2016: cuando Cuba se puso de moda

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Un año atrás parecía imposible imaginar una Cuba sin Fidel Castro, el discurso de un presidente estadounidense en un teatro de La Habana, a Hollywood rodando Rápidos y furiosos 8 en el malecón habanero, a Chanel montando un desfile al aire libre en la isla. También era impensable ver a Mick Jagger ante decenas de miles de cubanos cantando el rock antes prohibido, o a rivales buscando la paz en pleno Caribe: las FARC y el gobierno de Colombia, o el papa Francisco y Kirill, líderes de las distanciadas vertientes del cristianismo.

Esos hechos “históricos” se concentraron todos en el 2016, el año que tuvo a la isla como protagonista.  Y a un cliché como relato: “por primera vez en Cuba”.

Con 11,2 millones de habitantes y casi 110.000 km2, este pequeño país famoso por su tradición cultural y por ser el último enclave del comunismo en Occidente ha experimentado en el último año una cauta apertura y una activa diplomacia.

El reconocido escritor cubano Leonardo Padura ha dado cuenta de “la fatídica insularidad <<acentuada>> que se vivió en Cuba durante medio siglo” tras el triunfo de la Revolución en 1959, y esa condición mostró su contracara en 2016 cuando todo pareció conectarse con la isla.

Para Cuba fue una temporada intensa que puede leerse en cuatro estaciones:

Primavera (la reconciliación)

 

Tras medio siglo de enfrentamiento, Estados Unidos y Cuba anunciaron la intención de normalizar sus relaciones a finales de 2014 y en julio de 2015 restablecieron oficialmente sus vínculos, pero fue en marzo de 2016 cuando la diplomacia alcanzó su punto más alto con la primera visita oficial de un presidente estadounidense en 88 años.

Barack Obama, acompañado de su esposa y sus hijas, desembarcó en Cuba, paseó por su centro histórico, mantuvo reuniones con Raúl Castro, con quien además asistió a un juego de béisbol, y en un discurso en el Gran Teatro de La Habana, transmitido en la isla por radio y televisión, sentenció: “Vine aquí a dejar atrás los últimos vestigios de la Guerra Fría. Vine aquí extendiendo la mano de la amistad al pueblo cubano”.

El líder demócrata reconoció el fracaso de la hostil política estadounidense mantenida hacia la isla durante medio siglo y aunque no pudo echar abajo el embargo comercial y financiero, competencia del Congreso (dominado por republicanos), sí impulsó medidas para aliviarlo.

Por ahora los cambios más visibles se traducen en más vuelos, más cruceros y más visitantes estadounidenses que buscan descubrir la “Cuba prohibida” por el embargo. No hubo una avalancha de inversiones estadounidenses, el gobierno cubano aún no puede usar el dólar en transacciones oficiales como se esperaba ni existe libre flujo de exportaciones e importaciones. La llegada del magnate Donald Trump a la Casa Blanca , por supuesto, abre un interrogante sobre el futuro del acercamiento entre los otrora adversarios.

El encuentro cara a cara de Obama y Castro no fue el único que se dio entre antagonistas en La Habana.

El 23 de junio el presidente colombiano Juan Manuel Santos y el líder de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), Rodrigo Londoño (‘Timochenko’) se encontraron y por primera vez se estrecharon las manos en un gesto de determinación para alcanzar la paz y terminar con medio siglo de guerra. Ese día suscribieron el convenio de cese al fuego definitivo y desarme de los rebeldes.

Desde noviembre de 2012, Cuba había sido la sede de los diálogos de paz y fue en 2016 cuando el proceso concluyó exitosamente. Los antiguos enemigos alcanzaron un acuerdo que fue rechazado en el plebiscito del 2 de octubre en Colombia. Debieron volver a la mesa de negociaciones en La Habana y pactar un nuevo acuerdo que incorporó cambios y finalmente está siendo implementado.

