Dibujos por recuerdos

A cambio de compartir recuerdos él se los ilustraba. El francés que dibujando reconstruyó la memoria de una parte del Caquetá, conversará con con los asistentes al Festival Entreviñetas 2014.

por

Gabriel Corredor


16.09.2014

Foto: Thomas Salva @ Wikicommons

Aunque Edmond Baudoin es uno de los dibujantes e ilustradores más reconocidos de Francia, solo se dedicó profesionalmente a este oficio cuando ya había llegado al tercer piso. Es autor de numerosas historias gráficas, incluyendo una biografía de Salvador Dalí y varias investigaciones de campo que terminaron en crónicas gráficas.

Tal es el caso de ‘Viva la vida’, producto de un viaje en octubre de 2010 a la conmocionada Ciudad Juárez, en México, y ‘El sabor de la tierra’, realizado en 2013 en Colombia, una colección de recuerdos sobre la violencia que personas del Caquetá brindaron a cambio de los dibujos de Baudoin y el también historietista Troubs, su compañero en ambos viajes.

Baudoin conversará este jueves en la Universidad de los Andes con el ilustrador peruano Jesús Cossio en el marco del Festival Entreviñetas acerca del cómic como una herramienta para registrar la memoria histórica y narrar la realidad.

Cerosetenta habló con él unos días antes de su charla y esto fue lo que nos contó.

***

Usted trabajó como contador hasta los 30 años. ¿Qué lo hizo dejar ese trabajo para dedicar su vida a la ilustración y la novela gráfica?

Bonita pregunta, pero haría falta un libro para poderme explicar (¿tal vez algún día?). Yo dibujaba desde pequeño con mi hermano Piero. Solo él estudió bellas artes porque aunque ambos éramos igual de buenos, para mis padres dos hijos en una escuela de ricos era demasiado. Pero éramos tan cercanos que fue un poco como si yo mismo me hubiera convertido en artista. Yo por mi parte entré a la escuela de contabilidad.

Las escuelas de arte suelen ser muy dogmáticas y Piero estaba hastiado. En la década de los setenta tocaba hacer abstracciones y a Piero no le gustaba, así que abandonó las bellas artes. Fue como si me hubiera hecho relevo. De cualquier manera yo quería renunciar a la contabilidad, y a los 30 años la idea de morir sin dibujar me parecía insoportable. A esa edad uno tiene la idea de que está en la mitad de su vida, y parecía necesario encontrarme a mi mismo y al dibujo.

Me tomó diez años para empezar a ganar dinero con con mi sueño de infancia. Era pobre, tenía tres hijos, pero me encanta recordar aquellos tiempos cuando nadie quería mis dibujos. Era difícil, claro, pero veía el progreso que estaba haciendo y cuando se progresa ya no se puede renunciar. Hoy sigo progresando: así de hermosa es la vida.

 

Sobre ‘El sabor de la tierra’. Entiendo que fue invitado a trabajar en Colombia por dos estudiantes universitarios. ¿Por qué aceptó esa invitación?

Era imposible no aceptar. Ya dije que amo la vida, y venir a Colombia, encontrarme con esos seres humanos, eso es la vida. Troubs estaba de acuerdo. La vida, la vida, la vida…

 

¿Cómo fue el proceso de elaboración de ‘El sabor de la tierra’?

Desde que estaba en Francia me pregunté siempre cómo reunirme con los campesinos sin asustarlos, así que le pedí a los universitarios preguntar en las escuelas de los pueblos si podían recibir a dos extraños que quieren dictar un curso de dibujo. Naturalmente todos los directores de los colegios dijeron que sí. Después todo fue muy fácil, todo el pueblo iba a las clases del “curso de dibujo” y los niños no paraban de reír: ver a dos adultos que hablaban español bastante mal era para ellos un espectáculo muy chistoso.

 

¿Algún recuerdo especial?

