Cincuenta mil venezolanos pidieron asilo el año pasado en el mundo. Uno de ellos es Giclixf Adolfo Urrutia, un activista antirrevolucionario a quien el gobierno venezolano acusa de terrorismo y de incitar el magnicidio de los líderes del chavismo.
Tengo una cita con un terrorista. Lo conocí en una charla pública sobre refugiados en el centro de Bogotá. Me dio su número de WhatsApp para hablar sobre la lucha en Venezuela. No quiso hacerlo por hacerlo y no fue fácil cuadrar un encuentro. Pero al final nos vemos en el aeropuerto El Dorado poco antes de que abordara un avión para salir a otro país, buscando refugio.
Es mayo. Al llegar, encontré un hombre de 40 años, vestido de negro y con peinado militar tan corto como su barba de tres días.
Me saludó con reserva.
A su lado tenía una maleta deportiva gigante. “Mi espada”, se disculpó, y agregó rápidamente para tranquilizarme, “soy esgrimista y lo llevó a todos lados”. Aunque lo llaman terrorista en su país, acá en Colombia es uno de los tantos refugiados venezolanos que llegaron en los últimos años. De hecho, es el único atleta que solicitó a la Federación Internacional de Esgrima (FIE) participar en los próximos Juegos Olímpicos bajo la bandera de los refugiados.
Se llama Giclixf Adolfo Urrutia o Giclixf Urr, como firma sus libros. Es un nombre vasco, pero no tiene nada que ver con el grupo terrorista de la ETA, asegura. Es un activista sin pausa, un politólogo sin aula, un artista sin taller y un ciudadano sin patria. Dependiendo en qué contexto se encuentre, lo llaman refugiado, asilado, exilado o expatriado.
La decisión de salir de su país se le puso encima cuando Diosdado Cabello Rondón, segundo mando en la jerarquía venezolana, señaló publicaciones de su twitter @ResistenciaZ como actos de terrorismo. Durante una rueda de prensa, Cabello mostró a las cámaras una copia impresa de la publicación y con palabras enfáticas añadió: “Así actúa la derecha venezolana”.
Es un activista sin pausa, un politólogo sin aula, un artista sin taller y un ciudadano sin patria
El panfleto –que todavía está publicado– acusa a varios altos mandos del gobierno regional del Estado de Zulia de diferentes delitos bajo el título: “Se buscan vivos o muertos”. Está firmada por la “Escuela de Guerra Política de la Resistencia Zuliana” que hace parte de RAZA (Resistencia Zuliana), un grupo que fundó Giclixf con otros compañeros para promover la autonomía para el Estado de Zulia.
Al final de la transmisión, Silva mostró una foto de Giclixf en primer plano y dijo, “el mismísimo que está propiciando el magnicidio se llama Urrutia Bracho Giclixf Adolfo, vive en Maracaibo. Es él quien tiene el twitter ResistenciaZ, el mismo que está incitando al magnicidio del presidente de la República y al asesinato selectivo a líderes de la Revolución, el mismo que está llamado al separatismo del Estado de Zulia”.
“Fue en el canal nacional del gobierno del VTV (Venezolana de Televisión), en un programa de gran audiencia a las 8 de la noche, lo ve todo el país”, cuenta Giclixf, nervioso aún por el recuerdo del día en que lo acusaron públicamente de ser terrorista.
Aunque Giclixf se define a sí mismo como “defensor de la lucha no-violenta como lucha política” es difícil compaginar esa imagen con sus trinos. Hay cientos de ellos publicados en los últimos años en que claramente llama a la violencia: “Venezolanos en el exterior están organizando un fondo de 5 millones de dólares de recompensa para quien dé de baja a @NicolasMaduro ¡APOYA!” (10/05/2017); “A todos los guerreros de la Resistencia: Tumbar postes de luz cercanos a los centros electorales, lanzar molotovs a los efectivos x la noche” (24/07/2017); “Por cada uno de los nuestros caídos (…) habrán 10 de ellos colgados como Musolini” (06/04/2017); “UNA MOLOTOV LLENA DE FE” (07/06/2014). (sic.)
La huída
Giclixf nació en Maracaibo, donde estudió ciencia política. Luego, estudió comunicaciones sociales en Caracas. Desde la universidad, se vinculó a movimientos estudiantiles opositores. Cuenta que en 2002 imprimó con varios amigos periódicos y pasquines antichavistas y los distribuyeron por todo el país con la ayuda de una red estudiantil. Fueron “casi 5000 ejemplares”, afirma y hace un gesto de cierta satisfacción amarga.
