«Arrebatado por un ímpetu de odio feroz —y a la vez con la calma un poco vulgar de quien ha hecho un cálculo— se alza frente al cuadro sobre el cual estaba inclinado, se desabotona la bragueta y orina encima de él.»
«Los primeros datos de esta historia consisten, muy modestamente, en la descripción de una vida familiar. Se trata de una familia pequeño—burguesa: pequeño—burguesa en el sentido ideológico, no en el sentido económico. Es, en verdad, el caso de personas muy ricas que viven en Milán. Creemos que no será difícil para el lector imaginar cómo viven estas personas, cómo se comportan en sus relaciones con su medio (que es precisamente el de la rica burguesía industrial), cómo actúan en su círculo familiar, etcétera. Por otra parte, creemos que tampoco será difícil imaginar a cada una de estas personas (y por este motivo nos permitiremos ahorrarnos algunos de los detalles habituales que nada agregan de nuevo): no son, en modo alguno, personas excepcionales, sino gente más o menos corriente.»
«Entonces podríamos dividir la película en dos partes. La primera como una invitación a la fractura, al quiebre de las estructuras burguesas y conservadoras en las que vive la familia protagonista. Se despiertan maneras torpes de relacionarse, confundiendo los afectos con la pasión en respuesta a la apatía constante en que vivían. La segunda parte del filme correspondería a la búsqueda de ellos mismos tras el abandono, así como también el escape tanto físico como psíquico.»
Pedro está inclinado sobre unas hojas blancas. Dibuja.
Está a tal punto concentrado en su tarea (dibuja una cabeza que se parece,
torpemente, a la del huésped) que se olvida de que está solo y habla en voz
alta, juzgando lo que hace.
Está disgustado: el desagrado y la decepción que le producen sus dibujos es como un espasmo que le desfigura los rasgos y le enronquece la voz.
[…]
Hay que inventar nuevas técnicas que sean irreconocibles, que no se parezcan a ninguna operación precedente, Para evitar así la puerilidad y el ridículo. Hay que construirse un mundo propio, con el cual no haya comparaciones posibles. Para el cual no existan medidas de juicio anteriores. Las medidas deben ser nuevas, como la técnica. Ninguno debe entender que el autor no vale nada, que es un ser anormal, inferior, que es como un gusano que se retuerce para sobrevivir. Ninguno debe pescarlo en falta de ingenuidad. Todo debe presentarse como perfecto, basado sobre reglas desconocidas y, por lo tanto, imposibles de juzgar. Como un loco: sí, como un loco. Vidrio sobre vidrio, porque Pedro no es capaz de corregir, pero ninguno debe advertirlo. Un trazo sobre un vidrio corrige, sin ensuciarlo, otro trazo antes pintado sobre otro vidrio. Pero todos deberán creer que no es el ardid de un incapaz, de un impotente, sino una decisión resuelta, impertérrita, altiva y casi feroz: una técnica apenas inventada y ya insustituible. O bien celofán o gasa pegados sobre vidrio, y el todo transparente sobre unos cuantos trazos que, por casualidad, han salido bien sobre el cartón, después de mil ensayos penosos y mil otros cartones desgarrados.
[…]
Pedro está
frente a un cuadro recién terminado, en su nuevo estudio (sin duda en el centro
de la ciudad). Se trata, simplemente, de una superficie pintada de azul (el
mismo azul con que solía pintar los ojos del huésped). Es el azul de su
recuerdo. Pero el azul, por sí solo, no basta. El azul no es más que una parte.
¿Quién puede dar a Pedro el derecho de hacer semejante mutilación? ¿Qué
ideologías, se pregunta, pueden justificarla? ¿No eran mejores, acaso, los
primeros, míseros intentos de retratos parecidos? ¡Ah! La verdad es ésta: tanto
las superficies hechas únicamente de azul, como los retratos realistas no son
sino pretextos inútiles y absurdos. Y él no pinta ni ha pintado nunca para
expresarse, sino quizá tan sólo para que todos sepan su impotencia.
Arrebatado por un ímpetu de odio feroz —y a la vez con la calma un poco vulgar de quien ha hecho un cálculo— se alza frente al cuadro sobre el cual estaba inclinado, se desabotona la bragueta y orina encima de él.