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Cinco versiones de Pablo Escobar

¿Quién fue de verdad «El patrón del mal»? Esta es nuestra lista con los mejores retratos que ha hecho el periodismo sobre el criminal más indeleble de la psique colombiana.

por

cerosetenta


05.09.2012

Ilustración: Cerosetenta

Desde que Pablo Escobar fue cercado y dado de baja sobre el tejado de una casa en Medellín hace diecinueve años, el mayor criminal de la historia de Colombia cobró una nueva vida: la de los personajes de leyenda.

Hoy su historia está rodeada por un aura hecha de relatos, testimonios, rumores, mentiras y exageraciones. Se dice que había comprado el carro en el que acribillaron a Bonnie y Clyde, que fue el hombre más rico del mundo, que tenía poderes de bujería, o que ofreció pagar la deuda externa de Colombia a cambio de un paz y salvo con la justicia.

Son tantas las preguntas que lo rondan que su historia ha plagado los estantes de las librerías. De todas sus facetas – desde el aspirante a político bondadoso que regalaba casas y canchas de fútbol en las comunas marginadas de Medellín hasta el sanguinario terrorista capaz de hacer estallar un Boeing en pleno vuelo por eliminar a uno sólo de los pasajeros- es posible encontrar, por igual, tanto las pruebas que lo confirman como las que lo desvirtuan. En su condición de mítico bandolero, las fantasías que se han tejido a su alrededor son hoy parte de la realidad del personaje.

El último impulso que ha recibido su canonización como uno de los grandes criminales de la historia es la serie «Pablo, el patrón del mal», del Canal Caracol. La novela de televisión (inspirada en un reportaje periodístico) ha despertado tantas alabanzas y críticas, que nos invitan a revisar lo mejor que se ha hecho desde el periodismo sobre un criminal que se resiste a desaparecer.

1. La parábola de Pablo de Alonso Salazar

QUÉ ES El resultado de una larga investigación, horas de entrevistas y una juiciosa revisión de archivos hecha por Alonso Salazar, ex alcalde de Medellín y autor de No nacimos pa’ semilla, para contar los años dorados del capo y su posterior declive y arrinconamiento.

POR QUÉ VALE LA PENA  La fuerza que hace que las palabras de Alonso Salazar se muevan a velocidad de tren en La parábola de Pablo son las acciones con las que Escobar logró arrodillar al país. A pesar de que su autor promete una reconstrucción a través de quienes conocieron al Patrón, Salazar supo no hacer de su libro un recetario de citas, sino un relato de acciones. Salazar hizo la tarea completa. Logró entrevistar a una gran parte de los protagonistas que sobrevivieron a una de las épocas más violentas del país. En su libro se cuelan las voces de los integrantes de la oficina de Envigado y entran en diálogo con las declaraciones de policías, generales, políticos y víctimas del Cartel de Medellín. Pero la cosa no paró ahí: Salazar enfrentó estos testimonios con los archivos de la prensa, con los innumerables libros que han escrito los familiares, opositores y víctimas de Escobar. Y el resultado final de esa decantación de datos no es un perfil psicológico de Escobar, sino un relato que se mueve en el tiempo y en el espacio. La parábola de Pablo no responde la pregunta de quién era Escobar a partir de opiniones abstractas, sino qué podemos saber de Escobar a partir de sus actos. El libro se lee como una crónica policiaca, un recuento paso a paso de los planes para hacer explotar una bomba en el DAS, para asesinar a Maza Márquez o para crear el MAS.

LO MALO  Lo malo es que muchos van a preferir ver la serie El patrón del mal que leer el libro. Y hay que decirlo: mucho del libro –y en especial ese rigor periodístico que le sienta tan bien– no llegó a la pantalla chica. Otra cosa que por momentos puede chocar es la decisión de Salazar de crear un personaje ficticio para poder incluir los testimonios de muchas fuentes que prefirieron conservar el anonimato. El personaje se llama Arcángel, y Salazar explica desde la introducción su naturaleza. Al final, queda la duda de si el libro necesitaba ese personaje que en últimas cumple una labor importante: dejar claro que aún hoy puede ser un peligro hablar sobre Pablo Escobar.

