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Christiana Figueres, la mujer que intenta detener el calentamiento global

El reto es poder desligar el crecimiento económico de las emisiones de carbono. El reto es convencer a los países y las industrias de un cambio de modelo económico. El reto está en manos de esta mujer.


Foto: The Climate Group @ Flickr

En los próximos días, cientos de científicos, representantes de la mayoría de países del mundo y miembros de organizaciones no gubernamentales se reunirán en París para hablar sobre el futuro del planeta. Si todo sale como se espera, al final de la XXI Conferencia sobre Cambio Climático de la Organización de las Naciones Unidas (COP21), que tendrá lugar del 30 de noviembre al 11 de diciembre, se habrá acordado una estrategia para detener el calentamiento global y así, evitar crisis ecológicas y económicas de proporciones globales.

La costarricense Christiana Figueres es desde 2010 la Secretaria Ejecutiva de la llamada “Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático”. Traducido al lenguaje cotidiano esto significa: Figueres es, entre otras cosas, la encargada de convencer a gobiernos e industriales de todo el mundo de que la estabilidad futura del planeta depende de darle un vuelco radical al modelo económico tradicional.

Christiana Figueres nació en San José de Costa Rica en 1956. Estudió Antropología en los Estados Unidos, después de lo cual vivió un año con una tribu indígena en las montañas de Costa Rica. El trabajo diplomático, sin embargo, le es familiar desde su infancia: su padre, José Figueres Ferrer, fue presidente de Costa Rica en tres ocasiones y es considerado el fundador de la democracia moderna costarricense; su madre fue embajadora del país frente a Israel; y uno de sus hermanos dirigió el gobierno costarricense a inicios de los años noventa.

Durante su mandato, Figueres ha logrado convencer a Estados Unidos, China y Rusia de la urgencia de reducir sus emisiones de carbono y buscar alternativas sostenibles a una economía basada en la explotación de combustibles fósiles. No obstante, como ella misma admite, “los mayores retos aún están frente a nosotros”. A pocos días del inicio del encuentro en París hablamos con Christiana Figueres sobre sus expectativas frente a la Conferencia, posibles escenarios globales futuros y sobre su trabajo, el cual ha sido llamado, no sin algo de razón, “el peor trabajo del mundo”.

Ha llegado el momento de que sigamos creciendo económicamente –ante todo en los países en desarrollo–, pero sin el impacto de emisiones de carbono del pasado

La Conferencia sobre Cambio Climático en París, que usted preside, busca evitar que el impacto del cambio climático sobre el planeta sea catastrófico. ¿Pero cómo se supone que se logre esto?

De lo que se trata la Conferencia es nada menos que marcar la pauta hacia un proceso definitivo de separar la curva de crecimiento económico global de la curva de crecimiento de gases de efecto invernadero. Desde inicios de la industrialización, estas dos curvas han ido de la mano. Pues bien: ha llegado el momento de que sigamos creciendo económicamente –ante todo en los países en desarrollo–, pero sin el impacto de emisiones de carbono del pasado.

La economía mundial depende en gran medida de la explotación de combustibles fósiles, como petróleo o carbón. ¿No es ilusorio pensar que la separación de la que usted habla se logre a corto plazo?

Nadie está hablando de un desligue abrupto. Esa separación se dará gradualmente, a lo largo de los próximos cinco o diez años. En el 2014 hubo un primer indicio: la economía global creció un 3%, pero las emisiones de gases de efecto invernadero se mantuvieron estables con respecto a años anteriores. De acuerdo, esto no quiere decir que la separación ya haya ocurrido. Pero sí, posiblemente, que ese proceso ya ha iniciado.

Dos grados centígrados. Esa cifra se menciona usualmente como el límite superior aceptable del aumento de temperatura global hasta finales de este siglo. ¿Qué sucede si no se disminuyen las emisiones de gases de efecto invernadero y la temperatura mundial aumenta 3 o 4 grados centígrados en las siguientes décadas?

