Un proceso de paz ignorado por la «gran prensa»

En 1987 la Asociación de Trabajadores Campesinos del Carare (ATCC) pactó la paz con el frente 11 de las Farc. En el proceso no participó el Estado y pocos supieron de este acto de pacificación que surgió desde y para la sociedad. La «gran prensa» poco o nada habló del tema y sólo periódicos locales y regionales se refirieron al suceso.

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Miembro de la ATCC en la oficina de la Asociación. Foto: Grupo Memoria Histórica.

La oficina de la Asociación de Trabajadores Campesinos del Carare (ATCC), en el corregimiento de La India en el departamento de Santander, está decorada con pendones que tienen impresos recortes de la prensa de lo que muchos dicen, fueron sus años dorados. Esta unión de campesinos que surgió con el anhelo de paz en su territorio, en 1987, en medio de un contexto político violento, álgido y complejo, entendía la importancia de los medios y sabía que estar en ellos era su momento de gloria, era la manera de hacerle saber al país de su existencia.

Pero no es sorprendente saber que la atención no la tenían ellos. La Colombia que mostraban los grandes diarios nacionales por esos días era la de un proceso de paz en declive entre el Gobierno y las Farc, la que enfrentaba el magnicidio contra la Unión Patriótica y la que se caracterizaba por una guerra devastadora entre grupos guerrilleros, grupos paramilitares y un Estado centralizado y ajeno a las regiones. Así, dentro de este contexto, la ATCC nació en el Magdalena Medio santandereano e impuso «su ley» en siete municipios y 37 veredas de la región del Carare Opón.

Su lucha, sus éxitos y sus logros pocos los contaron. A nivel local y regional  —en Vanguardia Liberal, por ejemplo— encontraron un espacio, pero a nivel nacional, la gran prensa  —El Espectador  El Tiempo— sólo habló de ellos en sus momentos difíciles, en su punto de quiebre, tres años después de su fundación cuando tres de sus líderes, en compañía de la periodista Silvia Duzán, fueron asesinados.

Pero, ¿por qué la inatención de la prensa nacional a la ATCC y a un proceso de paz que para ese entonces e incluso hoy resulta un ejemplo innovador? ¿Es acaso la centralización del poder y de la prensa del momento lo que impidió mirar e informar sucesos locales como este? O ¿es la no participación directa del Estado y de sus instituciones lo que generó poco interés en los medios para desplegar un cubrimiento sobre el tema? Además, ¿por qué sólo cuando para los medios el proceso «fracasa» y se reactiva la violencia, es el momento para prestarles atención? ¿Fue la muerte de los campesinos o en realidad la de Silvia Duzán la que hizo del suceso una noticia?

Estas son tan solo algunas de las preguntas que surgen frente a las experiencias, el impacto y el devenir de una comunidad campesina que, en medio del olvido, «formalizó» un proceso de paz con el grupo guerrillero más antiguo del continente. Y sí, lo «formalizó», no ante el Gobierno y sus instituciones —de hecho para muchos era ilegal este acercamiento con un grupo subversivo—, sino ante su propia población. Eso es precisamente lo que algunos expertos e incluso la comunidad internacional (con un Premio Nobel Alternativo de Paz) reconoció como un gran esfuerzo, como un ejemplo para la sociedad. Ellos demostraron que existe la posibilidad de que los mismo campesinos sean capaces de invertir las dinámicas del poder, de establecer el devenir del territorio que les pertenece.

Cuando la paz se abre camino entre la guerra

 

«…En esta época ya es difícil hacer un recuento de las víctimas caídas por las diferentes partes y el problema se agudiza aún más. Las tres fuerzas enceguecidas parecen encontrar en el campesino trabajador e inocente el más codiciado blanco para saciar la venganza que no podían encontrar con el enemigo.

(…) Por eso, nos organizamos con los brazos en alto en señal de rechazo a esas actuaciones equívocas tanto de quienes buscan el poder como de quienes lo defienden, y sólo convocamos a la opinión pública que aún le queda sensibilidad humana para que apoyen esta justa causa y para que en una u otra forma nos ayuden a consolidar una verdadera paz y un desarrollo socioeconómico que nos permita vivir dignamente porque todas nuestras ilusiones y aspiraciones han sido frustradas”.