UN PASAJE “Cuando Juan Pablo (el hijo mayor de Escobar) cumplió doce años, Victoria (su esposa) organizó en Nápoles una fiesta de negro. Le llevó un vestido completo a Pablo para que se lo pusiera. Él se rebeló. «Yo no me pongo eso», dijo y a pesar de las suplicas terminó bajando al salón, donde absolutamente todos los invitados estaban vestidos de negro, con una camisa blanca de rayas azules, una pataloneta y tenis negros. «¿Qué me has hecho, Pablo?», le preguntaba Victoria con una rabia que le duró varios días.»

2.  Los jinetes de la cocaína, Fabio Castillo

QUÉ ES  Un libro escrito por el periodista Fabio Castillo en 1987 en el que se narra la entonces temprana historia del tráfico de drogas en Colombia y que en tiempos de su lanzamiento se vendió hasta en los semáforos de todas las ciudades del país.

POR QUÉ VALE LA PENA Fabio Castillo escribió este libro en el ojo del huracán. En 1987, año de su publicación, se cumplía apenas un año de la muerte de Guillermo Cano (director de El Espectador), tres años antes habían asesinado a Lara Bonilla y faltaban apenas dos años para que, por orden de Escobar, Luis Carlos Galán fuera asesinado en Soacha. Ahí está el primer logro de este libro y de su autor: envestir una bestia que cobraba fuerzas pero que aun no tenía una naturaleza definitiva. Otra razón para devorarse este libro es que, a pesar de que Escobar se lleva gran parte de las páginas, hace un recuento minucioso de toda la historia del narcotráfico; desde las épocas del contrabando en la Costa Atlántica hasta surgimiento de los carteles de Cali y Medellín. Hoy, a fuerza de atentados y muertes, Pablo Escobar, narcotráfico y las décadas de los noventa y ochenta se convirtieron en una misma cosa. Pero hay que recordar que Escobar no fue un hecho aislado sino parte de una máquina mucho más compleja. Pensar que el narcotráfico fue un fenómeno en cabeza de una sola persona es peligroso y, como se comprueba en las páginas de Los jinetes de la cocaína, incorrecto. Para poder entender a Escobar hay que conocer a personajes como Gonzalo Rodríguez Gacha, alias El Mexicano; en palabras de Castillo, “el mas folclórico y despiadado de los narcos del interior”. Castillo retrata la obsesión de Gacha por todo lo que le sonara a México y cuenta anécdotas hoy olvidadas, como la ocasión en la que el párroco de Pacho, el pueblo de Cundinamarca en el que nació El Mexicano, fue expulsado del pueblo por sus feligreses luego de que propuso una protesta en contra del narco y le rechazó una donación para la iglesia. Otros personajes que encuentran forma en las páginas de este libro son Carlos Lehder, el clan de los Ochoa y los Rodríguez Orejuela. La historia de estos personajes son capítulos del relato que es Pablo Escobar.

LO MALO Al haber sido escrito en el 87, gran parte de esta historia se quedó por fuera. Pero no hay de qué preocuparse: nueve años después Fabio Castillo publicó Los nuevos jinetes de la cocaína.

UN PASAJE “Escobar (quien ha usado alternativamente como sus nombres los de Pablo Carrilla, Emilio Gaviria, y Pablito), inició su autobiografía en una indagatoria: ‘Mi nombre es Pablo E. Escobar G., natural de Rionegro, Ant. Hijo de Abel y Herminda, de 26 años (en 1976), estado civil casado, de profesión negociante, residente y cedulado en Envigado. Actualmente comerciante en el ramo de comisiones en venta de vehículos particulares; siempre he trabajado independientemente en el ramo de las comisiones de negocios y me he dedicado a la ganadería y agricultura en general, en una finca de mi papá en Rionegro. Pueden testificar de mi conducta Humberto Vargas, quien trabaja para la Gobernación, y Federico Montoya. Poseo un capital de $180.000 a $200.000, representados en vehículos, unas 10 vacas y sembrados agrícolas. Yo vendía en Turbo marmolería y lápidas. Mis ingresos son más o menos $8.000 mensuales’”

