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Las crónicas del subsuelo de Pedro Lemebel

Mariana Serrano Zalamea es una de las lectoras de Pedro Lemebel más juiciosas que conocemos. Por esto, le pedimos que nos contara quién era él y cómo era su trabajo. En tiempo récord, nos mandó esta nota.

por

Mariana Serrano Zalamea


23.01.2015

Foto tomada de http://www.t13.cl

El recién fallecido cronista Pedro Lemebel (Santiago 1952-2015) escribió siempre desde el subsuelo de una Santiago poblada por “ciudad-anos” (Homoeróticas urbanas), como le gustaba llamar a los travestis y homosexuales habitantes de la noche de esa capital austral. La esquina es mi corazón (Seix Barral, 1995), Loco afán (crónicas de sidario) (1996) Serenata cafiola (2008), Adiós mariquita linda (2005), son algunos de los libros que compendian sus mejores crónicas. Este género se vuelve expresión de una identidad marginada en su pluma original. Aquellos personajes que viven en las orillas de lo proscrito y oculto cobran realce con los trazos de su escritura prosaica y, a la vez, estilizada. Además de su expresión escritural, fue un artista visual y cada etapa de su creación performativa (a través del colectivo las Yeguas del Apocalipsis) fue un testimonio de la cultura chilena de la resistencia a cualquier tipo de autoritarismo.

Escritor admirado por su originalidad, se convirtió en un personaje de culto dentro del panorama latinoamericano de las escrituras que beben de la fusión de la ficción con el periodismo. A ello contribuye, sin duda, que sus libros no se consiguen con facilidad fuera de Chile. Lemebel escogió la crónica “Noche payasa” como una de sus favoritas de las muchas publicadas en The Clinic, semanario chileno que amalgama la sátira con el humor político y la crítica social. En unas breves líneas capta un encuentro amoroso y descarnado en todo su melodrama y con un desenlace inesperado:

Aquella agitada contorsión sexual dejó agotado al potente hombre que al instante se quedó dormido a raja suelta roncando el relajo de la evacuación. Eso sería todo, se dijo la loca, bajándose silenciosamente del catre para buscar en la oscuridad sus flamantes zapatillas. Y buscó y buscó a tientas bajo la cama sin encontrar ni rastros del calzado…

Pero no todos sus textos desnudan sin ambages el mundo trasvestido. Hay otros en donde predomina la sutileza, la poesía y los silencios que hablan de lo impronunciable y lo clandestino. Una muestra de este tipo de sensibilidad es la crónica “Un departamento en el cuarto piso”, compilado en Serenata cafiola:

Y luego apaga la luz, como si supiera que alguien lo espía desde algún departamento vecino. Pasan unos minutos, a veces una hora, hasta que nuevamente se enciende la misma lámpara otoñal en la ventana de don Raúl, y su mano enguantada acomoda el sillón junto al vidrio que refleja la silueta de una mujer fumándose la noche hasta la amanecida. Pero don Raúl no fuma, no toma alcohol, porque su hijo médico se lo tiene prohibido. (p. 64).

La brevedad y las voces de la oralidad, rasgos de los buenos cronistas, afloran en muchas de las piezas trazadas por Lemebel. Imposible olvidar “Quién mató a Víctor Jara” en donde relata una escena en un avión en donde Isabel Parra, cantante y folclorista chilena hija de la también folclorista e icónica Violeta, regresa a Chile y decide denunciar la impunidad de los crímenes de la dictadura frente a unos atónitos pasajeros que comparten la cabina con ella:

Entonces, parándose del asiento, caminó por el pasillo directo hasta la gran pantalla donde se proyectaba la cordillera azulina en todo su esplendor: QUIÉN MATÓ A VÍCTOR JARA, escribió en el lienzo fosforescente con letra temblorosa, QUIÉN MATÓ A VÍCTOR JARA, lo leían los pasajeros, con un gesto de sorpresa y temor… La letra del gesto rasguñó la nieve al estampar con amor la tersura del nombre. En cada letra iba un verso, en cada entreletra otro nombre, los mil nombres del asesinato y la desaparición (Serenata cafiola, p. 74).

¿Y cómo describía sus creaciones el propio Lemebel? Definía la crónica como “la tentación de iluminar el suceso crudo y apagarle la luz a la verdad ontológica” y cuestionaba el monopolio académico de los saberes: “siempre odié a los profesores de filosofía, en realidad a todos los profesores. Me cargaba su postura doctrinaria sobre el saber, sobre los rotos, los indios, los pobres, las locas. Un tráfico de [discursos] del que éramos ajenos. Esa es la razón por la que mis escritos pasan siempre por medios masivos antes de transformarse en libros. Es una costumbre heredada de la dictadura. Algo así como ‘hacer graffiti en el diario’” (Juan Poblete, “La crónica, el espacio urbano y la representación de la violencia en la obra de Pedro Lemebel”, en Boris Muñoz y Silvia Spitta, eds., Más allá de la ciudad letrada: crónicas y espacios urbanos, Pittsburgh, Instituto Internacional de Literatura Iberoamericana, 2003).

La muerte de Pedro Lemebel sirve de disculpa para recordar por todas las esquinas de la geografía de nuestra región una obra gritante de libertad y originalidad. Ojalá las librerías colombianas se encarguen de ofrecer varios de sus títulos aún poco explorados por los lectores nacionales. Sin duda, para aquellos interesados en indagar por los cronistas latinoamericanos, este chileno hace guiños y ademanes para repensar los espacios y las voces silenciadas por los estereotipos y los discursos dominantes en nuestras ciudades tan llenas de complejidades, diversas pieles y máscaras.

* Mariana Serrano Zalamea es profesora, investigadora y traductora de la crónica literaria latinoamericana. 
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