Un incremento de temperatura así traería impactos físicos, desastres naturales, que no le permitirían a ningún país en desarrollo salir adelante. No sería posible cumplir con las metas acordadas en la Cumbre sobre el Desarrollo Sostenible de la ONU el pasado septiembre, es decir no habría una estabilidad económica que permita crecimiento o inversión. Es un escenario inaceptable.

¿Cuáles son los países más amenazados?

En particular, sufrirían los países más vulnerables geográficamente. Ya que el aumento de temperaturas lleva a un aumento del nivel del mar, todas las islas estarían amenazadas. Así mismo, países con dos costas como Colombia o los países centroamericanos. Y por supuesto, los llamados “países menos desarrollados” que en su mayoría están en África y que son los que sufrirían de manera particular a causa del aumento de temperaturas. Lo triste es que los países de alta vulnerabilidad son cada vez más.

¿Y qué pasará con los países industrializados?

Por supuesto, ellos también sufrirían impactos físicos. No solo sufrirían las ciudades costeras, sino que además el calentamiento global está vinculado con incendios forestales o el surgimiento de huracanes. La diferencia es que los países ricos tienen más capacidad de hacerle frente a los desastres. Un buen ejemplo es el impacto físico y emocional que sufrió Nueva York el 11 de septiembre de 2001. La ciudad logró recuperarse de forma relativamente rápida. Pero un país pobre no se recupera tan rápido. Piense en Filipinas o en Haití. Estos países no tienen la capacidad económica y técnica para hacer frente a los desastre naturales.

¿Cuál es el mayor reto que se debe superar en las negociaciones en París?

En estos momentos nos encontramos frente a una paradoja: la única manera de proteger a los países en desarrollo, que son los más vulnerables, es descarbonizar la economía; pero donde hay que hacer el mayor esfuerzo para descarbonizar la economía es justamente en los países en desarrollo. Muy comprensiblemente, aquellos países no pueden considerar una descarbonización si no tienen garantías de que los países ricos los van a apoyar y a posibilitar que sus economías sigan creciendo en el futuro. El tema del financiamiento del proceso de separación de la economía y la dependencia de combustibles fósiles en los países desarrollo es un gran reto.

Una gran cantidad de países, entre ellos las mayores economías del mundo –Estados Unidos, China, Rusia, la Unión Europea o India–, ya han entregado reportes nacionales sobre sus estrategias para disminuir las emisiones carbónicas en el futuro, los llamados informes de Contribución Nacional Determinada (“INDC” por sus siglas en inglés). Hasta hace poco, Arabia Saudita, uno de los mayores productores de petróleo del mundo, no había entregado un informe. Hace pocos días lo hizo, pero muchos dicen que los compromisos climáticos de este país no son particularmente ambiciosos.

Arabia Saudita es un caso muy complejo. Por una parte, la economía del país se basa en la venta de petróleo, uno de los más baratos del mundo. Por otra parte, Arabia Saudita es hoy en día uno de los países más calientes del mundo, así como uno de los que más comida importa del extranjero. Visto así, el país no puede darse el lujo de que la temperatura siga aumentando, ni en el país mismo ni en otros lugares. Así que Arabia Saudita se encuentra tanto frente a un reto como a una oportunidad. Desde hace un tiempo, el país invierte en energía solar para la generación de energía, por ejemplo para la desalinización del agua que consumen. En el caso de Arabia Saudita, aún hay muchos retos que superar. Pero yo soy optimista y creo hay indicios de que la transformación de país petrolero a país de exportación de energía genérica es algo que ya se está empezando a considerar.

Muchas empresas en todo el mundo ya tienen planes para reducir aquellas emisiones de carbono. Pero verdaderos compromisos ecológicos por parte de las mayores petroleras estadounidenses, como ExxonMobil o Chevron, aún se echan de menos. ¿Cómo se ejerce presión en estos casos?