Lideró manifestaciones por la libertad de los presos políticos, muchos compañeros suyos. Él mismo, cuenta, estuvo detenido varias veces entre los años 2009 y 2011. Salió libre, pero siguió en la mira de la Policía. “Cuando tienes que ir cada 15 días al Tribunal, poner tu huella y no podes salir de la ciudad, eres preso pero no”.
Poco después de las acusaciones mediáticas, Giclixf publicó su primer libro con el título La República del Demonio Negro. El subtítulo aclara que se trata de “una novela protesta en tiempos de la revolución roja”. Según Giclixf, él y su grupo fueron declarados objetivo militar por una organización de paramilitares de la izquierda llamada “La Piedrita”. Dice que poco después de la publicación, la Policía allanó su casa y detuvo a su esposa por unas 20 horas. Ella le avisó que varios altos funcionarios le dijeron que “si yo me iba a Colombia ellos iban a pagar a un sicario para que me volará la cabeza”.
En este momento sabía que Interpol no me estaba buscando, no es fácil saber eso, por casi 30 días tenía un miedo, pensé que me estaban buscando por separatista y terrorista
Decidió irse. Disfrazado de labriego cruzó la selva de la Sierra de Perijá en la frontera de Venezuela y Colombia. Llegó a Maicao y luego a Barranquilla. En ningún lado se presentó a las autoridades colombianas. Pensó: “Si voy a pedir asilo me van a devolver, me van a reportar y entregar al gobierno (venezolano). Tenía miedo, porque el presidente Juan Manuel Santos era el nuevo amigo de Chávez”.
Su plan era llegar a Panamá. Pero como tantos otros refugiados que toman este camino, se enfrentó con un obstáculo natural casi impasable: el Tapón del Darién. Además, cuenta que sus cuentas bancarias en Venezuela estaban congeladas. No tenía plata y todo el tiempo pensó que Interpol (y entonces la policía colombiana) lo estaba buscando. Amigos venezolanos y más que todo la Iglesia Católica lo apoyaron y le dieron refugio clandestino. En Turbo se dio cuenta que será imposible cruzar la frontera del Darién sin pagar un guía. Entonces se devolvió y se fue a Bogotá. Cruzó media Colombia en “transporte de pueblo a pueblo, sin dar mis datos”.
Su esposa le dio el contacto de Pedro Carmona, expresidente de Venezuela por unos días después del golpe contra Chávez en 2002 y profesor en la Universidad Sergio de Arboleda en Bogotá. Giclixf, que aún se sentía como un prófugo de la justicia internacional, se fue a buscarlo en la universidad. Ese día, sin embargo, había un evento en el Gimnasio Moderno, un colegio muy cerca de la Arboleda, donde estaba el presidente Santos. Giclixf decidió que sería mejor volverse porque había “mucha gente”.
Sin embargo, era tarde. “De repente llegó toda la policía del mundo allá”, dice. El servicio de seguridad del presidente colombiano le pidió sus papeles. Él estaba nervioso y generó sospecha. Después de unas preguntas los agentes le dejaron ir.
“En este momento sabía que Interpol no me estaba buscando, no es fácil saber eso. Por casi 30 días tuve un miedo, pensé que me estaban buscando por separatista y terrorista”, suspira aliviado.
Hoy se ríe, aunque su odisea no se acabó. En 2012, el gobierno colombiano le dio asilo político. Eso implica que es uno de los pocos venezolanos que logró ese estatus migratorio que está en aumento exponencial en el mundo desde que estalló la crisis en su país. Según Acnur, en el 2017 cerca de 50 mil venezolanos pidieron asilo en todo el mundo, casi el doble de las solicitudes que hubo en 2016.
El Gobierno de Colombia también confirmó que no lo está buscando la Interpol ni por separatista ni por terrorista. Más bien, lo define como un perseguido político.
Aún así, aún le duele que en su país lo llamen terrorista.
“Se siente terrible. ¿Terrorista por defender los valores democráticos, terrorista por querer la libertad de mi país? ¡Es una locura!». Y agrega: “Sí, soy contrarrevolucionario, pero no de forma violenta”.