3. El libro que no pude escribir, Germán Castro Caycedo

QUÉ ES  En 1996, el maestro Germán Castro Caycedo publicó un libro de entrevistas a personas  que vivían en el anonimato. Una de esas entrevistas tiene el llamativo titulo de El libro que no pude escribir. Su protagonista, por su puesto, es Pablo Escobar. “Con Pablo Escobar lo que hice fue hablar unas ocho veces,” afirmó Caycedo, “después de una tremenda pesquisa (enfatiza su tono irónico), lo encontré sentado en el Congreso de la República como Representante a la Cámara y le propuse que me contara su vida y me dijo que sí. Entonces fui a Medellín a hablar con él para preparar el método para entrevistarlo, porque tenía mucha información. Él sabía todo lo de los bandidos de Antioquia y para encontrar el método hablé unas ocho veces con él ¡sin grabar! Y cuando íbamos a comenzar, le pusieron la bomba en su edificio Mónaco y yo pensé: ‘Miércoles, acá hay una guerra, mejor me quito de aquí’, y no volví.”

POR QUÉ VALE LA PENA Es probable que nos reprochen no haber reseñado acá Operación Pablo Escobar, el nuevo libro de Caycedo sobre el Patrón, pero tenemos nuestras razones. La primera es que la reportería de este primer trabajo tiene la virtud de haber contado con el Pablo Escobar de carne y hueso. Es ese contacto directo el que permite a Caycedo dibujar algunos rasgos bastante particulares de Escobar, como su afición por la cerveza sin alcohol, su interés académico por la historia del narcotráfico colombiano y su costumbre de fumar marihuana a escondidas de su familia. Pero otra cosa que hace que este sea un texto singular es que más que un perfil, o una entrevista, se trata de una crónica sobre el intento fallido de entrevistar a Escobar. “Soy todo lo que quise ser: un bandido” es una de las primeras frases que le dice el capo a Caycedo, y de ahí se desprende un perfil fallido sobre uno de los personajes definitivos en la historia de Colombia. El libro que nunca pude escribir es un recetario del trabajo de Caycedo, quien explica sus estrategias para acercarse a un personaje como Escobar: no llevó su fiel grabadora a los encuentros para no comprometerlo antes de haber encontrado una estrategia para la entrevista, desde un principio le explicó que su interés era entender el fenómeno del narcotráfico y no prender uno de esos ventiladores mediáticos plagados de nombres propios (“no me diga nombres”, le pide Caycedo a Escobar) como los que inundan los grandes titulares de la actualidad. Este texto es, en últimas, un gran manifiesto sobre el oficio del periodista. Además, es una muestra clara de la narración de Caycedo y su talento para apropiarse de sus personajes, de sus voces, de sus ritmos.

LO MALO Lo terrible de la lectura de este retrato es quedar con el sabor en la boca de lo que pudo haber llegado a ser uno de los textos más apasionantes sobre Pablo Escobar.

UN PASAJE Ante una mesa llena de balas que Escobar dispuso a petición suya, Caycedo escribe: “De todas ellas me impresionó y me sigue impresionando una más corta pero pesada, gruesa: cobre en la punta. Cobre la vainilla. Una bala que esa noche brillaba más que las demás.

–Es que el que la usa es más escrupuloso y vive brillándolas –dijo con una sonrisa, sin levantar la cara del pequeño montón–. Esa es la calibre cuarenta y cinco. Mire: esta cuartenta y cinco es para matar elefantes. Aquí en Colombia la usan con las subametralladoras Ingram israelíes o con la pistola Colt.

–¿A quien recuerda que hayan matado con esa?

Pensó un segundo y luego soltó:

–Leí en la prensa que a Lara Bonilla. Al ministro de Justicia. Con esta no se salva nadie.

(Silencio)

Escobar entendió la pausa y sólo despegué los ojos de la palma de su mano cuando preguntó:

–Usted era amigo de él, ¿Verdad?

–Sí.

–Esta guerra… Hombre.”

4. Un fin de semana con Pablo Escobar, Juan José Hoyos

QUÉ ES Exactamente lo que promete su título: la oportunidad de estar un fin de semana y en familia en la Hacienda Nápoles con el dueño del hogar. En los años ochenta, Juan José Hoyos viajó al palacete de Pablo Escobar con la intención de hacer un perfil humano de un personaje que ya empezaba a generar dudas en el panorama nacional. La nota se la habían encargado en El Tiempo, donde trabajaba, y antes de que llegara a ser publicada, Semana lanzó el polémico y célebre artículo El Robin Hood paisa, le dedicó su portada a Escobar y lo pintó como un hombre que trabajaba para las bases populares. Todo el mundo se fue contra Semana y en El Tiempo prefirieron archivar la nota de Hoyos. Veinte años después, Hoyos volvió a escribir su nota y la publicó en la revista El Malpensante.