Y no sólo la política vivió episodios de reconciliación en la isla. La religión también. Hace mil años el cristianismo se dividió en las iglesias de Occidente y Oriente sin que desde entonces sus líderes se hubieran encontrado jamás.

Hasta que el 12 de febrero de 2016 el papa Francisco y el patriarca ruso Kirill se reunieron unas horas en La Habana, donde lamentaron “la pérdida de unidad” y se comprometieron a recuperarla, según una declaración conjunta, la primera suscrita por representantes de las dos iglesias que juntas suman 1.330 millones de fieles.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Verano (lo cool)

Tras el triunfo de la Revolución, Cuba expulsó a las grandes empresas estadounidenses a las que acusaba de saquear el país y vio en el “imperio” a su mayor enemigo político, militar pero también cultural. Fueron los años en que el gobierno proclamó el “carácter socialista” de la Revolución, Rusia se convirtió en su mayor aliado y todo lo “americano” era visto desde el gobierno con recelo.

Incluso la música. En los sesenta y setenta el rock era considerado “desviación ideológica” y los amantes del género debían arreglárselas para conseguir subrepticiamente discos y casetes y escucharlos a escondidas.

Por eso el concierto de The Rolling Stones en La Habana, en la misma semana de la visita de Barack Obama, fue tan simbólico. “Aquí estamos finalmente, ¿ah?”, dijo en español Mick Jagger al iniciar el show ante un millón de personas, según los cálculos del documental Havana moon en el que se transformó el concierto.

Fue la última parada de la gira América Latina “Olé” y el único país donde el show –de una calidad nunca antes vista por los cubanos- fue gratuito. Hasta ese momento los amantes del rock en la isla ni soñaban con corear a todo pulmón los clásicos que décadas atrás debían relegar -por miedo- a su intimidad.

Lo mencionó Jagger entre canción y canción: “Tiempo atrás era difícil escuchar nuestra música acá en Cuba, pero aquí estamos tocando para ustedes en su linda tierra… Pienso que finalmente los tiempos están cambiado, ¿verdad?”.

Y en 2016 también hubo espacio para la presencia de Hollywood y Chanel que vieron en la capital cubana, una ciudad vibrante que a veces parece detenida en el tiempo, el escenario ideal para sus creaciones.

“La riqueza cultural y la apertura de Cuba al mundo la convierten en una fuente de inspiración para Chanel”, indicó la casa de alta costura francesa que eligió como sede de su primer desfile en Latinoamérica a la isla, donde el lujo, el glamour y la moda son historia ajena.

El Paseo del Prado, tradicional boulevard del centro histórico flanqueado a cada lado por humildes viviendas, fue retocado para convertirse en la pasarela por la que desfilaron modelos de Chanel ante la mirada de invitados especiales y famosos –de cerca-, y cubanos de a pie –de lejos.

Con alusiones a Cuba como habanos, sombreros, colores vivos, palmeras, boinas, música afrocubana y la frase “¡Viva Coco Libre!” estampada en camisetas, Chanel presentó en mayo su colección “Crucero 2016-2017”. El diseñador y artista alemán Karl Lagerfeld presidió la gala que terminó entre aplausos.

Por esos días otro espectáculo se vivía en las calles de la capital cubana: helicópteros volando sobre el malecón, grúas y camiones con equipos de filmación, vehículos antiguos en llamas, actores como Vin Diesel paseando entre cubanos y hasta cierre de vías y tráfico –tan común en otras capitales latinoamericanas pero inexistente en la cubana.

Hollywood desembarcó y el plató era La Habana. Aunque en 2013 se había filmado “Papa”, la primera película estadounidense en rodarse en Cuba en 60 años, fue en 2016 cuando dos superproducciones se rodaron en el país, primero, Rápidos y furiosos 8, y semanas después, Transformers.

Aunque el embargo de Estados Unidos contra Cuba, todavía vigente, espantó a las grandes producciones, la flexibilización impulsada por Obama parece haber tocado también al cine.

