Macarena Segovia
Periodista de investigación, especializada en política, educación y movimientos sociales.
En Estado de shock, así quedó gran parte de la derecha chilena, En Estado de shock, así quedó gran parte de la derecha chilena, tras los resultados del plebiscito constitucional del 25 de octubre en Chile y que dio por ganadora la opción del “Apruebo” a una Nueva Constitución, con un 78 por ciento de las preferencias. El “Rechazo”, la opción que levantó mayoritariamente Chile Vamos, la coalición que hoy sustenta el alicaído gobierno de Sebastián Piñera, quedó marginado a un 20 por ciento de los votos. Mientras la derecha economicista, heredera de la Constitución de Pinochet pasaba las penas, el mundo “solidario” y más liberal de la derecha, que apostó por el cambio constitucional sacó cuentas alegres, ya que logró ganar la primera batalla, en la disputa por la hegemonía de la derecha chilena.
La discusión constituyente, ha profundizado la disputa ideológica en la derecha, que quedó en evidencia tras la revuelta social de octubre de 2019, que inundó las calles en Chile. La posibilidad de crear una nueva Constitución hizo público un silencioso debate, que se daba entre las elites intelectuales: cambiar el modelo del Estado Subsidiario que ha regido a Chile durante los últimos 30 años. La fisura en la derecha fue transversal, en todos los partidos del gobierno hubo parlamentarios, dirigentes sociales y militantes de base que se dividieron entre el Apruebo y el Rechazo. La Unión Demócrata Independiente (UDI), el partido fundado por Jaime Guzmán, ideólogo de la Constitución de 1980, fue uno de los que lideró el comando del Rechazo, pero su figura política con mayor respaldo ciudadano y candidato presidencial, el alcalde de Las Condes, Joaquín Lavín, dijo públicamente que votaría por él Apruebo.
En Renovación Nacional (RN), el partido con más escaños en el Congreso se dividió desatando duras fricciones internas entre el sector más progresista o “solidario” y el mundo más conservador y pro mercado. Evópoli, el partido más nuevo de la coalición, identificado con el mundo más liberal en sus inicios, entró en un loop de contradicciones, primero respaldó el “Apruebo”, luego cambió al “Rechazo” y posteriormente dieron libertad de acción a sus militantes. Sólo el pequeño Partido Regionalista Independiente, mantuvo una postura única de respaldo al “Apruebo”. El jefe de coalición, el presidente Sebastián Piñera, sembró la duda hasta último momento, nunca hizo pública su postura, aunque su gabinete ministerial estuvo marcado por ministros y ministras que optaron por el “Rechazo”. Después del plebiscito se informó que su hija, Magdalena Piñera, será candidata a delegada de la Convención Constitucional por Renovación Nacional.
Según analistas políticos y militantes de Chile Vamos, la revuelta social de 2019 y el inicio del proceso constituyente marcaron un punto de no retorno al interior de la derecha, que está dividida entre la emergente “sensibilidad solidaria”, como lo denomina la socióloga Stéphanie Alenda, en su libro “Anatomía de la derecha chilena”, la “sensibilidad subsidiaria” de la derecha tradicional, economicista y conservadora, y una marginal “sensibilidad libertaria”, que es marginal. Por fuera del conglomerado oficialista se levanta la “derecha dura”, que imita el populismo de Donald Trump y Jair Bolsonaro, pero que no ha logrado salir de la marginalidad. La pregunta es, ¿cuál de estos mundos o sensibilidades logrará liderar a la derecha los próximos años?
La crisis de los economicistas
La derrota en el plebiscito golpeó duro en “La Casa Común del Rechazo”, el comando que alojó a la derecha tradicional chilena, ubicado en Vitacura, comuna donde reside parte importante de la elite económica y política del país. Las bandejas con comida quedaron casi intactas y varios rostros se fueron antes de que el diputado Diego Schalper (RN), vocero del rechazo y parte de la nueva camada de políticos de la derecha, asumiera que su postura logró sólo un 20 por ciento de apoyo ciudadano. Una triste postal, que según militantes e intelectuales de Chile Vamos, refleja el complejo estado que vive el núcleo economicista.
