Durante los últimos 20 años se ha dicho mucho sobre Britney Spears.
En el centro de la conversación pública han estado sus comportamientos “erráticos”, como cuando se rapó la cabeza en frente de los paparazzis. Palabras como “rara” y “loca” han encabezado los comentarios a sus videos bailando en redes sociales. Durante el 2021 y en el marco de una audiencia judicial en California, por fin escuchamos su versión sobre la medida de interdicción que gobernó su vida en los últimos 13 años. Reconoció que la interdicción le quitó su confianza y le arruinó su vida. En noviembre de 2021 y tras la intervención de un nuevo abogado, el juzgado declaró finalizada la medida de interdicción e inició una investigación sobre el manejo que se hizo de sus finanzas en los últimos años.
El pasado mes se publicaron las tan anheladas memorias de Britney Spears. “The Woman in Me” es hoy una de las memorias de celebridades más vendidas en el mundo y permite generar importantes reflexiones sobre los derechos humanos.
La interdicción y los derechos de las personas con discapacidad
“La libertad significa poder cometer errores y aprender de ellos. Libertad significa que no tengo que actuar para nadie, ni dentro ni fuera del escenario. Libertad significa que puedo ser tan maravillosamente imperfecta como todos los demás. Y libertad significa la capacidad y el derecho de buscar la alegría, a mi manera, en mis propios términos”, escribe Britney.
Aunque Britney se volvió la cara visible de la interdicción judicial, esta figura es tan antigua como el Código de Napoleón y hoy millones de personas en el mundo continúan bajo esta medida. La interdicción perpetúa un modelo de sustitución de la capacidad legal, privando a las personas con discapacidades de su libertad y de la posibilidad de tomar decisiones de acuerdo con su voluntad y preferencias. Esta medida delega a un tercero la toma de todas las decisiones jurídicamente relevantes sobre una persona, lo que puede incluir sus decisiones financieras, en salud o cualquier ejercicio laboral. En la vida de Britney, esto significó que durante 13 años su padre logró controlar lo que comía, con quien se veía y prohibirle manejar, gastar su propio dinero, beber alcohol o incluso café. Además, su padre como curador, tomó todas las decisiones sobre sus contratos y gastos, sin control alguno del Estado.
El testimonio de Britney ratifica lo nociva y contraria a los derechos humanos que es la medida de interdicción. Ya el Comité sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad de Naciones Unidas (CDPD) ha alertado sobre esta figura estipulando que es abiertamente discriminatoria y contraría el derecho a la capacidad legal, el acceso a la justicia, la libertad, el derecho a la salud, la privacidad, la participación política y la vida independente de las personas.
Este mismo Comité ha mostrado que en muchos países la imposición de medidas que eliminan la capacidad legal suele ser más alta en mujeres que en hombres, lo que reitera que esta medida se sigue usando para sustentar la opresión que se ha tenido tradicionalmente sobre los cuerpos de las mujeres y las niñas y sus derechos sexuales y reproductivos. Y es que la historia de Britney Spears muestra claramente el impacto diferenciado que puede generar la interdicción en la vida de una mujer, que en este caso se manifestó en el control desmedido por su peso, su sexualidad y las decisiones sobre la maternidad, entre otras.
“Me quitaron gran parte de mi feminidad, mi espada, mi núcleo, mi voz, la capacidad de decir «jódanse», dice Britney Spears.
El tránsito a un modelo de toma de decisiones con apoyos
A diferencia de Estados Unidos, países como Argentina, Perú, Colombia, Costa Rica y recientemente México han transitado a un modelo de toma de decisiones con apoyos que entiende que algunas personas requieren asistencia o apoyos para tomar decisiones, pero esto no requiere despojarles de su capacidad legal. La Ley 1996 de 2019 de Colombia eliminó la medida de interdicción judicial y creó un modelo en el que las personas pueden realizar acuerdos de apoyo y/o directivas anticipadas para temas concretos en los que lo requieran. Esta misma ley reconoce que los apoyos, que pueden ser personas o profesionales específicos, deben respetar siempre la voluntad y preferencias de la persona. Y tal como lo dice Britney, hoy la ley colombiana reconoce que el derecho a la autonomía abarca el derecho a tomar riesgos y a cometer errores.
