La trocha hacia el colegio Manantial

En el suoriente de Bogotá hay un manantial en medio de un desierto. Hay un colegio de ladrillo en medio de casas de lata y madera. Pero sólo tiene una vía de acceso, una trocha que representa un riesgo para sus estudiantes.

por

Ana Cristina Ayala


20.06.2017

Fotos: Ana Cristina Ayala

 

Una de las casas de la comunidad junto a la trochaEl camino es peligroso.

Sobre una montaña al suroriente de Bogotá, en la localidad de San Cristobal, vive la comunidad de “El Triángulo-Corinto-Manantial”. Sus casas de lata y madera están dispuestas a lado y lado de un camino destapado y serpenteado. A las siete de la mañana, de lunes a viernes, los niños caminan en grupo hasta la cumbre, en donde queda la única construcción de ladrillo: el Colegio Manantial.

Esta comunidad, según un estudio de hábitat de la Universidad Nacional, queda sobre una de las zonas de alto riesgo por deslizamiento en la ciudad. Además, dadas las condiciones de la trocha que lo atraviesa, ningún transporte público llega hasta allá.

Por ese camino a duras penas transita, a muy baja velocidad, el camión que lleva los refrigerios al colegio. Subir el último kilómetro de esta vía destapada le toma a un carro cerca de 20 minutos.

El riesgo está sobre todo en los días de lluvia: “Cuándo llueve ni siquiera llega el refrigerio y, además, muchos de los niños se ausentan porque el lodazal y las piedras hacen que la trocha sea más peligrosa” dice Gloria, una de las tres profesoras con las que cuenta el Manantial.

Ante esto, los niños se han acostumbrado a llegar en grupos para hacer más segura su ruta. “Los grandes cuidamos a los pequeños” cuenta Laura*, una niña de doce años que cursa su último año escolar. En el Manantial los niños pueden estudiar solamente hasta quinto de primaria.

Un día sin ir al colegio, es una oportunidad para que los niños sean violentados

Fachada en latón de una de las casas de la comunidad=Gloria se demora veinte minutos en subir desde las lomas de San Cristóbal hasta la institución. Lleva dieciocho años trabajando en el colegio y nunca ha perdido el objetivo de ir a enseñar. “No me demoro mucho porque ya estoy entrenada” dice.

Ella y las otras dos profesoras se encargan de enseñarle a todos los estudiantes educación ambiental, matemáticas, artes y español. El colegio cuenta con siete salones, un patio central y un patio con juegos para los más pequeños.

El origen del colegio se remonta veinte años atrás. En ese entonces, varias familias de recicladores y trabajadores informales llevaban cerca de una década invadiendo los terrenos de estos tres barrios. En los años ochenta, el movimiento guerrillero M-19 gestó y lideró su construcción tras promover que estas familias, que trabajaban en la calle, invadieran la parte más alta de la ladera con casas de material reciclado y tabla. Pero sólo una década después, hasta final de los años noventa, el distrito construyó el colegio.

 

Ausencias y convivencia

“La educación que reciben en el colegio les ayuda a convivir en sus propias casas, por eso es crucial que no dejen de asistir”, afirma Gloria. Uno de los problemas derivados de las ausencias escolares, causadas por el difícil acceso al colegio, es la convivencia entre los alumnos.

 

Vista desde el colegio Manantial hacia la trochaEn el Manantial estudian treinta y dos niños, entre tres y doce años, y la gran mayoría son parientes entre sí. Por eso es que la profesora asegura que “el arreglo de la carretera es urgente para evitar accidentes y también para disminuir la ausencia escolar”.

Gloria no es la única que cree esto, según Claudia Tellez, socióloga de la secretaría de Educación de Bogotá, en comunidades vulnerables como esta, dados los altos índices de violencia doméstica, los niños corren más peligro permaneciendo en su hogar. “Un día sin ir al colegio, es una oportunidad para que los niños sean violentados». Colegios como este están inscritos dentro de la Secretaria de Educación bajo las funciones de prevención de abuso y maltrato.

Según un informe del Instituto Distrital de Gestión de Riesgos y Cambio Climático de Bogotá ya se han hecho obras de mitigación del riesgo por deslizamiento en esta zona. Sin embargo, el sendero sólo fue pavimentado en el primer tramo y aún queda cerca de un kilómetro por pavimentar. Esto ocurrió en 2010, durante la administración de Gustavo Petro.

 

 

*Cambiamos el nombre de la niña por su seguridad.

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