Todos están en el libro. Pero, a ver, alguno que no esté ahí… Con Troubs trabajamos muchísimo durante un mes en Colombia y durante ese tiempo siempre pensábamos en poder besar alguna mujer. No pudimos nunca ni acercarnos a ninguna, pero teníamos ojos, naturalmente, y ambos vivíamos maravillados con la sensación de seda de la piel de las colombianas. Todo el tiempo nos preguntamos: ¿será el agua, la alimentación? Nos fuimos sin encontrar la respuesta.

 

También trabajó en Ciudad Juárez. ¿Encontró algunas similitudes entre México y Colombia?

La personalidad de los mexicanos es diferente a la de ustedes los colombianos en, por ejemplo, la relación con la muerte. Hay algo más violento en México. Hay algo más de fatalismo en Colombia.

Ya ha pasado mucho tiempo desde que Colombia está en guerra y es realmente necesario que se acabe. Esta guerra provoca muchos desplazamientos, y cuando uno es desplazado a la fuerza pierde a sus amigos, aquellos a los que uno conoce, aquellos a los que uno le importaba, personas que podrían recordarnos en nuestra muerte: aquellos que logran que uno no muera del todo cuando muere. Si ellos ya no están en ese lugar, si están perdidos en la geografía, todo en nuestra naturaleza se borra. Eso es una tristeza.

 

Troubs, su compañero en ambos viajes, dijo en una entrevista anterior que las guerras en Colombia y México son alimentadas por el control del tráfico de cocaína. ¿Cree que la legalización de las drogas puede ser una solución a este problema?

Completamente. Es un problema que no se puede solucionar con una varita mágica, pero hoy incluso las personas de la ONU están de acuerdo en que es necesario.

 

¿Cómo define usted el periodismo gráfico? ¿Cómo se puede trazar una línea entre ficción y hechos?

Hoy, con los blogs e Internet, las posibilidades de expresión escritas, filmadas y dibujadas son muy grandes. Y aún ni hemos empezado a entender las posibilidades que esa pantalla nos va a permitir. Por lo tanto, yo sigo creyendo en el papel. El papel encierra algo de eternidad. Hoy, mañana, cada vez más y más gente joven quiere contar el mundo en imágenes. Y la imagen dibujada es irremplazable. Es una huella humana.

Las barreras entre ficción, autobiografía y periodismo se borran cada día más. Hoy los bloggers son periodistas. A mí no termina de gustar del todo lo que permiten hacer los computadores en Internet, pero tampoco me gustan los controles. Las cosas poco a poco se irán decantando y las viejas etiquetas que hacían que uno dijera «tú haces periodismo, tú ficción, tú autobiografía” se van a redefinir. No sé del todo cómo, apenas soy un testigo como tú.

 

¿Qué conoce de la escena del cómic en Colombia?

No mucho. No he leído muchos cómics, pero me encanta descubrir cosas nuevas y espero descubrir mucho en estos días que estaré allá.

 

¿Cómo son sus días de trabajo?

Nunca muy parecidos, van en función de los libros. Para ‘El sabor de la tierra’ fueron 18 horas diarias, pero al principio, en mi casa en París, me gustaba trabajar en la mañana. Vivo la mayoría del tiempo solo y no tengo televisión, entonces tengo mucho tiempo para mí y para dibujar. Trabajo unas diez horas diarias (cuando no estoy de viaje o enamorado). Trabajo de pie para sentir bien mi cuerpo. Eso significa que estoy parado diez horas al día. Trabajo con pincel, raramente hago bocetos, y calco sobre una mesa luminosa. Para mí, el instrumento que tienes en la mano influye en las ideas, y me gusta la influencia del pincel, aunque también utilizo a veces otros utensilios. El fondo y la forma son muy importantes.

¿Qué pueden esperar los asistentes a su evento en la Universidad de los Andes junto a Jesús Cossio?

Vida, felicidad, intercambio. Encuentros y aprender mucho de esos encuentros.

 

*Gabriel Corredor es filósofo y estudiante de la Maestría en Periodismo del CEPER.

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