La tesis del Estado Subsidiario y una política liberal en lo económico, pero conservadora en lo moral, fue construida en base a los pilares de la Constitución de 1980 inspirada por el gremialismo de Jaime Guzmán y la teoría económica de los Chicago Boys, un selecto grupo de economistas chilenos de la Universidad Católica, que se especializaron en la Universidad de Chicago, al alero de las ideas de Milton Friedman; los que convirtieron a Chile en un experimento “neoliberal”. Entre pasillos, los partidarios de la subsidiariedad reconocen que quedaron atrás aquellos tiempos mozos en que, a pesar de no ser gobierno durante veinte años, lograron influenciar la política pública de los mandatos de centro-izquierda, dirigidos por la Concertación.
Según el estudio realizado por la socióloga, Stéphanie Alenda, “Anatomía de la derecha chilena”, el sector economicista o de “sensibilidad subsidiaria” representa a más de la mitad de los cuadros dirigenciales de Chile Vamos y se encuentra presente en todos sus partidos, con mayor presencia en la UDI.
“Cuando los dirigentes nos decían que estaban a favor de que el Estado implemente políticas redistributivas para los grupos vulnerables, pero que estaban al mismo tiempo en contra del aumento de la carga tributaria personal para financiar políticas del ámbito de la protección social, los clasificamos como subsidiarios. Una categoría plasmada en la Constitución del 80, donde el rol del Estado queda subordinado al Mercado y los privados. La Constitución otorga un rol residual o complementario al Estado, cuando los privados no logran hacerse cargo”.
Esta derecha se ungió en base a una estrecha relación con la Iglesia Católica, razón por la que el conservadurismo se impone en el ámbito moral. Con los años los sectores más liberales, principalmente ligados a Evópoli, han ganado terreno y se han abierto a reconocer los derechos de la diversidad sexual, respaldando iniciativas como el Acuerdo de Unión Civil y la Ley de Identidad de Género, y este año el presidente Sebastián Piñera presentará una Ley de Matrimonio Igualitario. Avances que no dejan del todo contentos a los sectores más religiosos de Chile Vamos, como el evangélico.
Piedra de tope llega con las reivindicaciones feministas en materia reproductiva, como la legalización del aborto. Según la encuesta de julio de 2020, “La derecha mira a la derecha” de Cadem, 67 por ciento de los chilenos que se identifican de derecha están en desacuerdo con una Ley de Aborto Liberal. “Yo no soy feminista, soy femenina, soy mujer y me encantaría que se respetara esa opción. No creo en el aborto libre, no hablo del patriarcado, ni del matriarcado, no creo que esto sea una pelea con los hombres”, recalcó la presidenta de la bancada de diputados/as de la UDI, Pepa Hoffman, en “La mañana en Chilevisión”, un popular programa de TV matutino, en donde se analizaba la masiva marcha del 8 de marzo en Chile.
La derecha economicista impera en el gobierno del presidente Sebastián Piñera, cuya base técnica y de influencia política se resguarda en el centro de estudios “Libertad y Desarrollo” (LyD), fundado por Cristián Larroulet, el jefe del equipo asesores del mandatario,y una de las pocas personas que logra influir en el presidente. Este think tank también fue el núcleo político e ideológico del “Rechazo”, acogiendo a varias figuras que tuvieron que dejar el gobierno tras la revuelta social.
“Libertad y Desarrollo, que se presenta como un centro de estudios, es más un lugar de tráfico de influencias y formación de cuadros. Esos poderes fácticos son importantes en la derecha chilena. ¿Hasta qué punto este proceso e impulso de renovación ideológica es capaz de enfrentarse a este aparato de los que están realmente convencidos de este discurso economicista? Los que se reproducen en sectores autocontenidos, pero su poder económico y de influencia social tras bambalinas es muy fuerte”, señala Hugo Herrera, filósofo y académico de la Universidad Diego Portales.
