“…Lo que te perturba, lo que te conmueve, lo que te da miedo, pero que a veces te entusiasma, no es lo repentino de tu metamorfosis, es, al contrario, justamente el sentimiento vago y pesado de que no se trata de una metamorfosis, de que nada ha cambiado, de que siempre has sido así… Solamente […]
“…Lo que te perturba, lo que te conmueve, lo que te da miedo, pero que a veces te entusiasma, no es lo repentino de tu metamorfosis, es, al contrario, justamente el sentimiento vago y pesado de que no se trata de una metamorfosis, de que nada ha cambiado, de que siempre has sido así… Solamente importa que el tiempo pase y que nada te alcance…»
Voy aprendiéndome la sala de memoria, la eterna poltrona corrida, las sillas negras, siempre frías, el bombillo que no prende. Voy andando descalza porque nunca encuentro las benditas chanclas y recojo el mugre entre mis dedos y se siente feo porque tengo que limpiarme antes de subir a la cama. Voy olvidándome de mis días ordinarios y la vida empieza a sentirse lejana, estar en Bogotá suena lejano, salir a fumarse un cigarro suena lejano, todo suena a que pasó hace meses y ni siquiera va uno solo. Me voy desesperando, algunas noches me ganan las preguntas sobre el futuro, nunca he sido una fatalista pero parece que todo puede conmigo ahora, el calor de las cobijas en la noche, mi abuela roncando en la habitación contigua, los fantasmas que me invento cuando apago la luz del estudio y subo corriendo las escaleras.
―Julia
9C.
Es que, ¿a
qué pendejo se le ocurre comerse un murciélago?
¿Cómo sonaba mi rutina antes de que un pendejo decidiera comerse un murciélago? ¿Cómo suena ahora? Clases virtuales, pantallas de todas las formas, colores y sabores, multiplicación de platos, lavados de manos y así: un día en cuarentena.
― Liliana Cobos, Maria Paula Rubiano, Kevin Caballero y Juliana Casas