Muchos llegamos a la universidad emocionados, seguros de que seremos buenos en ingeniería porque en el colegio fuimos buenos en matemáticas. Otros llegan para continuar con la tradición de la empresa familiar, otros motivados por la idea de que esta es la carrera que nos va a hacer millonarios y unos cuantos, cómo no, por pasión por la carrera. Sea cual sea la motivación para estudiarla, a mitad de camino hay por lo menos un día de arrepentimiento total, por no decir semestres enteros. Arrepentimiento de todas las decisiones tomadas desde que uno se graduó del colegio hasta hoy. De golpe uno se siente perseguido por un karma que le quiere cobrar todas las cosas malas que ha hecho. Un karma que hace que en el momento en el que uno, por n, termina una tarea, la siguiente ya esté en SICUA. Me gustaría estar exagerando, pero no. El karma de las tareas que se multiplican y de las fotocopias que parecen nunca acabarse hace que las notas por debajo de tres empiecen a aparecer por todos lados. Luego del primer 2.5, se activa un mecanismo de protección del ego. “No fue tan grave”, se repite a sí mismo, “pudo haber sido mucho peor”. ¿Pero estamos seguros de que no es tan grave?
Es difícil armar que hay carreras más fáciles que otras, pero es claro que hay carreras con promedios más altos que otras. Es decir, carreras en las que a los estudiantes les va mejor que otras. He conversado con varios amigos no ingenieros y todos están de acuerdo en que la autoexigencia es clave para conseguir un buen promedio. Ahora bien, independientemente de la carrera y su nivel de dificultad, la pregunta es la siguiente: si una carrera tiene el promedio más alto que otra, ¿significa que sus estudiantes se autoexigen más? ¿Le dedican más tiempo? ¿Son más inteligentes?
Suena exagerado, pero nota tras nota tras nota, el karma y el promedio que cae termina definiéndonos como estudiantes y personas. Semestre a semestre, normalizamos la idea de que estamos en una carrera en el que la gente pierde –pierde parciales, pierde materias, pierde mucha plata–, y así, terminamos también perdiendo los sueños y el autoestima.
Los tres escenarios
El estudiante de ingeniería recibe ese primero de tres parciales que vale el 30% de la nota y, como es tendencia general en la universidad, sale corriendo a compararlo con sus compañeros de clase. En este preciso instante pueden ocurrir tres cosas:
Primer escenario, su nota estuvo debajo del glorioso promedio de 2,8:
el cuerpo es invadido por una angustia inminente de “qué carajos voy a hacer” para el segundo parcial. La calculadora cambia su función de herramienta para el estudio y se convierte en herramienta para hacer cuentas para saber con cuántas décimas pasa la materia. Usted pregunta en CBUs que deberían meter si en esa materia que uno va perdiendo hacen curva y, ahí mismo, empieza a pedir parciales pasados. Usted coquetea con la idea de hacer copia en el parcial, se niega a contarle a los papás, llega hasta la página de Banner para retirar exitosamente por web pero saca el coraje que todavía le queda para seguir con la materia y termina con una conclusión: “debí haber estudiado otra cosa”. Lo peligroso de esta nota no sólo es que no lo motive a mejorar y que no le diga todas las cosas divinas que le puede decir a uno un 4.2, sino que convierte ese 2.8 en un objetivo.
Segundo escenario, su nota estuvo en el promedio:
es una rara sensación de tranquilidad que recae sobre un sinsabor de “¿Por qué lo que escogí como profesión sólo me martilla contra el piso?”. Sin embargo, el mito de que un profesor “no puede hacer perder a toda la clase” lo reconforta como si hubiera encontrado una salida rápida al problema. Sin embargo, en el fondo sabe que esa nota sólo refleja que uno no ha aprendido nada y que en la materia siguiente también le va a ir pésimo. A pesar de ello, hacemos un compromiso con nosotros mismos de querer mejorar. Vale la pena recalcar que mejorar en este caso no significa necesariamente apuntar a hacia la excelencia, sino a un complaciente 3.
Tercer escenario, su nota estuvo por encima del promedio:
ésta es la más grave de todas porque en la gran mayoría de casos el estudiante se encuentra satisfecho porque sus resultados se encuentran por encima de todos los demás. De esta forma, el estudiante se relaja pues sabe que ya pasó la materia y únicamente le interesa sacarse lo mismo en el siguiente parcial. Inclusive, tiene el atrevimiento de hacer cuentas para darse el lujo de no estudiar para el final y permitirse perder el parcial, pero con una nota no tan baja.
Evidentemente, cualquiera de los tres escenarios hace que un estudiante termine convertido en una sola cosa: un chambón.
Chambón – a
Adj. – Dícese de la persona que consigue sus resultados por chiripa
– Persona que hace el mínimo esfuerzo por obtener resultados
Reconozco que sí existen muchos chambones en la universidad y muchos arrastran sus mentes por la ingeniería. Pero debo defender a los estudiantes de ingeniería de los Andes: acá se estudia y mucho. Se hacen los talleres, las tareas, los ejercicios y se estudia para el parcial. Se arranca con entusiasmo cada semestre, sobre todo al principio de la carrera, y se estudia hasta las 6:30 o 7 de la noche: la espectacular hora para presentar parciales.
Paréntesis: hablando de parciales
1. Las preguntas de los parciales incluyen pequeños trucos, más conocidos como cáscaras, para confundir al estudiante. Aunque no me encuentro en total desacuerdo con este tipo de preguntas, si realmente seremos “los mejores ingenieros del país” deberíamos ser capaces de encontrar soluciones a los problemas, pero creo que el desarrollo de esas capacidades debería ser un eje central de las clases.
2. En promedio, un estudiante debe hace tres parciales en los que se evalúan cantidades gigantes de temas en un tiempo extremadamente reducido. Es decir, hay parciales de dos a cuatro horas, en los cuales el tiempo no alcanza para resolver los problemas, o más bien deducirlos.
Me he preguntado por qué evaluarán las materias de esta forma y he llegado a la conclusión de que los departamentos y los profesores de ingeniería quieren formar ingenieros con mano dura pues el día de mañana se tendrán que enfrentar a los grandes retos de la sociedad colombiana. Pero, al hacer perder a la mayoría de estudiantes y pasarlos con curva o bono (ese mecanismo que logra subir a un estudiante de 2.5 a 3), ¿no están motivándolos únicamente a llegar al promedio o al tres, en lugar de la excelencia? ¿No sería más eficiente preguntar lo que se enseña y desarrollar proyectos guiados para desarrollar las habilidades que se requieren? Si se quiere tener profesionales capaces, entonces me atrevo a decir que la metodología de hacer perder a un estudiante está siendo completamente contraproducente. No quiero fomentar al chambón y repartir cincos a todos los estudiantes, todo lo contrario: busco cuestionar un sistema que prima en la ingeniería y que fomenta el crecimiento de esos chambones.
Nota final
Si usted es profesor, lo invito respetuosa y muy seriamente a cuestionarse acerca de su método de evaluación y su responsabilidad de instruir efectivamente a sus estudiantes y de motivarlos para llegar a la excelencia. Si usted es estudiante, lo invito a no apuntar al promedio, no dejarse apagar por el sistema y contribuir a este cuestionamiento educativo.