La directora ejecutiva del think tank es Marcela Cubillos (UDI), ex Ministra de Educación del actual gobierno y una de las figuras más controversiales y duras de la derecha tradicional. Cubillos ha ido implementando un nuevo estilo comunicacional, mucho más directo e incendiario, basado en las redes sociales y el impacto en Twitter, muy similar al de la “ultraderecha” que está fuera de Chile Vamos. Estilo diferente al de la derecha tradicional que está acostumbrada a intervenir en la esfera pública a través de los medios de comunicación tradicionales, como el diario El Mercurio, aunque en el segundo gobierno de Sebastián Piñera también se implementó el uso de encuestas y análisis de BigData.
Cristián Leporati, especialista en comunicación política, destaca que la derecha tradicional “tiene un problema, porque el lenguaje que usan usualmente, y la propaganda más clásica de la derecha les funciona en algunos medios tradicionales, pero no en los nuevos medios, donde justamente están los públicos más jóvenes. La derecha no ha podido resolver cómo operar en las RRSS, no hay que olvidarse que los bots (un software preparado para realizar actividades repetitivas) no votan, generan climas pero no votan”.
Entre los intelectuales de la derecha es consenso que este sector, de sensibilidad subsidiaria o economicista, está en crisis y que parte de la responsabilidad de esta debacle la tiene el liderazgo que ha ejercido el presidente Sebastián Piñera. La historiadora liberal Valentina de Verbal señala que la crisis del sector inició en 2011, el año en que Sebastián Piñera comenzó a ceder ante las demandas del Movimiento Estudiantil.
“No defendió los principios de la libertad económica, el derecho a lucrar en el mercado, no por razones económicas, sino morales porque ahí están los emprendedores, las personas que se levantan temprano”,
dice Verbal.
Para la autora del libro “La Derecha Perdida”, el mandatario ha ido renunciando a su propio ideario en favor de las ideas de izquierda, “incluso la derecha ingresó en el programa de “Piñera II” la gratuidad universal en los Institutos Técnicos Profesionales, que fue una medida de Manuel José Ossandon (ex candidato presidencial de la derecha social) para tratar de tener los votos. El actual Estado es uno de bienestar, no tan extremo como el que promueve la izquierda, pero es un Estado de bienestar al fin y al cabo porque tiene proyectos a favor de la clase media, como el programa clase media protegida”, agrega.
“La verdad es que Chile nunca ha tenido un estado subsidiario, el Estado en Chile está muy presente en todos los ámbitos. Piensa en todos los ministerios que tiene, todos los organismos, para cada problema hay un organismo público que se encarga de ese problema, y eso no es propio de un estado subsidiario en el sentido de subsidiariedad negativa (el estado se abstiene de actuar). Yo creo que en Chile en general, incluso con el modelo que concibieron los “chicago boys”, se pasó a un estado más fuerte”, asegura Valentina Verbal.
El filósofo Hugo Herrera también cree que el Presidente Piñera, ha sido un factor clave en la crisis que atraviesa la derecha, pero desde una perspectiva más social. “Para muchos en la derecha, el primer gobierno -de Piñera- no dejó legado político, no pudo traspasar el poder a otra persona de derecha, pero más que eso, no hubo un discurso político que pudiera enfrentar la situación y conducirla”, recalca el académico de la UDP.
“Creo que el problema de Piñera, es que su marco conceptual era muy estrecho, y es el problema de gran parte de la derecha. Él entiende la política como gestión económica y gestión policial. Esto es algo que se metió en Chile y es raro entenderlo, pero si uno ve los textos de Milton Freedman, y los chilenos que fueron a estudiar economía con Freedman lo asumieron completamente. Son dos ideas: que la sociedad es un mero agregado y que los individuos funcionan separadamente, y que el orden económico liberal, es la base de un orden político adecuado, bajo la premisa de que los individuos persiguen sus fines separadamente. Entonces, el pueblo no existe y viene una crisis como la del 2011 o de octubre de 2019 y el pueblo irrumpe y Piñera no puede ver bien qué está pasando, porque sus categorías conceptuales le impiden ver, porque no puedes leer la manifestación de millones en las calles, a partir de la concepción de individuos que persiguen sus fines separadamente, no tiene sentido”, señala el filósofo.
