente puede darse cuenta que la izquierda se parece a la derecha en la medida que es un proyecto político y que la democracia es un juego a largo plazo en el que a veces se gana y a veces se pierde. Pero por ahora lo único que hay es el miedo al bueno por conocer que justifica votar por el malo conocido.
La polarización seguro hará que mucha más gente salga a votar y que sea una elección reñida. Se nos vienen unas semanas durísimas con una campaña muy intensa e incisiva. Si los candidatos quieren captar los votos de centro, este es el momento para que salgan a contar sus propuestas con mayor claridad, porque en la primera vuelta siempre hay mucho ruido y nadie termina diciendo mucho. Se necesitan candidatos que convenzan a los electores por su proyecto político y no por el miedo que genere el otro extremo. Petro tiene que explicarnos cómo va a gobernar, cómo va a hacer con el Congreso en contra; Duque tiene que explicar, que va a pasar con la implementación de los acuerdos de paz.
Necesitamos esas explicaciones, no necesitamos supuestos. No necesitamos que nos digan ‘que vamos a ser la nueva Venezuela’ o que ‘el paramilitarismo va a llegar de nuevo al poder’. Eso no es sano para nadie.