La violencia psiquiátrica y el “interés superior”
Durante su segunda internación psiquiátrica en el 2020, Britney Spears se preguntaba: “¿Era yo un caníbal? ¿Fui un ladrón de bancos? ¿Era yo un animal salvaje? ¿Por qué me trataron como si estuviera a punto de quemar el lugar y asesinarlos a todos?”. Britney dice que le iniciaron una nueva medicación en contra de su voluntad, la tuvieron bajo vigilancia permanente y le restringieron incluso su posibilidad de ejercitarse, hasta generar un quiebre en su autopercepción. Se sintió “arruinada” y en algún punto empezó a imaginar que era un “ave sin alas”.
La violencia en contextos psiquiátricos se manifiesta de muchas formas y puede ir desde la violación del consentimiento informado para la administración de medicamentos hasta la institucionalización o internamiento no voluntario, las prácticas de restricción de la movilidad, el aislamiento, la coerción, entre otras.
En octubre de este año, la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos expidieron un compendio de guías para garantizar que las políticas, sistemas, servicios y programas de salud mental adopten un enfoque basado en los derechos humanos. Estas guías y otros organismos de Naciones Unidas han enfatizado en la necesidad de poner fin a las prácticas coercitivas en salud mental, considerando que son contrarias al Derecho Internacional de los Derechos Humanos y que su uso puede generar trauma y “no es incompatible con un enfoque de recuperación, contradice el propósito de la atención y puede conducir a daños físicos y daño psicológico, incluso la muerte”.
La violación del consentimiento informado en contextos psiquiátricos suele justificarse en los “mejores intereses” de las personas o en el peligro que estas puedan implicar para sí mismos o la sociedad. El sentimiento de “peligrosidad” es una constante en el relato de Britney Spears, quien reflexiona sobre cómo se le hizo ver como una mala madre y un peligro para sus hijos, sin comprender que estaba enfrentando una depresión post-parto y la angustia propia de un proceso judicial de custodia.
Aunque sus padres justificaron su interdicción y diferentes tratamientos psiquiátricos no consentidos en su propio interés, la violación de su autonomía le hizo aún más daño. Justamente las Guías de la OMS y el CDPD han reiterado que los Estados deben implementar alternativas médicas y no medicas para abordar situaciones de crisis o angustia intensa, lo que puede incluir servicios comunitarios de apoyo centrados en la persona, líneas directas y servicios de relevo, directivas anticipadas y apoyo entre pares, entre otras medidas que prioricen el apoyo y el diálogo, y desescalen los conflictos sin coerción o violación del consentimiento.
Las memorias de Britney Spears nos recuerdan que tanto la medida de interdicción judicial como la legislación y las prácticas clínicas siguen permitiendo la coerción y la violación de la autonomía en escenarios de salud mental. Y siguen sirviendo como instrumento para reforzar el poder asimétrico que han tenido tradicionalmente las mujeres y las personas con discapacidad.
Son también un llamado urgente para que los países, incluido Colombia, agilicen las reformas -o su implementación- a sus modelos de capacidad legal y de atención en salud mental. Necesitamos transitar de un modelo netamente biomédico a uno con enfoque de derechos humanos, en el que se reemplace la noción de “cura” o “normalidad” por la priorización de los apoyos, el respeto por la identidad y el significado de dignidad que tiene cada persona, incluso en momentos en los que enfrentan angustia, trauma o malestar.
La historia de Britney no es algo del pasado y se puede estar repitiendo en otros casos menos visibles de los que no habrá libro o memoria para documentarlos.