Asociación de Trabajadores Campesinos del Carare, 1989.

 

Desde 1974 la violencia acaparó la región con enfrentamientos entre las Farc y el Ejército Nacional. Diez años después, el conflicto se intensificó con la intervención de un tercer actor: los paramilitares que entraron a la zona para luchar en contra del poder territorial y económico de la guerrilla. Así, en 1987 las dinámicas de la región estaban determinadas por tres actores, de cierta forma, ajenos a los campesinos, y que intervinieron en sus vidas para amenazarlos, torturarlos, desplazarlos y, a muchos, matarlos. De ahí que digan en sus testimonios que «la guerra era entre los grupos armados, pero los muertos los poníamos nosotros».

Las decisiones de diálogo, de exigencias y de enfrentamiento pacífico con los actores armados  que se dieron en este contexto, estaba determinada por  campesinos cansados de padecer el control territorial de actores no estatales y de pagar con la vida de sus familiares y vecinos las consecuencias de la violencia. Fue por eso que  decidieron impulsar un proceso de paz —sin intermediarios en un territorio en disputa—, con quienes por varios años asesinaron sus conocidos, robaron sus pertenencias y los obligaron a ser partícipes de sus causas.

Un proceso de paz invertido

 

Los procesos de paz en Colombia, aquellos que los medios más han registrado, los ha iniciado el Gobierno. Han sido procesos que vienen de las esferas más altas del poder. Por eso es que la experiencia de la ATCC sobresale en una confusa búsqueda de paz. Ellos rompieron los márgenes establecidos por el poder e inventaron una propia fórmula que pocos conocieron.

Este fue un proceso de paz sin antecedentes.  Fueron los mismos campesinos quienes decidieron entablar un diálogo, sin la ayuda ni la intervención de expertos, políticos ni instituciones estatales. Fue un proceso salido de los márgenes establecidos, que invirtió las lógicas de resolución de conflictos en las que los procesos se hacen de arriba (el Estado) hacia abajo (el pueblo).

 

Paz en medio del silencio

 

 

 

 

 

 

Vanguardia Liberal, junio 19 de 1987
Vanguardia Liberal, junio 19 de 1987

Las conversaciones para pedir paz en su territorio con el frente 11 de las Farc iniciaron a finales de mayo de 1987.

La primera noticia sobre el tema la dio Vanguardia Liberal, el 19 de junio de ese año, después de la segunda reunión de la que miles de campesinos fueron partícipes.

Con el tiempo, no sólo las Farc sino otros grupos armados ilegales —como los paramilitares— respetaron las nuevas dinámicas de paz en el territorio. Aunque la violencia nunca dejó la región,  por varios años la ATCC logró el control de la zona para que los campesinos pudieran volver a trabajar sus tierras y, como ellos mismos lo dicen, vivir dignamente.

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El Espectador, mayo 30 de 1987

Pero como ya se ha mencionado, en aquel entonces el país sólo estaba enterado de los asesinatos, los secuestros y de un proceso de paz oficial —iniciado por el gobierno de Belisario Betancur y continuado por Virgilio Barco—, que cada día se desmoronaba más. Esa era la agenda que a diario cubrían los periódicos en el primer semestre de 1987.  Se trataba de un momento histórico en el que los medios iban de la mano con los grandes sucesos nacionales y con las declaraciones del presidente y de su gabinete ministerial que a diario se hacían visibles en las portadas y las páginas de la prensa nacional y regional.

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El Tiempo, junio 24 de 1987

De ahí que la ATCC poco haya llamado la atención de los medios de comunicación. La «gran prensa» que se refiere a los dos grandes diarios nacionales —El Espectador El Tiempo— pasó por alto el surgimiento de la Asociación y las primeras reuniones entre el comandante del frente 11 de las Farc y el campesinado de la zona. Este silencio se postergó por un par de años, hasta que un desafortunado suceso trastocó las dinámicas de paz en la región y logró abrir  los ojos de la prensa y por tanto del país.

