Laura Weffer, la exiliada

A base de donaciones, la periodista Laura Weffer cofundó Efecto Cocuyo, uno de los medios más exitosos y premiados de Venezuela. Esta es la primera entrega del especial ‘Venezuela: periodismo en fuga’

por

Goldy Levy

Estudiante maestría en periodismo CEPER


03.01.2019

Ilustración: Daniel Gómez Dugand

[N. Del D.: Esta es la primera entrega del especial ‘Venezuela, periodismo en fuga’, dirigido por la periodista Alejandra de Vengoechea]

 

La primera vez que hablé con Laura Weffer Cifuentes, editora de Efecto Cocuyo— uno de los portales más leídos en Venezuela, con más de 600 mil lectores al mes—, fue un domingo en la mañana mientras cocinaba panqueques para sus hijas y sobrinos en pijamas. Dos semanas después la tuve frente a mi, en vestido y tacones, con una sonrisa tan grande que le cierra los ojos, recibiendo el premio por Mejor Periodismo de Datos en colaboración con El Tiempo por Venezuela a la Fuga en el congreso Digital Media Latam 2018, en Bogotá. El proyecto involucró a un equipo de 27, entre ellos tres periodistas y tres videógrafos que acompañaron a los migrantes en sus rutas y a colaboradores de siete países de América Latina, todo con el deseo de darle una cara humana al éxodo venezolano. Al bajar del escenario, Laura se toma un video en el que dice “este premio es suyo, queridos Cocuyos”.

Venezuela a la Fuga reportó que 1.622.109 de personas huyeron del país en el 2017. Laura es una de de esas personas. Vivir en Venezuela implica sufrir la escasez de alimentos, medicinas, transporte y sufrir la creciente inseguridad. El periodista, además, lucha contra la censura indirecta del Estado: no hay papel periódico, el peor ancho de banda de Latinoamérica, conexión bloqueada, acoso económico y legal, autocensura cultivada en amenazas y la posible retención de salida por un pasaporte marcado (obtener uno cuesta 2.500 dólares).

El declive informativo de Venezuela inició en el 2007 cuando Hugo Chávez, presidente de 1999 a 2013, lanzó una campaña de deslegitimación de los medios. El actual presidente Nicolás Maduro ha silenciado a todos los que considera medios disidentes. Como respuesta, nacieron nativos digitales dispuestos a continuar informando, como Armando Info y Efecto Cocuyo.

“Yo creo que todavía hay mucha gente muy comprometida con su país que quiere seguir documentando todos los horrores que están ocurriendo. Por ejemplo, Efecto Cocuyo. Ellos siguen investigando y promocionando el periodismo de calidad”, opina John Otis, corresponsal de la zona Andina del Comité de Protección de Periodistas (CPJ).

El primer día del congreso, cuando nos conocimos,  Laura me mostró con carisma y disimulo la suela rota de su bota satinada en color vino. Unos días más tarde las acompañé a comprar zapatos en su última tarde —lluviosa—  en Bogotá. Pasamos horas caminando el centro comercial. Laura alucinó con cada zapato rojo y plateado que vio—pero compró solo lo que necesitaba— y me contó entre risas y chistes sobre los nuevos retos de la vida en el exilio: la comida distinta, el sentirse alienada, vivir el luto de su partida y cómo lo supero a través del agradecimiento, el trabajar desde casa por primera vez en su vida y buscar paz en las bibliotecas públicas.

Desde hace dos años Laura vive en Weston, Florida, con su esposo, Victor Hugo Febres, y dos hijas, Ariana y Valeria. La mujer que caminó Caracas entero cubriendo la noche que murió Chávez (5 de marzo del 2013), la que usaba chaleco antibalas casi a diario, hoy vive en un silencioso suburbio americano.

Todo en mi vida pasa por los ojos del periodismo. El día que estaba dando a luz pensaba, esto da para una buena crónica

Jamás pensó que iba a vivir fuera de Venezuela, pero el futuro de sus hijas cambió sus convicciones. Su punto de quiebre fue cuando recorrió diez farmacias en busca de medicinas para Valeria y no encontró ninguna.

“Venirme aquí es la decisión más racional que he tomado en mi vida, porque todo mi corazón, mis sentimientos, mi alma, la dejé en Venezuela,” confiesa.

Victor preparó el portafolio de su esposa para la visa de talento O1, que implica demostrar «habilidades extraordinarias por aclamación nacional e internacional sostenida” resumidas en dos largos formularios y seis rigurosos documentos de apoyo evidenciando publicaciones, salario, reconocimientos y premios. La consiguieron rápidamente.

Aún así, la vida de migrante ha sido retadora. Victor, productor audiovisual, ahora conduce Uber*. Laura dejó a sus padres, abuelos y amigos. La red de soporte que apaciguaba su vida profesional ahora es un recuerdo que añora al lavar uniformes y platos, mientras navega entre ser madre y periodista.

