Javier Osuna: «Yo no he hecho nada malo, solo investigar un crimen»

En las ladrilleras de Juan Frío, Norte de Santander, los paramilitares desaparecieron sus víctimas en hornos crematorios. Este periodista lo contó todo en su libro Me hablarás del Fuego. Se convirtió en la voz de los ausentes y ahora vive entre amenazas y persecuciones.

por

Laura Galindo M.


27.05.2016

Foto: Wikimedia Commons

—Todo comenzó el 22 de agosto del 2014— dice Javier Osuna. Estaba escribiendo el libro Me hablarás del fuego y volvía de un viaje al área metropolitana del Norte de Santander. Una vez en mi apartamento, encontré que alguien había estado en mi estudio, había hecho una pila con mis libros, mis apuntes, mis computadores y le había prendido fuego. Pudo ser uno, o pudieron ser varios. Querían desaparecer mi investigación sobre los hornos crematorios en que los paramilitares incineraban a sus víctimas. Hay algo simbólico ahí. Estas personas quemaron a otras personas, quemaron desaparecidos, quemaron información que los delataba, quemaron mi investigación.

Me hablarás del fuego es “un libro dolorosamente magistral, de una extraña y emocionada belleza que arranca del hecho de que no contiene odio, está el espanto, el horror, la conmoción, pero no el odio”, dice el escritor chileno Raúl Zurita en su prólogo. Es el resultado de casi cuatro años de investigación que comienzan con la publicación de unas notas escritas por Osuna para el portal Verdad Abierta de la Revista Semana. En ellas, Jorge Iván Laverde Zapata, alias “El iguano” confiesa haber usado hornos crematorios para desaparecer cientos de seres humanos en Norte de Santander.

Hay algo simbólico ahí. Estas personas quemaron a otras personas, quemaron desaparecidos, quemaron información que los delataba, quemaron mi investigación

Osuna no quiso contar la historia desde la voz de los perpetradores y poderosos, quiso hacerlo desde la voz de sus víctimas. Quiso contar el horror y al mismo tiempo la esperanza y la vida que hay detrás de ese horror. Me hablarás del fuego es la historia de Víctor, de Moisés y de Luis. De los hornos crematorios de Juan Frío y Pacolandia. De las incineraciones hechas por las AUC cuando empezaron diálogos con el gobierno. De la desaparición sistemática de sus víctimas para que nadie las encontrara.

De cientos de familias que jamás podrán cerrar sus duelos porque no hay cuerpos, no hay restos ni certeza de que sus desaparecidos hayan pasado por los hornos. Es la historia de muchas historias en primera persona. Es la historia de quien está ausente. Es, como dice Osuna, “un homenaje a la vida que sobrevive al crimen de lesa humanidad, a esa vida que los paramilitares volvieron cenizas”.

—Cuando ocurrió lo del incendio, a mi me costaba pensar que en verdad se trataba de un ataque. Con el paso de los días, lo que al principio eran llamadas mudas se hicieron amenazas directas, comenzaron los seguimientos, las persecuciones. Ahí entendí que algo grave estaba pasando— dice.

Javier Osuna se convirtió en uno de los muchos periodistas amparados por la Unidad de Protección Nacional, le fue asignado un esquema de seguridad y desde entonces se mueve en un carro blindado con dos escoltas. Con ellos, siguieron las investigaciones, y a pesar de ellos, las amenazas. Cuando el libro estuvo listo y solo faltaba tomar las fotos correspondientes, Javier organizó una operación conjunta con la Policía Metropolitana de Cúcuta para poder acercarse a la zona. “Tuvimos que salir corriendo. Los paramilitares nos sacaron a plomo”, recuerda.

—Después de la publicación del libro en el 2015 las cosas venían muy tranquilas, pero a comienzos de este año cambió todo— dice Osuna.

En febrero, mientras estaba en un bar de Bogotá, le robaron una USB con información periodística y el celular que le había asignado la Unidad de Protección Nacional. Las semanas siguientes, lo perseguían en la calle, lo seguían hasta su oficina y le tomaban fotos a la fachada de su apartamento. Volvieron las llamadas, las amenazas y el miedo.

Entre los escoltas de su sistema de seguridad había un sargento retirado que mantuvo relaciones directas con las personas que Osuna denuncia en su libro. El mismo hombre que tuvo que ver con los responsables de los hornos crematorios conocía de cerca la vida de Javier. Sus horarios, sus lugares, sus amigos. “La entidad que debía protegerlo, termina poniéndolo aún más en riesgo”, asegura Camilo Vallejo de la Fundación para la libertad de prensa (Flip).

—Esa persona estuvo hasta hace veinticinco días. Yo pedí el cambio de escolta e insistí en que todo el asunto se manejara con mucho cuidado porque él tenía muchísima información mía y un pasado sospechoso. Ni siquiera eso respetaron y este señor se terminó enterando de todo—, cuenta Osuna.

Desde el lunes 16 de mayo no recibe amenazas, pero todavía no se siente seguro. Aunque en su esquema ya solo hay personas en las que confía, le cuesta sentirse protegido por el Estado. La Unidad de Protección Nacional aceptó que existen irregularidades en su caso y prometió investigarlas. “Es recurrente que los periodistas no confíen en sus esquemas de seguridad y, que incluso, los rechacen. El caso de Javier es mucho más lamentable, porque estamos hablando de un periodista que tenía cierta confianza en la entidad y se siente defraudado”, dice Vallejo.

—Ellos no tienen como reparar el riesgo al que me han expuesto. Yo no me quiero ir. Yo no he hecho nada malo. Lo único que he hecho es investigar un crimen, una cicatriz en la memoria de todos nosotros.

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