Disidencias alimentarias en el Perú
Disidencias alimentarias en el Perú

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Disidencias alimentarias en el Perú

Para Luna Lacra, la alimentación también es una propuesta, una práctica, y un discurso político. Desde San Juan de Lurigancho, un asentamiento humano en Lima, Perú, creó un emprendimiento rebelde que lucha contra el extractivismo y la desigualdad.

Fotografías y entrevistas de Jimena Rodríguez

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“El barrio pinta la cumbia que suena con los parlantes para ver si así olvidamos, aunque sea un rato, el estar sin laburo, el vivir del día a día. Mis vecinas han abierto sus casas para vender verduras, pollo, pan y fruta. El limón a un sol y los ajos a dos soles cada cabeza”, dice un escrito de le cocinere, poete y bruje Luna Lacra, habitante del asentamiento humano José Carlos Mariátegui, en Lima, Perú.

Frente a la desigualdad, la escasez de alimentos y la pobreza, las ollas comunitarias han sido un bálsamo para las comunidades más afectadas por la crisis del Covid-19. En 2020, las mujeres de esta zona aseguraron la alimentación de sus comunidades a través de la colaboración, del compartir.

En el asentamiento Mariátegui, comer dejó de ser solo un acto de supervivencia para convertirse en un gesto político de resistencia.

“¿Qué es justicia alimentaria para mí? Las ollas comunes, porque vienen de las organizaciones de abajo y nadie más que las madres que viven en los barrios, en los conos, en las partes altas, saben lo que es vivir en hambre”
Explica Luna Lacra.

Luna Lacra se reconoce como una persona no binarie y vive en la parte alta de este asentamiento. Elle fundó Gate Perre Cocinando resistencia en 2020, un emprendimiento que busca la alimentación consciente, coherente con el comercio local y con lógica de soberanía alimentaria.

El asentamiento humano José Carlos Mariátegui, donde vive Luna, está ubicado en San Juan de Lurigancho, uno de los distritos con el mayor número de asentamientos humanos en el país. Los asentamientos humanos son sitios, generalmente en la periferia de las ciudades, donde se establecen refugios habitados por migrantes o personas de escasos recursos.

Durante la gran ola migratoria de la década de 1920, producto de la violencia social y política en Perú, San Juan de Lurigancho fue el distrito que más población migrante recibió. Desde entonces, ha crecido de forma exponencial con la llegada de más migraciones.

Con la llegada del Covid-19 a los asentamientos humanos de Lima, se profundizaron las desigualdades ya existentes. La falta de acceso a alimentación y al agua desde el cerro fueron algunos de los desafíos que tuvo que enfrentar la comunidad donde vive Luna.

“hay todo un sistema económico extractivista, estructuralmente violento, que hace que las comunidades que trabajan en la tierra finalmente no puedan gozar de su propio esfuerzo.”
Luna Lacra.
PLATO FUERTE

En medio de la incertidumbre de la pandemia en 2020, Luna creó Gate Perre. Inicialmente, este emprendimiento nació como un espacio de difusión para recaudar fondos para la olla común de su barrio, la que permitía que en medio de la crisis la comunidad se alimentara. Con ese proyecto se volvió evidente para le chef rebelde que “la alimentación hay que verla de manera integral, no solo como un acto de comer limitado al placer o a la sobrevivencia.”

Entonces Gate Perre se volvió una apuesta por cocinar para la resistencia, de forma integral, coherente y con lógica de soberanía alimentaria. Hoy en día, además de vender sus productos en mercados locales y por las redes sociales —productos fabricados además con lo cultivado y cosechado por los vecinos de su comunidad— Luna lidera conversatorios y talleres que reflexionan sobre el componente político y social de la comida.

La crítica de Luna es hacia la industria y hacia la idea de que el extractivismo es progreso. La explotación de los recursos naturales, la exportación de los alimentos y la lejanía entre lo que se consume y dónde se produce son problemas estructurales contra los que Gate Perre se posiciona de frente. Por eso la apuesta de exaltar las formas de alimentación comunitarias, de creer en el comercio local y honrar el conocimiento ancestral.

El objetivo de su proyecto es buscar formas de romper con la perspectiva hegemónica de qué es la alimentación y cómo se obtiene la comida, una misión de rebeldía y autodeterminación que se encuentra con otras luchas frente a cómo el sistema capitalista ha organizado a los grupos humanos en función del comercio y consumo de alimentos.

Luna explica la importancia de los mercados y su resistencia

Para Luna, que se identifica como una persona disidente de género, las prácticas alrededor de la alimentación son también escenario de discursos violentos y utilitaristas que se suelen invisibilizar al servir la mesa.

“A mí me gustaría que el espacio pueda también cuestionar, pero también integrar, qué otras formas de alimentarse son posibles sin discursos que sean racistas, sin que sean incluso transfobicos, sin que sean gordofóbicos. Creo que también Gate Perre Cocinando resistencia se nutre también de otros movimientos para poder hablar de la alimentación, porque recordemos que la alimentación es un espacio de compartir, es un espacio de compensación al otre”
Luna Lacra.

Volver la alimentación un asunto local de interacciones entre la propia comunidad —que se desinscribe de las lógicas de mercado que se lleva por delante recursos ambientales y grupos humanos— no solo es la vía para garantizar la soberanía alimentaria, también es una vía para reivindicar grupos humanos que han sido violentados en nombre de la acumulación y los mercados globalizados de alimentos.

Conoce lo que Luna piensa de la soberanía alimentaria y el buen vivir

Además, para Luna, Gate Perre ha sido un proceso de reconectarse con su identidad y su emprendimiento como una apuesta por la recuperación de la identidad del territorio. Pues al final, tanto la identidad individual como la colectiva son atravesadas por aquello que consumimos.

“El sentido de identidad de un territorio que ha sido parido con mucha violencia estructural. Creo que me siento representada porque reivindico las vivencias de mi madre, porque yo aprendí a cocinar por mamá y mi mamá aprendió a cocinar por mi abuela. Y el acto de cocinar es un encuentro de amor, es un encuentro de reforzar vínculos”, añade Luna.

Luna define la justicia alimentaria
POSTRE
“La justicia alimentaria significa para mí que las personas tengan conocimiento de lo que hay detrás de cada alimento, tengan derecho a acceder a los alimentos en condiciones, sobre todo, si hay condiciones muy precarias, que nadie se quede sin comer”
Luna Lacra.

La papa, un patrimonio histórico de la humanidad: Hace más de 7 mil años, la papa constituyó el alimento fundamental para las culturas precolombinas e inca. Hoy, este tubérculo originario del Perú sigue siendo el principal cultivo del país.

Datos cocteleros
De las 5 mil variedades de papa que se cultivan en el mundo, alrededor de 4 mil se encuentran en el Perú.
La papa contiene micronutrientes como la vitamina C y otros minerales como potasio, fósforo y magnesio. Una papa de 150 gramos, consumida en su totalidad, equivale a la mitad de las calorías diarias necesarias para alimentar a un adulto promedio.
Después del arroz, el maíz y el trigo, la papa es el cuarto cultivo más importante del mundo.

Jimena Rodríguez

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