Alrededor de una pelea

Ensayo fotográfico sobre las peleas de gallos en Carlos Rojas, Matanzas, Cuba.

por

Lien Villavicencio Cabrera

fotógrafa cubana


27.08.2025

todas las fotos por Lien Villavicencio Cabrera

Las peleas de gallos forman parte de las tradiciones de la cultura cubana. Ha sido así desde la llegada a la Isla por parte de los españoles. A través de la historia de Cuba, se ha visto cómo esta práctica ha permanecido, sobre todo en zonas rurales, y ha sido una costumbre con gran aceptación por parte de la gente. Constituyen espacios de alta sociabilidad donde se materializan vínculos y relaciones, y propician entretenimiento y evasión a las personas que las practican. Son, además, el resultado de un proceso histórico, de alrededor de cinco siglos de tradición, en el que la negociación ha jugado un papel esencial.

Luego del triunfo de la Revolución cubana, el 1 de enero de 1959, iniciaba una política que prometía ser transformadora y portadora de la verdad. El proceso naciente entrañaba un conjunto de cambios que influirían directamente en la vida social, política y económica de los ciudadanos. Uno de esos cambios estaba dado en la forma en la que era concebido el juego. Las peleas de gallos entraron dentro de todo el proceso de reestructuración de una sociedad que pretendía ser libre de los juegos y de los vicios y convertirse en un “espacio de hombres buenos”.

Algunos especialistas aseguran que se lograron eliminar, al menos las vallas más grandes, alrededor del año 1965, pero esto no determinó el fin absoluto de esta práctica, aunque sí hizo que las vallas permanecieran en la clandestinidad y que no tuvieran espacio en zonas urbanas del país.

Durante el período de 1960 a 1972, ocurrieron hechos que sentaron pautas en la lucha contra el sistema de apuestas que rodeaba a la pelea de gallos. Muchas personas fueron encarceladas y alejadas de su centro laboral por desobediencia hacia las normativas dictadas por el gobierno cubano. Pero, en el año 1972, se decidió por orden del Comandante de la Revolución Guillermo García Frías crear una institución estatal que organizara la cría, crecimiento y mantenimiento de gallos finos en Cuba: Empresa Nacional por la Conservación de la Flora y la Fauna.

Con la aparición de dicha institución la lidia de gallos quedó permitida en Cuba siempre que no violara la norma de pelear al margen de las vallas estatales y no generara apuestas. Poco a poco se crearon clubes gallísticos en distintas provincias, a los que se les llama formalmente Coliseo de Lidias de Gallos. En el país existen 18, con sede en casi todas las provincias.

Por otro lado, las vallas clandestinas o de monte no desaparecieron. En la actualidad muchos galleros prefieren ir a este tipo de vallas, debido a factores como la cercanía, el establecimiento de normas más favorecedoras para los galleros, la identificación con el lugar, las relaciones interpersonales, la igualdad entre ellos, e, incluso, porque algunos aseguran que en la valla estatal existe más corrupción que en la manigua y que para pelear en esta se debe tener mucho dinero y recursos. Aunque las autoridades intentan eliminar las vallas de monte, la resistencia y la movilidad de estas son características que les permiten permanecer en cualquier entorno y bajo muchas presiones.

Por otra parte, la ola migratoria por la que ha atravesado a Cuba en los últimos años ha hecho que muchos galleros o aficionados que se mantenían activos dentro del país se trasladen a Estados Unidos, México, Uruguay, Brasil, lo cual provoca cambios y reestructuraciones en las dinámicas de las peleas de gallos en la Isla. Con esta migración aparecen los “comunitarios”, término comúnmente utilizado en las zonas rurales para referirse a personas que viven en Estados Unidos, y que participan desde allá, a través de redes sociales como Instagram y Facebook, en las peleas que se realizan en Cuba. Esto ha generado que la práctica se vuelva cada vez más costosa y que se pierdan códigos tradicionalmente respetados. Al aumentar el precio de los gallos y la cantidad de dinero que aparece en las listas para apostar en una pelea, los galleros ancianos, casi siempre más involucrados a la práctica por el prestigio y el reconocimiento, se sienten presionados y no asisten a las peleas.