La irrupción de la derecha social
En el año 2016, cuando la socióloga Stéphanie Alenda comenzó el estudio “Anatomía de la derecha chilena”, que incluye a 700 cuadros dirigenciales de Chile Vamos, identificó que un 30 por ciento de los militantes mostraba una sensibilidad distinta a la histórica subsidiaria y esperaban un rol social más activo desde el Estado, los definió como una “sensibilidad solidaria”. “Se trata de una posición que enfatiza la relevancia de aumentar impuestos individuales para financiar la protección social, lo que nos llamó la atención. Los solidarios aparecen siempre como los más progresistas cuando les preguntamos qué opinaban de aumentar los impuestos a las grandes empresas o del lucro en la educación; también sobre asuntos morales, socioculturales. El comportamiento de este segmento se mantiene siempre coherente, confirmando su tendencia a la moderación”, explica Alenda.
Esta sensibilidad solidaria se encuentra transversalmente en todo Chile Vamos, pero se concentra en Renovación Nacional, que es un partido más diverso y con menos control interno que la UDI, que incorpora a líderes de un origen social distinto, principalmente capas medias y bajas. Sus dirigencias tienden a ocupar cargos con una mayor conexión territorial, por lo general son alcaldes, concejales o parlamentarios que no han hecho una carrera sólo en base a la política. Uno de sus primeros precursores, es el senador Manuel José Ossandón, quien proviene de una familia adinerada, terrateniente y muy religiosa, pero cursó sus estudios como técnico agrícola en un Instituto Profesional y fue durante doce años en alcalde de la comuna de Puente Alto, una de las más populosas y pobres de Chile, sus cercanos dicen que “la calle lo llevó a desarrollar una visión más socialcristiana de la política”.
“El 2014 Renovación Nacional hace una reforma a la declaración de principios cuando entra la directiva de Nicolás Monckeberg, sacan la alusión a la dictadura e incorporan textos de la Democracia Cristiana alemana, tratan de hacer una especie de giro hacia una derecha más europea. Eso tiene otros hitos, como la incorporación de RN a la Internacional Demócrata de Centro, donde los apoyó Conrad y la DC alemana. A esto se suma toda una labor de los centros de estudio, de gente más ligada al mundo académico también, pero que tienen una pata en la política”, explica el filósofo Hugo Herrera.
Este bloque solidario se mostró en su máxima expresión al respaldar la “Ley de Retiro del 10% de los Fondos de la AFP”, que buscaba que las personas pudieran sacar parte de sus ahorros previsionales para costear los embates de la crisis económica, ante la insuficiencia de las políticas de ayuda del gobierno de Sebastián Piñera. Un proyecto que remeció las bases del sistema de seguridad social basado en la capitalización individual y que para el sector economicista de la derecha significó un punto de no retorno en materia de libertad económica. “Debo hoy votar en conciencia, por empatía, por consecuencia con mi historia de vida. Sé lo que es tener hambre y pasar frío”, dijo la diputada Erika Olivera (RN) quien llegó al parlamento tras una reconocida carrera como atleta.
El principal líder del sector solidario es el ex presidente de Renovación Nacional, Mario Desbordes, quien dejó su cargo como diputado hace unos meses para dirigir el Ministro de Defensa del Gobierno de Sebastián Piñera. Desbordes tiene una carrera atípica en el mundo de la política chilena, creció en la comuna de clase media y baja La Cisterna, fue parte de Carabineros (la policía civil chilena) y cursó estudios de derecho y administración de empresas en universidades no tradicionales. Recién en el 2000 entró a militar a RN y participó del primer gobierno de Sebastián Piñera. En la campaña para el segundo periodo de Piñera fue uno de los que impulsó la gratuidad para la educación técnica-profesional y la condonación del Crédito con Aval del Estado, política que ha endeudado a casi un millón de jóvenes para financiar sus estudios superiores.
