“Me doy cuenta de que mi enfermedad”: un texto inédito de María Mercedes Carranza
Publicamos este texto inédito que forma parte de una prosa íntima poco conocida de la autora.
por
María Mercedes Carranza
07.08.2024
Carranza en España, sin fecha. Cortesía: BADAC - Fondo María Mercedes Carranza.
Este texto hace parte del especial “El mundo es esto que miro: vida y obra de María Mercedes Carranza”. Para ver otros textos del especial, haga clic aquí.
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Este texto hace parte del Fondo María Mercedes Carranza que reposa en el BADAC. Es un texto de 1984 que forma parte de una prosa íntima poco conocida de la autora. En él, Carranza tiene reflexiones que permiten conocerla más como persona. Se trata de un texto inédito. Publicamos a continuación la transcripción.
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¿Quién fue María Mercedes Carranza?
Cronología de unas de las poetas y gestoras culturales más importantes del s.XX en Colombia.
Me doy cuenta de que mi enfermedad de autodestrucción ha progresado mucho, demasiado. Afecta ya mis cosas más vitales: el trabajo poético como lo más vital y además todo aquello que se considera prioridad. Basta que yo deba hacer algo para que sienta una fuerza que me paraliza o me distraiga en otras cosas. Es una fuerza angustiante. Como antes, no hacer lo que debía me deja remordimientos, ahora me he inventado “trucos” para no sufrir esos remordimientos: procuro no hacer las cosas no porque me emborrache o parrandee o haga otras cosas porque busco el tiempo para hacerlas y las disposiciones domésticas y anímicas pero llegado el momento no hago nada porque me entra pánico hacerlo, es como si hacer lo que me interesa me produjera un desgarramiento interior que yo rehuyo con pánico. Siento a todo momento una calma terrible, ya no me deprimo pero tampoco hago nada. Dispongo ya de mecanismos automáticos para evitar pensar, elucubrar, descubrir, analizar e incluso escuchar. Creo que el miedo al desgarramiento a la depre me ha impedido todo poéticamente. Es una inmensa pereza. Un mecanismo automático hace que no me aventure a nada, a no hacer nada. Ya el hecho de hacer lo que debo hacer así ello en sí mismo no sea desgarrador me deprime, me desgarra: la autodestrucción disfrazada de construcción. O sea, me deprime lo que no me debe deprimir y viceversa. Le temo a cualquier impulso de entusiasmo, porque ello lleva una ilusión y la ilusión una decepción y la decepción una depresión. Quiero estar “calma”, como muerta. Todo esto es, claro, inconsciente más o menos. Quisiera poder romper con ese mecanismo automático que me impide trabajar. Me doy cuenta que atravieso x un buen momento de mi vida profesional y lo desperdicio, pero no por falta de capacidades, que las tengo sobradas y sobradas, ni por indisciplina o vida disoluta sino por esa autodestrucción, ahora agazapada en el temor al fracaso o sea a entusiasmarme con algo o sea a deprimirme. Al hacer lo que debo hacer siento que debo realizar un esfuerzo dolorosísimo, casi físico y entonces me niego a ello. Me basta para mi tranquilidad haber dedicado el tiempo que era necesario, así no haga nada. Me complace en cambio hacer cosas que no tengo que hacer, mero ocio, como leer policiales etc… Me encantaría poder romper todo eso, dedicarme a lo mío, a mi trabajo, así salga mal o mediocre o sin interés. Eso es en cuanto a lo intelectual, en cuanto a lo físico ocurre lo mismo: todos los días empiezo dieta todos los días la rompo: me complazco en definitiva en no tener nada de fuerza de voluntad. Me pregunto qué tiene que ver todo ello con la vida familiar mía de adolescente cierto día que me propuse ser inflexible con mi fuerza de voluntad, me pasaron tantas desgracias con mis papás y sus relaciones que lo vi como de mal agüero o algo así y entonces decidí inconscientemente nunca ejercitar la fuerza de voluntad y ahora, me parece, carezco totalmente de ella. Quién sabe si tuviera algún estímulo emotivo y sentimental…Gozo con todo lo que me entristece, con lo que no me pide esfuerzos.
Manuscrito del texto “Me doy cuenta de que mi enfermedad” de 1984. Cortesía: BADAC – Fondo María Mercedes Carranza.