Además, la introducción de miradas ecológicas y la necesidad inmediata de fomentar culturas de protección hacia la flora y la fauna en el país, han generado rechazo y repudio hacia todo tipo de conducta que se asocie con maltrato o riñas inducidas de animales. Desde hace algunos años, los movimientos animalistas han aumentado su popularidad y han logrado, mediante grupos, canales o comunidades, movilizar a personas de todas partes del país y denunciar los maltratos a los que son sometidos muchos animales.

Las exigencias por parte de la población y la necesidad de incorporar a Cuba dentro de los países que luchan por la preservación de sus especies, propiciaron la llegada a la Isla del Decreto-Ley No.31 de

Bienestar Animal, emitido por el Estado cubano el 10 de abril del año 2021. En su Artículo 2.1 de la Sección Segunda de Las Autorizaciones dice que “El jefe del Departamento Provincial de Sanidad Animal que corresponda, autoriza las lidias de gallos que son organizadas por los clubes gallísticos, pertenecientes al Grupo Empresarial de Flora y Fauna”. La autorización contiene una serie de requisitos necesarios y que se evalúan por una “autoridad competente de sanidad animal”.

La ley en cuestión es objeto de muchos análisis e interpretaciones. Una lectura no tan profunda permite observar los vacíos que posee el decreto y percibir que, si bien es un documento necesario, algunos capítulos son a día de hoy utópicos e inalcanzables, ya sea por la mala gestión de las autoridades, por faltas cometidas por los ciudadanos o por desconocimiento. Lo cierto es que dicha ley no influye en las peleas de gallos, incluso, pareciera no existir ni siquiera para las autoridades ni los galleros, tanto en las vallas legales como en las de monte.

Alrededor de una pelea es una investigación desarrollada en un momento tenso para la práctica cultural abordada. El control de las autoridades sobre las vallas clandestinas y los cambios ocurridos en las dinámicas, luego de la crisis migratoria, han propiciado que las peleas de gallos dejen de ser, cada vez más, una tradición o un entretenimiento y se conviertan en un negocio costoso. El contexto actual de las peleas de gallos en Cuba, no es resultado del azar, sino de una serie de factores que han perdurado a lo largo de varios siglos de existencia de esta práctica en Cuba.

Acto I: La pasión no es solo por la sangre

Los hombres llegan al lugar. Pagan sus entradas. Chequean el ambiente. Miran a sus posibles contrincantes. Pesan a sus gallos. Apuntan sus nombres y el peso de los animales en una pizarra que cuelga y se mueve con el aire. Martín, 3.5kg ; Ernesto, 4.5 kg; El Chino, 3.2 kg. Las hojas de los árboles alrededor también se mueven con el aire. Los gallos no. Los gallos permanecen firmes. Un pedazo de metal enterrado en la tierra hace que no puedan moverse. Cantan. Les amarran los picos con hilo y algunos caen para adelante, como buscando la tierra. No pueden cantar alto. Los hombres interactúan. Juegan, observan. Crean sus estrategias y buscan gallos a los que puedan ganarles. El hombre en ese momento debe convertirse en un gallo y pensar como él; mirar la altura del otro, las patas, el pico, la cresta, el peso, la fuerza. Cervezas, ron, minutas, brisa, sol, lluvia, jaulas, sacos, bolsas, tierra, gallos, hombres, gallos, hombres, gallos, hombres, hombres, hombres.

Se acercan dos galleros y pactan una pelea, a eso fueron. O tal vez no. Algunos van y no encuentran rival. Se acercan otros y pactan más peleas. Peleas y dinero. Espuelas y dinero. De pronto, se machacan a picotazos. Peleas entre gallos que son peleas entre hombres. La arena salta. ¡Dale, maricón! Los gallos agachan las cabezas y engrifan las plumas. ¡Dale Indio, dale cojone! Se persiguen. ¡Oye, pago 10 a 8! Se clavan las espuelas, afiladas como puntas de cuchillos. ¡Voy a Carlos Rojas! Se pican. ¡Mil a cuatro voy! Se cansan. ¡Dale, hijo de puta, pinga! Muere uno o los dos, o queda uno malherido o quedan los dos. ¡Sí, cojone, sí! Los hombres ganadores chocan las manos. Se abrazan. Levantan al gallo. Le pasan la mano. Uno, dos, tres, cuatro, cinco, doscientos mil, un millón. Pagan. Ponen los gallos en el piso. No necesitan el metal enterrado en la tierra. Difícilmente los gallos tengan fuerzas para moverse. Abren los picos, respiran agitados. Las plumas están sanguinolentas. Los buches inflados de sangre. Los pulmones perforados por las espuelas, los ojos hinchados y la cara llena de picotazos.

