El Cerrejón, con 69 mil hectáreas, es una de las minas de carbón a cielo abierto más grandes del mundo. Solo en 2017 produjo casi 32 millones de toneladas de carbón, y exportó el 99% de esa cantidad. La extracción implica remover enormes cantidades de material y transportarlo por vías secas y polvorientas. A pocos kilómetros de ahí, la población, indígenas wayúu en su mayoría, denuncia las consecuencias de la minería en esa región semidesértica.
La huella del Cerrejón se siente en todas partes. En las nubes de polvo que salen del socavón de la mina; en las explosiones que hacen temblar las casas todas las mañanas; en las hojas de los árboles, siempre cubiertas de un polvo denso y oscuro; en el olor a azufre que impregna los pueblos vecinos cada vez que llueve. Según la genetista e investigadora Grethel León, autora de una de las varias investigaciones sobre las consecuencias de la minería de carbón en La Guajira, “la contaminación se percibe en las sábanas que las mujeres cuelgan a secar, en la comida que dejan reposando en la cocina y en la ropa que se ponen. Está en todas partes”.
La contaminación también afecta los organismos de pobladores que viven cerca a la mina y que denuncian cómo la explotación de carbón los perjudica.
Rosa Mateus, abogada del Colectivo de Abogados José Alvear Restrepo, que lleva uno de los casos de daños a la salud de un menor en la región, explicó que en la zona hay otros casos. “Es el reflejo de muchos otros niños, de muchas otras personas, que en este resguardo y en otros están muy enfermos. Se trata ya de un tema de salud pública que el Estado colombiano no lo ha querido ver así”.
Documentamos algunas de las historias de quienes viven las consecuencias de la explotación minera.
Mucho se habla de la calidad del aire en las grandes ciudades afectadas por la contaminación de combustibles fósiles, pero las áreas donde se registran actividades de minería, especialmente a cielo abierto, también están expuestas a contaminantes que resultan de la extracción con partículas que se quedan en la atmósfera.
Para extraer carbón se remueve una gran cantidad de material estéril. Esto requiere perforar y volar zonas, usar excavadoras, vehículos de transporte, cargadores, almacenar el material estéril y además el carbón. En todas esas operaciones se expulsan partículas que permanecen suspendidas en el aire, o que viajan a los alrededores de la mina por medio del viento.
En La Guajira, esas operaciones están a cargo del Cerrejón, la compañía minera más grande del país, con unas de las minas de cielo abierto más grandes del mundo, cuyos accionistas son las trasnacionales Anglo American, BHP y Glencore.
El volumen de la operación minera en La Guajira trae como consecuencia el aumento de los niveles de contaminación y deterioro de la calidad del aire. A eso se suma que la mina está en una zona de clima desértico y con condiciones meteorológicas propicias para las altas concentraciones de polvo atmosférico.
La concentración y el tamaño de las partículas emanadas determina cuán peligrosas pueden ser para la salud humana. Se considera que las partículas menores a 10 micrómetros de diámetro, conocidas como PM10, pueden ser inhaladas y afectar a la salud; aquellas con un diámetro menor, como las de 2,5 micrómetros, son todavía más peligrosas. El tamaño determina en qué lugar del sistema respiratorio quedarán retenidas y su nivel de peligrosidad.
Las partículas suspendidas son una mezcla de materiales sólidos y líquidos que se quedan en el aire y pueden ser potencialmente dañinas. Por esto la Organización Mundial de Salud ha establecido parámetros de medición y riesgo.
La investigadora Grethel León hizo parte del equipo de la Universidad del Sinú y la Universidade Federal do Rio Grande do Sur, de Brasil, que en 2010 estudió el impacto de la explotación de carbón en la salud humana. El grupo realizó estudios genotóxicos en 200 trabajadores de la mina para medir el impacto del problema, y encontró que la frecuencia de daño celular en los trabajadores del Cerrejón era significativamente más alta que en el grupo de control, que no estaba en contacto con la mina. Los científicos también encontraron que los trabajadores de la mina tenían altas concentraciones de elementos inorgánicos, como el aluminio y el sílice.
Otros investigadores de la Universidad del Sinú estudiaron el impacto de la contaminación en las poblaciones vecinas a la mina (Provinciales, Cuestecita). Encontraron que la población allí tenía un índice alto de níquel, manganeso y bromo; y estaban en riesgo de contraer enfermedades respiratorias, del corazón, de la piel, del estómago, y algunos tipos de cáncer.
Otros estudios describen los potenciales daños para la salud de los trabajadores de la mina y pobladores cercanos al Cerrejón, pero la empresa insiste en que los estudios no son suficientes, y afirma que las variables están mal definidas. Además, sostiene que controla la calidad del aire en la mina y sus alrededores, y que no existen víctimas que puedan ser atribuidas a su operación. Sin embargo, varios trabajadores, exoperarios y vecinos sostienen lo contrario.