En medio de la revuelta social de 2019 destacó por ser una voz disidente dentro de la derecha, fue uno de los principales articuladores del “Acuerdo por la Paz y una Nueva Constitución” y llamó en varias ocasiones a “escuchar la calle”. Fue uno de los primeros en respaldar el proyecto de “Retiro del 10%” y lideró el sector del “Apruebo” en la derecha. Su incorporación al gabinete fue una señal de gobernabilidad interna en Chile Vamos, ya que junto a él arribó Andrés Allamand (RN), quien lideró el rechazo e intentó frenar la aprobación del “Retiro del 10%”.
El diputado Andrés Celis es parte del sector solidario y liberal del mismo partido, asegura que “en RN varios mutaron, si tu hubieras preguntado hace tres años atrás con quien me representaba en lo liberal, yo te hubiera nombrado a un Andres Allamand, pero hoy día, me lo cambiaron. Hoy, claramente el que me representa es Mario Desbordes. Creo que uno de sus grandes atributos es que sabe leer bien y sabe captar de forma adecuada lo que está pasando, no por una cuestión de oportunismo, sino que por realismo, no le complica el tener que ceder”.
Dentro de esta derecha más social destacan un grupo de parlamentarias que se identifican como feministas o pro derechos de las mujeres, aunque no antipatriarcales. Nombres como la senadora Marcela Sabat y las diputadas Paulina Nuñez, Erika Olivera y Ximena Ossandón cumplieron un rol fundamental durante para la aprobación de la histórica Ley de Paridad de Género para la Convención Constitucional. En materias de autodeterminación del cuerpo son menos liberales, no apoyan una Ley de Aborto, pero sí, la diputada Erika Olivera respaldó la ley de Educación Sexual Integral.
Dentro de este sector más solidario también se incluyen algunos dirigentes de la Unión Demócrata Independiente, principalmente alcaldes. El más destacado es Joaquín Lavín, edil de la elitista comuna de Las Condes y precandidato presidencial de la derecha. Durante su periodo como alcalde ha imitado varias políticas populares ideadas por el alcalde comunista Daniel Jadue, su principal contrincante para la próxima elección presidencial. Joaquín Lavín es un histórico dirigente de la UDI que apoyó la dictadura militar de Augusto Pinochet, miembro del selecto grupo de los chicagos boys y supernumerario del Opus Dei de la iglesia católica.
Durante su carrera ha demostrado una gran adaptabilidad para los momentos sociopolíticos, en el primer gobierno de la presidenta socialista Michelle Bachelet se declaró “aliancista-bacheletista” y declaró su admiración por el liderazgo de la mandataria. En medio de la revuelta social de 2019 respaldó la idea de convocar a un plebiscito para cambiar la Constitución ideada por Jaime Guzmán, con quien compartió filas en el gremialismo, y fue partidario del “Apruebo”. En medio de la discusión constitucional sorprendió al denominarse como “socialdemócrata” al estilo de la derecha alemana, lo que generó fuertes críticas en los sectores más duros de su partido.
El alcalde de Las Condes tiene una estrategia comunicacional potente, es activo en redes sociales y siempre mantiene un tono amigable y no confrontacional, su principal vitrina ha sido la televisión abierta, hace unos años se hizo panelista de “Bienvenidos” uno de los matinales más vistos de Chile. Desde la revuelta de 2019 se ha convertido en uno de los principales rostros de los programas matutinos que han tomado un rol lúdico, informativo y político, en lo que se ha llamado la “farandulización o matinalización de la política”.
“Respecto a Lavín creo que siempre cabe la duda de cuanto sus giros no son oportunistas y se mantiene siendo un chicago-gremialista o está pensando los temas políticamente. No sé si Lavín y su entorno y formación viene de ese mundo, es muy cercano a Larroulet. La gran interrogante, es hasta qué punto sus medidas son oportunismo o son parte de una visión política que ha cambiado”, señala el académico Hugo Herrera.
