Hoy, a las dos de la mañana, murió «la loquis» que luchó contra la dictadura, la homofóbia, los tabúes y la sociedad conservadora. El periodismo, la literatura y el arte extrañarán a la yegua más salvaje del sur: Pedro Lemebel.
Hoy, a las dos de la mañana, murió Pedro Lemebel: “un drogadicto”, en sus propias palabras, “un homosexual, un traficante”, una yegua literaria. Pedro Lemebel, que luchaba con un cáncer de laringe desde hace tres años, fue eso y más. Fue una voz disidente dentro de la escena literaria y social de Chile. Su novela Tengo miedo torero cuenta una tumultuosa historia de amor en el Chile de Pinochet. Fue también artista visual y líder del colectivo Las Yeguas del Apocalipsis, con quienes cabalgó desnudo en la Facultad de Artes de la Universidad de Chile, se apareció en la entrega de los premios Pablo Neruda con una corona de espinas y bailó cueca sobre vidrios.
Pero por encima de cualquier cosa, Lemebel fue un cronista. Uno de los buenos, uno que el también desaparecido Carlos Monsiváis llamó un fenómeno “en su doble acepción: es un escritor original y un prosista notable y, para sus lectores, es un freak, alguien que llama la atención desde el aspecto y rechaza la normalización ofrecida”.
Las crónicas de Lemebel, desperdigadas en internet y compiladas en libros casi imposibles de conseguir en Colombia, son un retratos de una brutalidad poética y periodística innegable. Habló de lumpen, de las orillas de las ciudades, de los márgenes y las marginalidades de su Chile natal, de SIDA, de drogas, de la belleza de los encuentros nocturnos y de la esperanza que surge entre los escombros.
El año pasado fue nominado al Premio Nacional de Literatura de su país, pero al final Antonio Skármeta se quedó con el premio. Su muerte es una herida profunda para la crónica latinoamericana.