En el congreso, Laura encuentra una esquina discreta durante un receso para llamar a sus hijas. Les recuerda que se laven el cabello y felicita a Ariana por sus excelentes calificaciones. Cuando sus colegas le preguntan por qué no estuvo presente en el Colpin—Congreso de Periodismo Investigativo que fue la semana anterior—, ella responde: “Ahora que tengo dos niñitas me puedo escapar una, pero no dos semanas.”

Laura nació en Caracas el 15 de enero de 1971. Hija de René, reconocido otorrinolaringólogo, y Laura, «la mejor gerente de hogar» según su hija. La mayor de cinco hermanos, siempre fue alegre, algo rebelde y libre, de “cabeza en la nebulosa” y vestir a colores, cuenta su hermano menor Rodrigo.

Creció entre libros por influencia de su madre, quien premiaba a sus hijos con treinta minutos de lectura antes de dormir. En casa le decían “Laura Mafalda” por sus razonamientos precoces, porque desde sus ochos años tenía una libreta en mano y muchas preguntas.

“Todo en mi vida pasa por los ojos del periodismo”, dice, “El día que estaba dando a luz pensaba: esto da para una buena crónica.”

De adolescente amaba a la periodista italiana Oriana Fallaci y soñaba con cubrir una guerra como ella. Lo que no se imaginó fue que terminara cubriendo la crisis que desgarró su país.

Estudió comunicaciones en la Universidad Católica Andrés Bello y se especializó en política en el London School of Economics y el Institute of Latin American Politics. Trabajó un año con la agencia de noticias española EFE antes de regresar a Caracas en el 2000. Ese año Teodoro Petkoff, reconocido exguerrillero, político, periodista y economista recién fallecido el 31 de octubre de este año, fundó el periódico Tal Cual e invitó a Laura al equipo. Después de dos años pasó a El Nacional, medio más grande del país, donde cubrió a Chávez por diez años. Quienes la conocen dicen que tiene una sensibilidad especial y una “habilidad para meterse a la gente en el bolsillo”, razón probable de su cercanía con políticos y personajes del Estado en esa época.

Tanto mis socias como yo somos periodistas de calle. Entendemos el periodismo como un compromiso social real

Los siguientes tres años estuvo en Últimas Noticias en la unidad de investigación. En el 2014, el medio cambió su línea editorial y le censuraron una crónica llamada “Así funcionan las guarimbas”, donde comparaba a los estudiantes que protestaban (designados guarimbas por el gobierno) con los de la Guardia Nacional. Meses después, Luz Mely Reyes, periodista venezolana y su antigua jefa en Últimas Noticias, la invitó a formar parte de un nuevo proyecto independiente.

“Laura era capaz de tomar riesgos y no le tiene miedo a los retos”, explica Luz Mely.

Efecto Cocuyo nació en la cocina de Josefina Ruggiero, periodista y co-fundadora. El crowdfunding fue la vía para recaudar fondos y crear comunidad. Viajaron a Praga, Madrid y Miami en busca de inversionistas. Se lanzaron a las calles de Caracas con potes vacíos a pedir donaciones del público.

Querían crear un medio que iluminara y rompiera con la censura. El cocuyo era la imagen perfecta: un escarabajo de las zonas tropicales que por las noches emite luz para comunicarse.

Efecto Cocuyo ahora cuenta con un equipo de 21. Todos los reporteros son menores de 30 años. El medio se enfoca principalmente en salud, política y análisis de actualidad.

Ibis León, reportera, comparte que Laura al editar educa y aunque esté lejos, siempre es una voz de ánimo. Le ha enseñado a investigar “más allá de lo obvio”.

“Tanto mis socias como yo somos periodistas de calle. Entendemos el periodismo como un compromiso social real”, explica Laura.

Ahora la mueve esa inquietud de cubrir la realidad de las venezolanas migrantes y la ruta de la maternidad en el exilio, de ponerle cara a las dificultades que viven sus compatriotas. Veo que tiene en el estuche de su celular una foto de la Mujer Maravilla y me pregunto cuánto de esa heroína busca Laura encarnar. ¿Qué tanto de su tierra en crisis puede salvar una sola mujer? Aquella que baraja las cartas de ser migrante y no haber sentado raíces, mientras es madre, ama de casa y periodista a tiempo completo, sin las comodidades de su antigua vida—la familia, la empleada, el dinero—, que dirige un medio de comunicación a punta de Whatsapp y con el tiempo libre que pellizca a momentos, edita otros proyectos. Laura me dice como pensando en voz alta, “siento mi destino aquí, en Estados Unidos, por algo será”. 

*Luego de que se publicara esta nota, Victor Hugo Febres J., el esposo de Laura, consiguió trabajo en Univisión.

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Goldy Levy

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