Día #15 «…y llevo de nuevo en mí un vacío devorador que sólo sacia tu cuerpo apretado contra el mío.»
«…y llevo de nuevo en mí un vacío devorador que sólo sacia tu cuerpo apretado contra el mío.»
«…y llevo de nuevo en mí un vacío devorador que sólo sacia tu cuerpo apretado contra el mío.»
Extrañándonos
«…y llevo de nuevo en mí un vacío devorador que sólo sacia tu cuerpo apretado contra el mío.»
Carta del filósofo André Gorz a su esposa Dorine Keir, antes de suicidarse juntos en 2007.
―Katherin Andrea Murcia
14A.
Cosas que te pasan si estás vivo por Liniers
14B.
―Y ese… ¿quién es?― señalé a la figura negra acurrucada en un rincón.
―Es Hans, te lo presenté hace unos años, ¿acaso lo olvidaste?
―No lo sé, no recuerdo bien.
―La verdad se llama Angst, pero prefiere Hans, está cansado de su única habilidad para hacer desorden y cree que cambiándose el nombre va a poder negar su identidad.
―Ah, pobre. ¿Y por qué no habla?
―Tiene delirios de desaparecer. Está convencido de que quedándose callado algún día lo logrará.
―Pero, ¡si eso no funciona! ¡Siempre pierde la cordura cuando explota y termina volviendo mierda todo lo que te molestas en organizar!
―Veo que ya te acordaste―. Paró y me miró fuertemente. No es así de fácil, yo puedo reorganizar siempre y no me molestará, es mi trabajo. A quien realmente afecta es a ti, y justamente de ti depende enseñarlo a comportarse, nunca ha sabido como caminar por acá.
Me dieron rabia sus palabras y en ese momento decidí irme, volvería mañana cuando estuviese más calmada. Por ahora, me dedicaría de nuevo a las actividades y distracciones del mundo exterior. ¡Qué descaro! Echarme la culpa a mi por los desastres del otro, como si fuese mi responsabilidad.
―Sofía Salamanca
14C.
Ahora no, Bernardo por David McKee
14D.
Si hay algo peor que estar en cuarentena, es estar en cuarentena con el corazón roto
Sólo casi 4 años, qué son. Casi 1460 días, 4 primaveras en otro lugar, 8 cumpleaños no tan bien celebrados y más tiempo del que cualquiera podría apostar. Hay quienes piensan que es mucho tiempo, yo pensaba que era muy poco para dos personas que planeaban pasar su vida entera juntos, aunque no planeáramos mucho además de estar juntos. Y ahora me quedé sin planes.
Les contaré a los que piensan que 4 años es mucho que se equivocan, es muy poco, y no por la idea de tener toda la vida en comparación, sino porque 4 años después mientras esperas a que sea media noche entiendes que ni la vida entera te fuera bastado para cansarte de él, para querer ya no escuchar su voz o tocar sus manos. Pero ya no me queda más tiempo.
Sigo muy enojada porque no me permitiste equivocar otra vez, por dejarme la amargura de los cobardes que no hacen hasta lo imposible por amor, por volverme una cobarde. Sigo enojada por como la vida probó que el miedo puede ser más grande que el amor y la dignidad tan poco basta en comparación al dolor, porque no se pueda volver atrás una semana ni con la caricia más sublime y porque el último beso que me diste no me alcanzó para despedirme. Odio que la distancia que tanto odiamos en el pasado se convirtiera en lo único que quisieras entre nosotros. Odio como la lluvia que ansiábamos para que no nos matara el calor ni nos delatara el ruido sea todo lo que me acompaña esta noche, como si la vida no fuera demasiado cliché para que ahora lo sea también el clima.
El problema ahora es que lo que me agobia no es la amargura presente o pasada, lo que me agobia son los momentos que gozaron de instantes de perfección, de una brizna de absoluta felicidad, si pudiera traer a mí todas las lágrimas y desengaños, todas las decepciones, lo haría con gusto solo para acaparar la nostalgia.
Pero me quedé con todo, me quedé con los poemas que un chico pretencioso escribió, con la acidez de una limonada con azúcar, con un primer beso que, aunque despedida pudo estremecer las placas tectónicas del infinito, un beso tan diferente al último. Me quedé con la mejor primera cita del mundo dónde dos locos acostados en un parque cantaban y luego en una banca de un parque distinto miraban las estrellas hasta la madrugada, en dónde una tonta niña cursi declaró que todas las noches serían hermosas mientras tu estuvieras. Mientras te apodaba cielo y tú no hacías caso a la advertencia sobre los espectros que rondaban, ni de lo lejos que estaba la luz del sol.
Amé las fotografías que me tomabas dormida, amé cómo me miraste el día que estuve esperándote en el terminal con mi cabello corto, y lo feliz que te pusiste cuando te di por primera vez un regalo, recuerdo como corrí a comprarlo cuando recibí mi primer pago de ese semestre. Amé la primera vez que dormimos juntos y cómo igual a casi todas las otras veces me la pasé intentando arroparte, amé cuando me llevabas a casa a la madrugada para que nadie notara que pasaba toda la noche fuera, aunque creo que todos lo notaban igual. Amé la primera vez que me dijiste te amo, acostado sobre mis piernas en un andén, amé que fueras el primero en decirlo, amé que casi todo fueron primeras veces contigo. Y amé la posterior afición a los records que se impuso un año nuevo o una navidad, no lo recuerdo, sólo recuerdo los encantos del whisky.
Nunca olvidaré la nota que dejaste una mañana antes de irte al trabajo con el más sincero: quédate, de cuando los debo irme también eran sinceros. Y aún menos olvidaré cómo después de tocarme por última vez dijiste que querías que me fuera esa misma noche.
Hace 4 años me llamaste por teléfono, nuestra ubicación geográfica era la opuesta y si alguien me fuera dicho lo fácil y lo difícil que iba a ser todo, no habría contestado.
―Jessica Cruz
14E.