Se acercan dos galleros y pactan una pelea. Algunas duran un minuto, o dos, pero pueden durar hasta veinte. Se repite lo mismo una y otra vez mientras haya dos galleros que se acerquen para pactar una pelea.

Acto II: Entre la arena y la tierra

Carlos Rojas es un pueblo ubicado entre los municipios Cárdenas y Jovellanos, en Matanzas. Sus montes fueron lugar de refugio para los esclavos que escapaban de los maltratos y crueldades a los que eran sometidos en ingenios, fincas y plantaciones cañeras, por lo que su primer nombre fue Cimarrones. Es un sitio marcado por la resistencia, la religiosidad, la negritud y la familiaridad. Las actividades de ocio se ven limitadas por ser un poblado rural y pequeño, tanto en cantidad de población como en extensión territorial.

Los gallos siempre han estado ahí como una costumbre heredada de bisabuelos y tatarabuelos o, simplemente, como una práctica popular entre la gente. Las vallas inventadas en el monte, los galleros con experiencia y los jóvenes interesados, han propiciado que no se pierda la tradición gallera en Carlos Rojas y que gran parte de la población, sobre todo masculina, sea gallero, criador o aficionado a las peleas de gallos.

Acto III: Entrenamiento perpetuo

La preparación de un gallo fino es un proceso largo y paciente que empieza con la selección de la gallina y el gallo padre. Esto tiene mucha importancia ya que se busca que los antecesores de la gallina y del gallo padre hayan sido animales con “clase” y buenos resultados, para aumentar las posibilidades de que nazca un buen pollo. Cuando nacen y empiezan a desarrollarse, el cuidado es más estricto. La alimentación y las curas se vuelven acciones imprescindibles para la vida del animal. Cuando tienen alrededor de 8 meses de nacidos, los galleros hacen pequeños topes entre gallos contemporáneos para ver cómo pelean, y si demuestran que son buenos peleadores se empiezan a cuidar como a los demás gallos. Entre los nueve y diez meses, a los que tuvieron buen rendimiento en los topes se les corta la cresta y comienzan a “correrlo” todas las semanas hasta que cumplen alrededor de 1 año, momento en el que pelean como pollos nuevos.

Se considera pollo nuevo al que tiene entre seis y nueve meses de nacido, pollo duro al que tiene entre doce y dieciséis, y gallo es el que tiene más de un año y medio.

Ser gallero o criador de gallos tiene una significación importante dentro de la vida de las personas que gustan de esta práctica cultural. Un animal como el gallo requiere de cuidados muy específicos y más cuando este se entrena para pelear. El oficio del gallero va más allá de la lidia. Alimentarlos, vacunarlos, conocerlos, toparlos y destinar gran parte del día a cuidarlos son algunas de las actividades rutinarias de las personas que se dedican a esto. Algunos lo hacen por una cuestión económica y otros por la pasión que sienten al “echar” a sus animales y ganarlos.

Acto IV: Hibridación de seres

Es importante aclarar la condición cíclica del fenómeno, donde si bien la pelea de gallos es, como tal, el centro que mantiene viva la práctica, coexisten en ella otros elementos imprescindibles que conducen a esta. Se manifiesta entonces un proceso de retroalimentación entre todos los momentos, de forma que no existiría la crianza ni la preparación del gallo sin la pelea, pero, por otro lado, no se consolidaría la pelea sin el cuidado y el entrenamiento del mismo. Es tan importante una cosa como la otra.

El hombre lleva a su gallo en un saco, una jaba, un paño, un bolso o bajo el hombro. No importa dónde. Busca un contrincante para su gallo, pero los que cuadran la pelea son dos contrincantes hombres. Suelta al gallo en el aserrín y se aparta. Nunca está muy lejos de su animal. Empieza a correr el tiempo. Le hace sonidos. Le grita, o no. Lo mira. El gallo pica. El hombre presta atención. Abre bien los ojos. Corre. Se queda quieto. El gallo y el hombre se mezclan por unos instantes. Conectan. Se fusionan. Se termina el tiempo o uno de los dos gallos muere. Respira el hombre. Se calma, pero no vuelve a ser él hasta un tiempo después. Es lo que hace que no puedan desprenderse de esa pasión.

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Lien Villavicencio Cabrera

fotógrafa cubana


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