El escritor de ‘Nosotros los animales’, el moreno de ascendencia puertorriqueña, la promesa de la literatura estadounidense, el autor queer. Se llama Justin Torres y hablamos con él antes de su visita a la FilBo 2016.
Justin Torres se define a sí mismo como “un escritor queer moreno”. Dice que es híbrido: de una familia mitad, blanca, mitad puertorriqueña. Pero también dice que no le gustan las etiquetas: no quiere definir a su familia como disfuncional y antes de publicar su libro —que tiene solo 136 páginas— no sabía si llamarlo novela, “mejor llamarlo el libro”. Y es esa primera y única novela, Nosotros los animales, publicada en inglés en 2011, la que puso el nombre de Justin Torres -en estanterías, en conversaciones, en todas partes- a compartir espacio con nombres como J.D. Salinger, Sandra Cisneros y Junot Díaz.
Nosotros los animales es un texto episódico, compuesto de viñetas que se acercan a la manera en que funciona la memoria: es la historia de tres hermanos, contada por la voz del menor en imágenes puntuales, decisivas, momentos de quiebre, algunos violentos y tristes, pero llenos de belleza. Es una historia del cambio de la niñez a la adolescencia y de la búsqueda de la identidad sexual de la manera más honesta posible. Una historia autobiográfica disfrazada de ficción.
Justin Torres habló con nosotros sobre algunos de sus héroes de la literatura y de su proceso de escritura.
A mí me encanta la ficción y no creo que las historias deban venir de la vida real, de lo vivido
¿Cuál es esa imagen de la literatura que ha permanecido con usted a lo largo de los años?
¡Hay tantas! Pero hay una en especial en Sonny’s Blues de James Baldwin en la que el narrador está parado junto a la ventana de su apartamento, mirando hacia la calle, describiendo a las personas que ve pasar. Siempre pienso en ese momento, porque él ve a la gente que está luchando con el día a día, con ellos mismos, pero a la vez puede ver su belleza. Siempre me siento atraído a ese tipo de imágenes y a personajes que están experimentando adversidades pero que se enfrentan a ellas con gracia.
¿Cuáles son sus héroes de la literatura? Me encantan James Baldwin y Dorothy Allison. Los leí por primera vez cuando era adolescente. Aunque hay varias cosas que no entendía cuando era pequeño y que cambian con cada lectura, desde siempre supe que escribían de manera muy clara, con todo y sus miles de capas de complejidad. En ese entonces apreciaba mucho poder leerlos, poder conectarme con esa prosa clara y honesta, tan accesible. Y, por supuesto, ambos son queer y ambos crecieron sin mucho dinero, como yo, entonces en sus libros podía encontrar vidas con las que podía identificarme, con las que podía relacionarme.
Usted habla de la literatura “honesta”. ¿Qué significa esto exactamente?
Creo que si uno es el escritor, uno sabe cuando miente. Uno simplemente sabe. Creo que puedes decirte a ti mismo que no estás mintiendo, puedes hacer miles de cosas para justificar lo que escribes, pero sabes que no estás siendo sincero. No pienso todo el tiempo en si soy honesto, pero puedo darme cuenta cuándo escribo mentiras o cuándo un autor está tratando de mostrarse astuto por el simple hecho del deber ser. Y cuando hablo de “honestidad” no tiene nada que ver con escribir ficción o no ficción. A mí me encanta la ficción y no creo que las historias deban venir de la vida real, de lo vivido. Cada texto tiene sus reglas, sus formas individuales de ser honesto.
¿Ha leído literatura queer latinoamericana?
Sí, bastante. He leído a Reinaldo Arenas, a Jaime Manrique. Me gusta especialmente Luis Negrón y su libro Mundo cruel, sobre un Puerto Rico queer. También he leído a Manuel Puig.