Las plantas que avivan el fuego en los cerros orientales
Aunque los incendios que tienen en alerta a la ciudad serían culpa de la acción humana, algunas plantas invasoras “pirófitas” como el retamo espinoso y el pino avivan y se benefician de las llamas. ¿Cómo llegaron a los cerros de Bogotá y por qué no se han eliminado del ecosistema?
por
Cerosetenta
24.01.2024
Arte por Nefazta.
Bogotá empezó el 2024 quemándose. Los incendios que tienen a la capital en estado de emergencia se propagan a un ritmo que mantiene a tope a los organismos de rescate –compuestos por un cuerpo de bomberos voluntarios– y sorprende a los ciudadanos, que han visto resignados como los Cerros Orientales se cubren de una cortina de humo tras otra en varias partes de Chapinero y Usme. Aunque todavía no se sabe a ciencia cierta las razones detrás de varias de estas llamaradas, Fidel Medina, Comandante de Bomberos de Bogotá, ha puesto la culpa en una supuesta fogata realizada en la parte superior del cerro.
Más allá de las razones detrás de las llamas habría también que preguntarse, ¿qué está causando que los incendios demoren tantos días en controlarse? ¿Cuáles son las condiciones naturales de los Cerros Orientales que los hacen más propensos a quemarse? Oswaldo Cortés, biólogo, y educador ambiental, explica que actualmente especies invasoras como el eucalipto, el pino, el retamo espinoso –traídas de Australia, Norteamérica y Europa– y el pasto seco del kikuyo –traído de África– sumado al roble nativo, hacen parte del grupo de plantas “pirófitas” que avivan las llamas en los cerros. “Las invasoras como el retamo espinoso se benefician al desaparecer su competencia y, como este retamo prospera con el fuego, pues se quema. Pero la planta sigue viviendo bajo tierra y luego retoña”, explica Cortés, que ha sido crítico del manejo que le dio la anterior Secretaría de Ambiente a este problema.
Tal vez las plantas invasoras que más han sonado durante esta emergencia han sido el pino y el retamo espinoso, una especie que está considerada entre las 100 más invasivas del mundo por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN). “El retamo es una especie demasiado dañina porque se seca muy rápido y tiene un tiempo de vida relativamente corto, entonces sus hojas se secan y caen y forman una masa que se queda allí y se incendia con mucha facilidad”, dice Herman Martínez, director del Jardín Botánico de Bogotá entre 2008-2011 y activista ambiental. Un peligro que se expresa mucho más fuerte en temporadas de sol como la que se está viviendo en la capital por el fenómeno de El Niño y que se ha propagado por todos los Cerros Orientales gracias a que, como cuenta Martínez, la flor, el fruto y la semilla del retamo se desprenden con facilidad y son arrastrados por las corrientes de viento, permitiendo su rápida propagación.
Sobre los pinos, estudios del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) con base en España, han comprobado que el fuego adelanta su reproducción sexual, por lo que en lugares con incendios frecuentes comienzan a reproducirse desde edades más tempranas. Aunque el estudio específica que se trata de pinos en ecosistemas mediterráneos que han convivido con el fuego desde hace milenios, es muestra de las características de estas especies “pirófitas”, que se han adaptado para soportar incendios y beneficiarse de ellos. Aunque en Colombia el pino invasor podría no tener exactamente las mismas características por el medio en el que crece, para Cortés sigue siendo una especie que resiste el fuego y puede retoñar fácilmente, por lo que pensar en que sea erradicado por las llamas para reforestar con árboles nativos es una posibilidad muy lejana. Todo esto sin contar la falta de nutrientes con el que quedan los suelos después de ser incendiados.
Las razones históricas de la llegada de estas plantas a Colombia se mantiene en disputa y, aunque investigadores como Cortés lo remonten a la época de la colonización española y a una supuesta necesidad por humedecer los Cerros Orientales para el ganado, Martínez maneja una explicación para la llegada del retamo espinoso que se habría dado apenas en el siglo XX. “El diseño administrativo del Acueducto de Bogotá fue copiado de la empresa de Acueducto de París y algunos funcionarios de la década del setenta me contaron que por esa época viajaron allá para copiar el modelo y de paso se trajeron el retamo como una especie de rápida propagación para unos Cerros Orientales que se encontraban en gran parte desiertos”.
Aunque el ex gerente del Jardín Botánico sostiene esta versión, es enfático al decir que se trata de un relato oral del que no se conocen documentos oficiales. Sin embargo, personajes claves para entender la planeación urbanística de Bogotá durante los años treinta y cuarenta como Karl Brunner y Le Corbusier sí le habrían planteado al presidente López Pumarejo la llegada de especies extranjeras como el eucalipto y la acacia para poblar los cerros y las haciendas bogotanas. Aquellas especies no crecían mucho y esta sería la razón por la que los funcionarios del Acueducto de Bogotá habrían introducido el retamo durante la década del setenta al ecosistema de los cerros bogotanos.
Por el lado del pino, Pablo Stevenson Diaz, especialista en investigación ecológica con miras a la conservación de ecosistemas naturales y docente del Departamento de Ciencias Biológicas de la Universidad de los Andes, menciona que se trajo también en el siglo pasado como una madera de mejor calidad que con el tiempo se convirtió en un recurso esencial para la industria de la construcción y la fabricación de papel. Una demanda que fue clave para la generación de empleo y el desarrollo económico en Bogotá y otras regiones donde se estableció el Pino Caribe (Pinus caribaea), el Pino Elliotis (Pinus elliottii) y el Pino Patula (Pinus patula).
“Con el tiempo las Secretarías de Ambiente y la CAR no hicieron nada por manejar este asunto o tratar de recuperar los Cerros Orientales a su flora original. Quizás pudo ser por desidia o por falta de conocimiento pero esto nunca se ha logrado mitigar”, sostiene Cortés, que como Martínez ve claros errores en cómo se ha avanzado con este tema desde las políticas públicas en los últimos 25 años. Para el segundo, el hecho de que el proceso de incineración del retamo sea tan costoso, también ha sido un factor determinante para que esta especie siga ganando la pelea.
Lo que nos espera, después de que bajen las llamas, será un proceso largo. Pues, a diferencia de lo que se cree, no habría que reforestar con árboles sino con especies más pequeñas (aunque no invasoras) y mucho menos “pirófitas”. Así lo afirma Ana María Castaño Rivas, ingeniera forestal y miembro de BIODIVERSOS, colectivo de científicos para la conservación de la biodiversidad en Colombia. “La función [de estas especies nativas] debe ser la de retener el suelo y empezar a recuperar un poco esa capacidad de regulación hídrica para que comience a haber disponibilidad de alimento y que vuelva la fauna con sus múltiples funciones entre las que está la dispersión de semillas, clave para que se logre un proceso de restauración”.