Hay que admitir que muchas empresas petroleras aún no tienen planes claros para el futuro. Con las grandes empresas europeas de explotación de petróleo y gas venimos discutiendo desde hace tiempo. Muchas se han dado cuenta de que tienen la oportunidad de liderar toda una transformación empresarial, una transformación del modelo de negocios, pues si hay algo claro es esto: el futuro no es la quema de combustibles fósiles ilimitada. Pero es verdad: a este respecto hay aún mucho por hacer.

¿Qué peligro representan para su trabajo las personas que niegan el calentamiento global o el influjo humano sobre el cambio climático?

El peligro que representa ese lobby es cada vez menor. Yo diría que el peligro es para ellos: son una especie en peligro de extinción.

Hace poco tiempo, la revista “New Yorker” escribió que su trabajo combina un altísimo nivel de responsabilidad (prevenir el colapso climático global) con un nivel bajísimo de autoridad real. ¿Cómo se trabaja en estas condiciones?

Qué le puedo decir… Se trabaja con determinación, con un sentido de responsabilidad, con paciencia y al tiempo con gran urgencia. Las Naciones Unidas claramente no somos un centro de autoridad respecto al tema climático; pero es que ese centro no existe en ninguna parte. La transformación que debemos realizar es muy profunda y la autoridad debe ser compartida entre todos los gobiernos nacionales y subnacionales, los miembros del sector privado y, a fin de cuenta, entre todos los seres humanos. Eso podría frustrar a muchos. A mí me inspira, porque me parece que este proceso solo puede moverse en una dirección. La solución del tema climático será el modelo de los retos de este siglo: retos globales, donde las soluciones tienen que surgir de un esfuerzo conjunto.

¿Qué papel juega Latinoamérica en el escenario del cambio climático?

Latinoamérica es todo un microcosmos: es una región geográfica, pero muchas regiones políticas, que en cierta medida representan las diferentes etapas de desarrollo de los otros países del mundo y que además posee recursos naturales incalculables. No hay un solo país en América Latina que no sea vulnerable al cambio climático.

Su país, Costa Rica, es uno de los países más ejemplares de América Latina en lo que a políticas climáticas respecta. ¿Qué ha sucedido en Costa Rica en los últimos años?

Primero, tenemos la suerte de ser un país pequeño. Mi papá decía: Costa Rica no es un país, es una finca experimental. Nos podemos dar el privilegio de aventurarnos en quijotadas, que al final funcionan. Una de ellas fue la abolición del ejército nacional por parte de mi padre cuando era presidente y la transferencia del presupuesto militar al Ministerio de Educación. El hecho de que tengamos una población tan educada ha llevado, por ejemplo, a que nosotros estemos muy bien informados sobre el impacto del medio ambiente sobre nuestras vidas, y sobre la relación entre medio ambiente y la economía nacional. El haber invertido desde hace mucho tiempo en nuestros parques nacionales, nuestras costas y energías renovables nos ha hecho un país excepcional. Y por supuesto, tenemos la gran fortuna de tener recursos renovables de agua y viento que otros países no tienen. Desde inicios de esta año, Costa Rica genera su electricidad de forma 100% renovable sin emitir gases de efecto invernadero.

Se la ha llamado “La mujer con el peor trabajo del mundo”. ¿Qué opina al respecto?

¡El mejor trabajo del mundo!

¿Por qué el mejor?

Porque es un trabajo sagrado. Porque nosotros, en la Secretaria, tenemos la responsabilidad de buscar un modo de proteger el futuro. No hay un trabajo más sagrado que ese.

 

*Doctor en Filosofía de la Universidad Humboldt de Berlín. Trabaja desde Alemania para medios colombianos y alemanes, como Arcadia, Bocas, la Deutsche Welle y el diario Frankfurter Allgemeine Zeitung.

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