Se rompe el silencio y habla la prensa

 ¿Por qué sólo después de más de dos años desde el inicio del proceso, los diarios nacionales hablaron de la ATCC?

La respuesta para algunos es «porque los medios se enfocan en las muertes y en los fracasos, pero nunca en éxitos y en los logros de los procesos», señala Gloria Restrepo investigadora del Centro Nacional de Memoria Histórica. El silencio de la prensa no sorprende, pues como ya ha sido explicado, la agenda estaba determinada por otros protagonistas y otras coyunturas nacionales. Sin embargo, lo que sí sorprende es la forma en que se comienza a hablar de ellos, sorprende que la noticia no sea el proceso en sí mismo, sino lo que algunos medios consideraron su fracaso; sorprende que las reflexiones sobre el tema hayan sido pocas y escuetas.

El 26 de febrero de 1990, el presidente de la ATCC Josué Vargas, el secretario Saul Castañeda y el director técnico Miguel Ángel Barajas fueron asesinados en una cafetería de Cimitarra junto con la periodista Silvia Duzán. Sobre los responsables poco se supo, pero el suceso fue protagonista de las portadas y las páginas de los medios locales, regionales y nacionales.

El Espectador, febrero 27 de 1990
El Espectador, febrero 28 de 1990.

La experiencia de los campesinos del Carare con la guerrilla, sólo las supo el país el 27 de febrero de 1990. La noticia en los diarios se dividió entre la ATCC, los líderes asesinados y Silvia Duzán. Sin embargo, a nivel nacional, puede plantearse que los diarios dieron más relevancia al trabajo que hacía la periodista y a su asesinato, más que al contexto en el que se dieron los hechos y las implicaciones de los mismos.

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El Tiempo, febrero 27 de 1990.

La primera plana y los titulares de El Tiempo y El Espectaron se centraron en la muerte de la periodista de la BBC. Como lo dicen expertos como Sanz de Santamaría y el editor de El Espectador, Jorge Cardona, no se trata de desconocer el asesinato de la periodista, pero sí es cierto que fue eso lo que le dio al Carare y a sus campesinos la primera página de los diarios más importantes del país.

El Espectador, febrero 27 de 1990.
El Espectador, febrero 27 de 1990.

Hay que señalar, además, que el cubrimiento no fue mucho más allá del 27 y 28 de febrero de 1990. Ni El Tiempo ni El Espectador volvieron a referirse al tema en los días siguientes al suceso; ni siquiera en sus lecturas dominicales.

Por su parte, Vanguardia Liberal hizo un cubrimiento un poco más extenso del suceso. Más allá de anunciar la muerte de los campesinos y de la periodista realizó un recuento de la historia de la Asociación, del proceso de paz  y perfiló a los líderes asesinados.

Vanguardia Liberal, febrero 28 de 1990.
Vanguardia Liberal, febrero 28 de 1990.
Vanguardia Liberal, febrero 28 de 1990.
Vanguardia Liberal, febrero 28 de 1990.

A pesar del silencio,

la Asociación persiste

 

Aunque los medios —principalmente los nacionales— dieron por terminada la ATCC después  de 1990, la Asociación continuó su trasegar. Ese mismo año, estos campesinos recibieron el Premio Nobel Alternativo de Paz y aunque luego vivieron momentos de divisiones al interior de la Asociación y de bonanzas y crisis económicas en la región, hoy la ATCC todavía existe.

En los últimos años la prensa ha vuelto a mirar su experiencia, debido al momento coyuntural por el que atraviesa el país. Titulares como «Campesinos se adelantaron 30 años al proceso de paz» han vuelto a traer a la memoria de los colombianos —o mejor, le han hecho saber al país— de su existencia. Y para ellos esto resulta fundamental. A pesar de la escasa atención de los medios y de que el 21 % de la población del Carare Opón es analfabeta, ellos nunca desestimaron la importancia de la prensa.

Durante sus primeros años de existencia, la Asociación alimentó un archivo con todos los artículos que los diarios impresos hicieron de ellos y hoy la manera de resistir a ese olvido ha sido con la creación de sus propios medios comunitarios. Esa fue y será su manera de generar reconocimiento y contar su historia.