El costo de defender la agenda LGBTI en elecciones

Las elecciones legislativas serán cruciales para la población LGBTI y sus derechos. Estas son las primeras elecciones con candidatas trans al Congreso, pero también son las primeras elecciones en las que los discursos de odio y desigualdad hacen carrera política.

Serán unas elecciones únicas. Serán únicas para la defensa de los derechos de la población LGBTI. Serán únicas porque si bien no son las primeras elecciones en las que hay candidatos que defienden la igualdad y los derechos de esta población, sí es la primera vez que hay candidatos, partidos y propuestas que tienen como bandera política los discursos de odio y de desigualdad.

Esa es una de las principales preocupaciones de los voceros, organizaciones, activistas y demás defensores de los derechos LGBTI.  Es una preocupación que confirma Voto por la Igualdad, una herramienta creada y apoyada por Colombia Diversa, Caribe Afirmativo, Sentiido, el Instituto Nacional Democrático, FESCOL y otras organizaciones para medir —a través de su actividad en redes sociales— cómo hablan los candidatos a favor y en contra de la igualdad.

Los resultados son preocupantes: no son muchos los que hablan del tema y, como explica Camilo Vargas, gerente general de Whale & Jaguar (desarrolladores de la herramienta de medición), son más los que hablan en volumen total en contra de la igualdad, que a favor. Es decir, mientras que Tatiana Piñeros, de la lista de la Decencia, y Akemi Sofía Rave, del Partido Verde (ambas las primeras candidatas trans al Congreso) tienen los puntajes más altos de favorabilidad a la igualdad entre 110 y 115 puntos; los candidatos que más hablan desfavorablemente del tema tienen puntajes de -248, -440 y -733. Los tweets en contra son muchos más.

Una posible explicación es que quienes apoyan la igualdad, no tienen como única bandera lo LGBTI. Tienen otras propuestas y otras prioridades. “Las candidatas abiertamente LGBTI saben que eso les aporta una perspectiva diferente, pero es no es la razón principal por la que quieren estar en el Congreso. Es positivo que no vengan en representación exclusiva de lo LGBTI, porque estar en el Congreso implica representar a todos los colombianos”, dice Brigitte Baptiste, directora del Instituto Alexander Von Humboldt.

El sector que se ha empoderado contra los derechos LGBTI siempre ha existido, la diferencia es que ahora ha capitalizado su odio en una carrera política

Pero no parece ser igual para quienes están en contra de los derechos de la población LGBTI. La desigualdad y la discriminación parecen ocupar sus principales propuestas y ser sus más grandes apuestas. “A los candidatos que utilizan el miedo y la desinformación, les queda más fácil. El miedo se compra más rápido que las garantías de derechos para todos y todas”, señala Tatiana Piñeros, mujer trans candidata al Senado.

Y la preocupación mayor es que hay discursos de odio muy fuertes, pero no parece haber un rechazo contundente a éstos por parte de los demás candidatos. Para las elecciones legislativas del 11 de marzo hay más de 3.600 candidatos entre los que elegirán los colombianos, pero son muy pocos los que se atreven a hablar de la igualdad y de los derechos de esta población. “Es muy costoso en términos de opinión pública, es arriesgado”, señala Baptiste.

Para Wilson Castañeda, director de Caribe Afirmativo y vocero de Voto por la Igualdad, “el sector que se ha empoderado contra los derechos LGBTI siempre ha existido, la diferencia es que ahora ha capitalizado su odio en una carrera política”. Eso, explica Castañeda, ha hecho que otros candidatos que son cercanos a la agenda de la igualdad, no quieran enfilarse en proteger los derechos ganados por miedo a perder electorado. Como dijo Mati González, en una columna publicó este fin de semana en Vice, “hablar de igualdad en estas elecciones es una papa caliente”.

Hace muy poco la fuerza de ese odio se manifestó en las calles, se manifestó en las urnas. En 2016 hubo marchas multitudinarias en contra de la educación sexual y de la reforma de los manuales de convivencia, y luego una supuesta ideología de género invadió el acuerdo de paz. Para Wilson Castañeda, eso demostró que en Colombia no sólo hay expresión de odio hacia la diversidad sexual y las identidades de género, sino que hay grupos de poder muy fuertes en la sociedad colombiana que tienen como misión desinformar. “Nos muestran a nosotros [la población LGBTI] como ciudadanos que ponemos en jaque en valor de la familia y por eso proponen el bloqueo de nuestros derechos”.

Por esto, dice Brigitte Baptiste, el nivel de discusión sobre el tema es muy bajito, pues en Colombia se ha hecho evidente lo fácil que es organizar a la gente con mensajes de odio. Estas elecciones son un riesgo, porque son el espacio perfecto para que resurjan esas teorías de conspiración.

Quien valida las expresiones de odio, la desigualdad y la discriminación, no pone en jaque sólo lo LGBTI, sino también a las comunidades afro, a los indígenas, a las mujeres y demás grupos vistos como diferentes ante la sociedad colombiana

Hoy los activistas y las organizaciones no están pensando tanto en cuáles serán los avances que dará el próximo congreso en materia de derechos para la población LGBTI. De acuerdo con el investigador de Dejusticia y activista, Mauricio Albarracín, “el problema ya no es el reconocimiento de derechos por parte del Estado, sino la búsqueda de una convivencia pacífica y respetuosa”. Un respeto que debería comenzar por quienes hacen las leyes de este país. Son muy escasas las ocasiones en las que el congreso ha legislado para esta población, pues generalmente lo ha hecho la Corte. “Siempre que el Congreso ha tratado estos temas ha sido una fuente de discriminación más que un remedio frente a la misma”, explica Albarracín y añade que los jueces y no los políticos son los que se toman en serio los derechos. La posibilidades de que esa realidad cambie, son muy pocas.

Ante el panorama político y electoral del país, hoy el miedo es que haya retrocesos. Colombia es un referente de los avances legales en materia LGBTI en América Latina, “es un paraíso normativo”, de acuerdo con Mauricio Albarracín. Pero el problema no son las normas sino la implementación de éstas y la convivencia social, “podemos tener derechos, pero si no hay respeto social, no se viven los derechos en plenitud”, insiste el investigador.

Aunque los avances que se han logrado a través de la Corte son sólidos, una agenda anti-LGBTI va a intentar ir en contra de los derechos de esta población, como pasó el año pasado con el proyecto de referendo que pretendía prohibir la adopción de parejas del mismo sexo y que finalmente se hundió en la Cámara de Representantes.

Venimos de más de ocho años de avances en el tema y ahora, de acuerdo con Wilson Castañeda, parece que la clave más que tener una agenda LGBTI en el proceso electoral es tener compromisos con la igualdad y la no discriminación: “quien valida las expresiones de odio, la desigualdad y la discriminación, no pone en jaque sólo lo LGBTI, sino también a las comunidades afro, a los indígenas, a las mujeres y demás grupos vistos como diferentes ante la sociedad colombiana. Ese odio, sólo manifiesta un espíritu que raya con el valor de la democracia”.

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