La historiadora Valentina Verbal asegura que la derecha históricamente siempre ha tenido varias tendencias, principalmente liberales y conservadores, “en general la tendencia social cristiana siempre ha sido muy minoritaria en la derecha (…) lo socialcristiano no se refiere a que unos conservadores defiendan la doctrina social de la iglesia, se refiere a una tendencia dentro del cristianismo que se opone al capitalismo, es como un anticapitalismo socialcristiano, es como una tercera vía, una alternativa al socialismo y al capitalismo. Como lo que al final terminó siendo la Democracia Cristiana, en la derecha hubo esta tendencia pero muy pequeña, pero que al final fue la rama que se unió junto con la falange nacional para formar la DC. En el presente la derecha socialcristiana, se ha tratado de reinstalar intelectualmente”.
“Lo que se llama derecha social yo creo que más que una derecha social, es más bien populista. En el sentido de que entiende que la derecha tiene que responder a los movimientos sociales, a la calle. Populismo que en el fondo considera que la base de la política debe ser el pueblo por sobre la elite. O sea, las élites no pueden trabajar independientemente del pueblo, sino que tienen que escuchar. Y en eso ha caído sobre todo la Renovación Nacional, sobre todo con Ossandón, que ahora lo investigan por fraude al fisco. Y eso lo agarró Mario Desbordes y Lavín por otro lado. ¿Cuál es el elemento ideario que ellos tienen? Ellos no tienen un elemento ideario de fondo, no es que digan “bueno nosotros nos tenemos que mover por estos principios” no tienen un proyecto elaborado”, agrega la intelectual liberal.
La ultraderecha populista
El resurgimiento de la derecha dura o radical a nivel global también tiene su expresión en Chile. Por fuera de la coalición de Chile Vamos, han comenzado a surgir movimientos y partidos que se denominan “La Derecha”, acusando a la actual coalición de gobierno de ser una versión “light” que ha renunciado a los principios de la derecha tradicional. Siguen la receta de los movimientos ultraconservadores en el mundo, se identifican como republicanos, capitalistas y libertarios en lo económico, pero extremadamente conservadores en lo moral. Reivindican el legado de la dictadura de Augusto Pinochet y consagran a la familia heteronormada como el núcleo de la sociedad. Teorizan en contra de lo que denominan la “ideología de género”, dicen representar al “Chile real” y reniegan del mundo político tradicional, el que aseguran, ha sido cooptado por la corrupción.
El referente con mayor peso de esta derecha dura es el recién fundado Partido Republicano, presidido por José Antonio Kast (JAK), ex militante de la Unión Demócrata Independiente. JAK cultiva el mismo discurso “anti político” y “anti establishment” que ha impulsado Donald Trump en EE.UU. y Jair Bolsonaro en Brasil, se presenta como un outsider, a pesar de que su carrera política es muy tradicional. Cuando aún no se titulaba como abogado, resultó electo concejal de la comuna de Buin, durante dieciocho años fue diputado en el Congreso Nacional, y a pesar de que lideró la bancada de su ex partido, nunca logró destacar como rostro prometedor en la UDI. En 2016, renunció a su partido y compitió como independiente para la presidencia, apoyado por un núcleo de confianza que luego daría vida al movimiento Acción Republicana, la base social del Partido Republicano. En el balotaje para llegar a La Moneda, Kast logró un 8 por ciento de las preferencias, ganando un espacio en el mapa político de Chile.
El movimiento Acción Republicana ha sido uno de los más críticos del presidente Sebastián Piñera, en la minuta “Chile necesita un proyecto de derecha”, destacan que su “Gobierno ha sido incapaz de bajar los impuestos, proteger a la familia, garantizar el orden público y el Estado de Derecho”. Pero, en el sector también prima el pragmatismo y que todo quede en familia, a pesar de las críticas al Presidente, tras sufrir la derrota en el plebiscito constitucional, José Antonio Kast le envió una carta a Sebastián Piñera, en la que le pide que intervenga para que la derecha vaya en una lista conjunta a disputar la elección de delegados para la Convención Constitucional.
