En Cartagena de Indias se acaban de celebrar las fiestas que conmemoran el 11 de Noviembre de 1811, día en que la entonces provincia declaró su independencia absoluta de la monarquía española en la Nueva Granada –tal y como lo contempla su acta-, que en esa época concentraba su poder en Santa Fe, capital de entonces y de hoy. En la memoria colectiva colombiana, la independencia se conmemora y celebra el 20 de julio, donde no sucedió una separación completa y real del reino español.
“(…) derramar hasta la última gota de sangre por defender nuestra sagrada religión católica, apostólica, romana y nuestro amado monarca D.FERNANDO VII y la libertad de la patria conservando la paz en detendencia de este reino en los términos acordados”. Acta de Independencia del 20 de julio de 1810.
Claramente el poder andino de la época no se podía permitir que las provincias se sublevaran y desestabilizara su dominio.
Hace unos meses, por cuestiones de trabajo, me encontraba en Bogotá y durante ese corto tiempo, una sola palabra me dio a entender cómo desde el lenguaje y la forma en que nos cuentan las historias responden a un interés y construyen verdades. Se preguntarán esto qué tiene que ver con el comentario de las fiestas en Cartagena. Pues resulta que se le llama ‘región’ (dentro del argot académico) a todo territorio por fuera de la capital. Más que incomodarme por el término, sentí una intrínseca manera de expresar esa histórica separación entre el ‘centro’ y lo que está por fuera de la cordillera como ‘periferia’.
Si estos dos cortos relatos te removieron un poco el cerebro, es porque te estás enterando de cómo ha funcionado el centralismo en este país. La intención no será plantear un debate etnocentrista desde dos orillas distintas, tampoco aumentar brechas de rivalidades absurdas o marcar diferencias separatistas, ya tenemos suficiente polarización como para sumar una más a la lista.
Es irónico que nuestra Constitución Política nos reconozca como un país multicultural pero que a la vez por razones de origen exista tanta desigualdad.
Hablemos por ejemplo de Tumaco, Buenaventura, todo el departamento de Chocó, La Guajira, entre muchos otros territorios en Colombia a los que sólo se les ha tenido en cuenta para explotar sus recursos, mientras la gente sigue viviendo en condiciones de pobreza, con un bajo o poco acceso a salud y educación. Hablemos de cómo esa condición étnica a estas poblaciones las sigue sumergiendo en su desdicha, es irónico que nuestra Constitución Política nos reconozca como un país multicultural pero que a la vez por razones de origen exista tanta desigualdad.
No podemos desconocer que dentro de esa relación centro-periferia, mientras para algunos se establecen unos privilegios a los otros se les condena a la marginación y todo lo que esta conlleva. Haber construido una república bajo un lastre colonial nos ha dejado de herencia establecer clases sociales, subordinar aquello no urbanizado o poco “desarrollado”, inferiorizar lo étnico, haciendo que todo esto desemboque en exclusión y discriminación.
Mi objetivo con este manifiesto tampoco es culparnos por esos rastros de colonialidad que permanecen en nuestras prácticas cotidianas, pero sí creo que es nuestro deber regresar un poco atrás, conocer más del pasado y cuestionarlo para entender nuestro presente, el centralismo no solo se manifiesta en términos de gobernabilidad, también se expresa desde la cultura como proceso que transversaliza la vida de las sociedades humanas.
*Laura Romero De La Rosa es cartagenera, periodista, le interesan los temas de ciudad, género y acciones reivindicativas que pueda ejercer como mujer negra. Actualmente estudiante de Maestría en Desarrollo y Cultura.