POR QUÉ VALE LA PENA  Si bien existen varios retratos íntimos de Escobar (escritos por Virginia Vallejo, su hermano, etc.) este es el único escrito por un periodista. Y eso hace una diferencia importante. Se trata de un relato lleno de miedo, de presencias oscuras y episodios de thriller. En Nápoles, muchos de los rumores sobre Escobar toman dimensiones mucho más reales: su costumbre de dormirse muy tarde y levantarse entrada la tarde, su papel de anfitrión. Conocemos a un Pablo Escobar de primera mano. No sabemos que el Capo tiene dentro de su zoológico un delfín porque alguien lo cuente, sino porque Hoyos acompaña a Escobar hasta el lago artificial en el que, luego de traerlo en un avión “envuelto en bolsas plásticas llenas de agua y amarrado con sábanas para evitar que se hiciera daño”, Escobar soltó al animal. Además, Hoyos contó con la inmensa suerte de que ese preciso fin de semana llegaron como invitados varios políticos a la casa de Escobar. Entre ellos estaba Alberto Santofimio, con quien Hoyos sostiene una incómoda conversación en la que el político le pregunta qué está haciendo allá. “Lo mismo que usted”, le responde Hoyos.

LO MALO Hay un solo detalle imperdonable, y es que en un reportaje repleto de aciertos narrativos, de detalles originales y de rigor descriptivo, Hoyos despacha a unos de sus personajes principales como “el hombre con cara de asesino”. Esa descripción tan plana, y que se repite una y otra vez en el texto, chilla dentro del texto de Hoyos.

UN PASAJE “Empezamos a ver los hipopótamos, los elefantes, los canguros y los caballos que corrían libres por el campo verde. Mi hijo le dio de comer a una jirafa a través de la ventanilla del auto, con la ayuda del guardaespaldas. A medida que nos adentrábamos en la hacienda íbamos cruzando puertas custodiadas por guardianes. En cada puerta, el guardaespaldas mostraba una tarjeta escrita de su puño y letra por el patrón. Con la tarjeta, las puertas se abrían de inmediato como obedeciendo a un conjuro mágico. Junto a una de las últimas había un carro viejo montado en un pedestal.”

5.  Los archivos privados de Pablo Escobar, Marc de Beaufort

QUÉ ES Setenta minutos de Pablo Escobar montando moto con su familia en alguna de sus haciendas, registros de sus discursos públicos, entrevistas en la que su madre habla con algo de descaro sobre su Pablo y el relato de su prima contando un 24 de diciembre en la Hacienda Nápoles.

POR QUÉ VALE LA PENA  Esa manera de hablar de Pablo Escobar, entre tímida y vehemente, con espacios entre palabras que hacen pensar que estuviera sin aliento, su andar bamboleante y pausado, sus discursos públicos y sus carácter íntimo se pueden ver en este documental. Su madre, un personaje vital en la vida y en el carácter de Escobar, es una de las cosas que acaparan la atención. “Yo no le tenía que preguntar nada a Pablo porque él me lo decía”, cuenta Herminda Gaviria, “me decía: me van a meter en este rollo. Yo me volví malo con la bomba… Yo no voy a decir que soy el mismo de antes porque a mí me enseñaron a ser malo.” El documental tiene además muy buenas imágenes de archivo de los terrores del Patrón.

LO MALO El documental no brilla por su manufactura. Le sobra una banda sonora con música de radionovela y unas narraciones más bien insulsas. Además, no hay un ejercicio de verificación, de contraste de información. Al final el documental vale la pena, únicamente, en calidad de archivo. De fuente de imágenes y de testimonios.

BONUS TRACK: The memory of Pablo Escobar, James Mollison

Aún no llega a Colombia y no hay noticias de una posible traducción. Pero sin duda, este gordo libro de 360 páginas con centenares de fotografías (muchas inéditas) recopiladas por el fotógrafo James Millison promete algo que hasta ahora nadie había hecho, al menos, en un proyecto de esta envergadura: contar la versión pictórica de Pablo Escobar. Habrá que esperar o pedirlo en Amazon y rogar para que que el envío de este libro de 1.3 kilos no salga muy caro.

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