Dentro del mundo de la derecha dura, también se encuentran organizaciones más extremas, grupos de choque y de corte nacionalista. El “Movimiento Social Patriota” y “Capitalismo Revolucionario” o “La Vanguardia”, son las que han alcanzado mayor visibilidad. Fueron parte importante de las marchas organizadas por el “Rechazo” a la nueva Constitución. Asistían a las manifestaciones vistiendo chalecos antibalas y cascos, iban armados con bastones retractiles, gas pimientas y escudos. Protagonizaron distintos actos violentos contra personas que se manifestaban a favor del Apruebo, y uno de sus principales integrantes, Sebastián Izquierdo, se encuentra formalizado por la Fiscalía por lesiones y amenazas durante las marchas del Rechazo. A pesar de que en el resto de la derecha reniegan de estos grupos más ultraderechistas, se han podido observar algunas cercanías con militantes de la UDI, como con una ex candidata a diputada, Loreto Letelier, quien apareció en un video agradeciendo a “La Vanguardia” por resguardar las marchas del Rechazo.
Aunque el sector es diverso en cuanto a la expresión de su radicalidad, comparten principios comunes como el de una economía capitalista y libertaria, acompañada de un Estado pequeño, de rol subsidiario y centrado en la seguridad policial. Adscriben a valores conservadores, principalmente cristianos, que los han llevado a impulsar movimientos “anti género”. Aquí se encuentran organizaciones como “Siempre por la Vida” o “El bus de la Libertad” que se organizaron en contra de la legalización del aborto, también está “Con mis hijos No te Metas”, movimiento que surgió como reacción a las reformas educacionales que realizó el gobierno de Michelle Bachelet. Los grupos anti género tienen una influencia en todos los partidos de la centro-derecha chilena, ejemplo de esto es el fuerte lobby que desplegaron contra la Ley de Educación Sexual Integral, propuesta por un grupo de parlamentarias de centroizquierda, iniciativa que finalmente fue rechazada en el Congreso.
“El movimiento anti género en Chile, comienza hace unos diez años de modo más sistemático y alcanza su peak con el bus de la organización -española de extrema derecha- HazteOir. Tiene nexos con ciertos líderes, que si bien no están participando activamente en partidos políticos, reciben apoyo de algunos dirigentes de UDI. Así mismo, un personaje importante, que se ha vinculado al financiamiento es José Antonio Kast. Además, las iglesias evangélicas han jugado un rol importante, y más recientemente con la bancada evangélica del Congreso”, explica Jaime Barriento, doctor en Psicología Social y académico de la Universidad Alberto Hurtado.
El mundo evangélico es otro sector que coquetea con la derecha dura, pero a diferencia de Brasil en donde se han constituido como una fuerza política con representación parlamentaria cohesionada, en Chile no cuentan con una articulación tan clara y se distribuyen en distintos partidos de la centro derecha. El diputado de Renovación Nacional, Leonidas Romero, es evangélico, y asegura que el voto de su iglesia fue fundamental para que el presidente Piñera ganara las elecciones, pero “cuando llegó a La Moneda se olvidó y empezó a apoyar estas leyes como el matrimonio homosexual”, indica Romero.
“Desgraciadamente desde el mundo cristiano, especialmente evangélico, llegamos tarde a la política, todavía hay pastores evangélicos que a su congregación les dicen que no es sano participar en política, que no hay que adorar a dos dioses, y le entregamos a los ateos y a los agnósticos, la construcción de nuestro país. Producto de eso, hoy día tenemos leyes tan aberrantes como el aborto libre, matrimonio igualitario, adopción homoparental, querían tener la Educación Sexual Integral (ESI), que sexualiza a nuestros niños. Es importante que más cristianos y particularmente evangélicos, lleguemos a ocupar los cargos públicos”, destaca el diputado Romero, quien destaca que no es de ultraderecha.
Los jóvenes es otro sector donde la derecha dura ha comenzado a crecer. “Es importante que la democracia vuelva a las casas de estudio que hoy están secuestradas por la izquierda ideológica”, declaró José Antonio Kast, en el marco de una gira nacional en universidades que hizo durante 2018. Tratando de ganar la simpatía juvenil, JAK fue el primer político en aventurarse en TikTok y hasta hizo el challenge del reggaetón “Tusa”, el hit del verano 2020. Poco a poco, Kast fue armando una red de jóvenes profesionales, intelectuales y hasta Youtubers que lo invitan a sus programas, alcanzando notoriedad en los ciber círculos republicanos. A esto se suma una especie de polo teórico desarrollado en Think Tanks como el Centro de Estudios Libertarios, donde la filósofa Vannessa Kaisser es una de sus principales cuadros intelectuales e influencer en su canal de YouTube, “Esfera Pública” que tiene miles de visitas.