Y los viajes de famosos, antes existentes aunque poco publicitados por las restricciones del bloqueo, ahora tenían un espacio en las noticias de farándula gracias a la ampliación de categorías para que estadounidenses puedan visitar la isla aunque el turismo como tal siga prohibido.

Madonna y el mediático clan Kardashian visitaron Cuba en 2016. La estrella de la música pop festejó sus 58 años con una fiesta privada y paseando por las calles de la Habana Vieja mientras que Kim, Kourtney y Khloé Kardashian buscaban filmar episodios de su reality show. Acostumbradas a transmitir su vida por redes sociales partieron frustradas por la limitada conectividad a internet en la isla.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Otoño (los cambios)

 

Las novedades de 2016 en Cuba han estado proyectadas más hacia el extranjero y aunque tantos acontecimientos juntos no eran comunes en la vida de los cubanos, pocos han visto de cerca sus repercusiones, a excepción de lo más palpable: el turismo.

Las calles de La Habana colonial lucen atestadas, cruceros  gigantes atracan ahora en el puerto y el aeropuerto capitalino está a punto de colapsar por cuenta de más y más vuelos. Además, la mezcla de más “paladares” (restaurantes privados) y nuevos alojamientos (también privados) ha hecho que los precios y el acceso a alimentos y otros productos se vuelvan un dolor de cabeza para los cubanos de a pie que deben ‘competir’ con los negocios particulares en aumento por cuenta de la gradual apertura económica emprendida por Raúl Castro, al mando desde que su hermano Fidel se separó del cargo por enfermedad en 2006.

Esa ‘competencia’ se da porque en Cuba, a diferencia de otros países, un habitante común y el dueño de un restaurante se abastecen en el mismo lugar –generalmente estatal.  No existen mercados mayoristas, lo que ha elevado los precios y ha hecho que escaseen bienes de alta demanda.

En La Habana es común ver en la caja del supermercado a un pequeño propietario de paladar pagando por enormes cajas de pollo mientras el cubano promedio debe irse resignado a buscar el producto donde todavía quede.

No obstante estos inconvenientes, el turismo se ha convertido en el nuevo sostén de la economía: es la segunda fuente de divisas (2.800 millones de dólares en 2015), sólo por debajo de la exportación de servicios profesionales, principalmente médicos.

En 2016 Cuba alcanzó la cifra récord de cuatro millones de turistas, un 13% más que el año anterior, y espera 4,1 millones de visitas para 2017. Sólo los visitantes estadounidenses aumentaron 42 % hasta octubre y se estima que el número siga creciendo.

Producto del acercamiento entre los dos países separados apenas por 90 millas de mar, otros cambios se han registrado y actividades suspendidas por más de 50 años se retomaron en 2016.

El 2 de mayo llegó a La Habana el primer crucero de una línea estadounidense (Fathom, filial de Carnival) que ahora hace viajes regulares y fue la primera de otras empresas similares que arriba a puertos cubanos, y el 1 de septiembre se reanudaron los vuelos comerciales directos de varias aerolíneas estadounidenses que deberán sumar 110 diarios, incluidos 20 a la capital.

También en más de 50 años se instaló en Cuba la primera multinacional estadounidense, la cadena Starwoods con el hotel Four Points by Sheraton, y el gigante Google acaba de firmar un acuerdo con el gobierno cubano para mejorar el acceso por internet a sus plataformas.

El incremento de la inversión extranjera forma parte del proceso de “actualización” del modelo económico de corte soviético (con casi completo control del Estado) emprendido por Raúl Castro.

“Es necesario superar de una vez y por siempre la mentalidad obsoleta llena de prejuicios contra la inversión foránea”, afirmó a finales de diciembre el presidente cubano. Lo hizo al reconocer la necesidad de “dinamizar” esa esfera frente a la contracción del 0,9 % del Producto Interno Bruto (PIB) con respecto al 4% de 2015.