En la derecha dura también echan mano a la estrategia de las fake news. En 2019, a José Antonio Kast lo criticaron por difundir información falsa sobre la ex presidenta Michelle Bachelet: “Fue cómplice del tráfico de personas”, dijo en un canal de televisión, haciendo alusión a la gran cantidad de migrantes haitianos que llegaron a Chile durante el gobierno de la ex mandataria. Información que fue desestimada posteriormente. Durante la campaña del rechazo también se trató de implantar un discurso del terror, trataron de revivir el efecto de “Chilezuela”, señalando que Chile sería similar al régimen de Nicolás Maduro, si había un cambio constitucional. Esta vez, la estrategia no rindió los mismos frutos.
En el ámbito comunicacional, el equipo del Partido Republicano ha desarrollado una política de autonomía de los medios de comunicación tradicionales, y las redes sociales han sido sus principales plataformas. “Hemos potenciado nuestros propios medios de comunicación”, destacó la periodista del Partido Republicano, Carolina Ayala, en una entrevista al diario La Segunda, con el objetivo que “no existan desvirtuaciones”, explicó. Además, han desarrollado una expedita red de comunicación vía WhatsApp por la que coordinan los despliegues en redes sociales y tienen una gran potencia ocupando marcando trending topic en Twitter. Aseguran que no trabajan con agencias, pero en los últimos meses habrían contado con la asesoría de “Artool”, agencia de Jorge Selume, el ex jefe de la Secretaría de Comunicaciones del Gobierno de Sebastián Piñera, quien dejó el cargo tras presentar un informe de Big Data que apuntaba a que en la revuelta social de 2019 hubo influencia “extranjera” y que los y las fanáticas del K-Pop estaban detrás de las manifestaciones.
Según el analista especializado en comunicación política, Cristián Leporati, “Kast ha tratado de replicar lo que ha visto en otros lados y no va a salir de ese modelo, va a seguir creciendo en su padrón electoral, en sus seguidores, porque obviamente en un mundo de dudas el ser humano necesita certezas. Esta fórmula, propagandística y retórica, la vamos a seguir viendo, hasta que deje de ser operativa y no permita éxitos electorales”.
La política y estrategia comunicacional de la derecha dura ha forjado lazos con sus símil extranjeros. José Antonio Kast se ha reunido con distintos líderes del sector, en octubre de 2018, JAK llegó hasta Brasil para reunirse con el presidente Jair Bolsonaro de Brasil, a mediados de 2019 Kast tuvo una reunión con los líderes del partido español Vox y su líder, Santiago Abascal. En el encuentro abordaron “la urgencia de frenar el marxismo cultural y la necesidad de defender valores conjuntos entre países hermanos”, según detalló el político chileno. Lo que nunca ha quedado en claro es si el Partido Republicano ha sido asesorado por la plataforma “The Movement” que asesora movimientos de derecha dura, creada por el ideólogo y ex asesor de Trump Steve Bannon.
Estas son las caras de la derecha chilena: solidarios, economicistas y ultraderechistas, grupos que se encuentran en un momento de cambio y acomodo, y que durante el último año han desatado una pugna interna por la nueva hegemonía en el sector, lucha acrecentada por el proceso constituyente que se abrió en el país. Una disputa que no sólo ha puesto en jaque al gobierno de Sebastián Piñera, quien ha tenido que sortear una especie de “semi parlamentarismo” de facto en un país hiperpresidencialista, avalado por parlamentarios de sus propias filas; sino que ha revelado que el mundo derechista chileno se fracciona y tensiona, en medio de una profunda crisis política que atraviesa el país. Es claro, que a 30 años de la dictadura,