Aunque Castro fue enfático: “no vamos ni iremos al capitalismo, eso está totalmente descartado”.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Invierno (el duelo)

Y cuando los reflectores se apagaban… Cuba volvió a ser el centro de atención. El 25 de noviembre, a los 90 años, murió el padre de la Revolución cubana, Fidel Castro, un acontecimiento de interés mundial con el que “ahora sí, la puerta del siglo XX está cerrada”, como escribió el filósofo esloveno Slavoj Zizek.

Amado, odiado, polémico, pero indiscutible protagonista del último siglo, Fidel Castro erigió la Cuba de la salud y la educación gratuitas, la que se enfrentó al “imperio”, la que se alió con la extinta Unión Soviética que en su caída arrastró a la isla a su peor crisis económica en los noventa; la Cuba que inspiró a movimientos guerrilleros y de izquierda, la que llevó “misiones” internacionalistas por el mundo, la del partido único sin espacio para la oposición, la Cuba dividida entre la diáspora y la población insular, la que dejó de gobernar hace 10 años por una crisis intestinal aguda sin dejar de ser omnipresente.

Su muerte silenció, durante los nueve días de duelo decretados, la ruidosa, alegre y musical isla en lo público y en lo privado. Al otro lado, cruzando el océano, otros cubanos festejaban en Miami. Para unos era “el padre”, “el abuelo” o simplemente “Fidel”, el hombre al que recordaban cercano y que los gobernó por casi 50 años, mientras que para otros era el fin del “dictador” que los forzó a abandonar la isla y separarse de sus familias.

Hace 10 años que Fidel Castro había cedido el poder a su hermano, quizá por eso su muerte no fue traumática ni generó conmoción social, pero sí silencio y recuerdos. En la última década los cubanos se acostumbraron a no escuchar como antes sus largos discursos o a no verlo personalmente visitando fábricas, escuelas y poblados para conocer los mínimos detalles de su gestión. El pueblo cubano tuvo 10 años para ir imaginándose su ausencia y para conocer otro estilo de gobierno: el de su hermano.

Más alejado de las cámaras y para algunos más pragmático, Raúl Castro es el artífice de las reformas que habilitaron nuevos negocios y que permitieron entradas y salidas del país sin permisos para los cubanos como era lo habitual. También amplió el acceso a internet (todavía caro y habilitado casi generalmente en zonas públicas: 1,5 dólares por dólares por hora cuando el salario promedio es de 30 dólares), conectando a la isla con el mundo.

Y en lo político dio pasos inéditos para el último medio siglo: anticipó que dejará el cargo en 2018 y tomó decisiones para que la “generación histórica” (la del triunfo de la Revolución) dé paso a una nueva camada.

Las cenizas de Fidel Castro reposan hoy en el cementerio de Santa Ifigenia en Santiago de Cuba, en el extremo este de la isla, donde comenzó el proceso revolucionario hace 58 años. Y su partida inspiró dos curiosos documentos: el “juramento” firmado por los cubanos para defender la Revolución y la ley que prohíbe inmortalizar la figura de Fidel Castro en monumentos y usar su nombre para denominar plazas, calles o instituciones, como fue el deseo del líder.

De principio a fin, 2016 fue una temporada intensa para una Cuba en transición, caracterizada por el cambio generacional y las reformas que van tomando cuerpo. El escritor cubano Pedro Juan Gutiérrez, autor de la Trilogía sucia de La Habana, ve “la modernización de Cuba” como algo “irreversible porque es lo que quieren los jóvenes”, según dijo en una reciente entrevista al New York Times.

A ellos “lo que les interesa es hablar inglés, francés y montar un negocio para ganar dinero (…) quieren irse a probar suerte en otro país, crear empresas y la mayoría no quiere estudiar carreras universitarias, sino tener oficios prácticos. No sé si eso será positivo o negativo, pero es algo tremendo que se ha ido manifestando en los últimos años y es evidente que funciona porque propicia los cambios”.

Sólo el tiempo revelará el alcance de esos cambios y cómo será la Cuba pos-Fidel.