La identidad como esencia culinaria: ser muxe

Charly atiende a sus comensales en un puesto tradicional de tlayudas en Juchitán de Zaragoza, una ciudad superpoblada del Istmo de Tehuantepec, en Oaxaca, México. Charly viste un huipil azul y una falda floreada, lleva los labios pintados, sombras en sus ojos y el pelo recogido con flores. El espacio donde cocina, que da a la calle, lo decora un cartel con el menú de su cenaduría y una foto suya vestido en ropa casual masculina.

En Oaxaca viven más de 500 mil zapotecos del Istmo, un grupo étnico prehispánico del centro de la región que hoy habita principalmente en Tehuantepec, Matías Romero y Juchitán. Charly es una persona que al nacer fue identificade como hombre, pero atiende a sus comensales con ropa de mujer, una expresión de género que en su comunidad se identifica como muxe.

Muxe es un término zapoteco al que antropólogos e historiadores han dado diferentes significados, pero la mayoría coincide en definirlo como “el tercer género”. Las personas muxe tienden a usar huipiles, faldas de flores y colores, típicas de la mujer istmeña. Según el estudio Entre lo local y lo global. Los muxe en el siglo XXI, la característica común de una persona muxe es el estado de constante performatividad de género: “(es) un sabroso juego entre el ser y no ser, la instrumentalidad de una identidad ambigua”. En Oaxaca viven alrededor de 3 mil personas muxes.

La actitud social y cultural de la comunidad zapoteca es permisiva ante la homosexualidad, el afeminamiento y el travestismo. Por eso el Estado de Oaxaca es llamado un “paraíso queer”, una excepción en un país donde se han registrado al menos 110 asesinatos a personas con sexualidades disidentes desde 2019, según el Observatorio Nacional de Crímenes de Odio contra personas LGBT.

Pero las personas muxes tienen roles y responsabilidades socialmente impuestas: es raro verles trabajando en tiendas, liderando emprendimientos o empresas externas a sus comunidades. Generalmente se emplean en oficios como cantineros, pequeños comerciantes, bordadores, curanderos, costureros, sirvientes, peluqueros, artesanos, trabajadores sexuales y cocineros de comida y dulces tradicionales, como es el caso de Carlota.

Carlos Esteban Valdivieso es conocido como Charly, y como Carlota en su nombre muxe. En su puesto de comida tradicional, Cenadurías Charlys, cree que desde su vestimenta hasta sus recetas son apuestas rebeldes por cuidar la ancestralidad de su pueblo y mantenerla viva en una zona tan turística como lo es Oaxaca.

Pero ser el “paraíso queer” no ha evitado que las preocupantes violencias machistas que se han visto en el resto de México también lleguen a este territorio. En los últimos 10 años, 12 personas muxes han sido asesinadas, según fuentes de la propia comunidad, como resultado de crímenes de odio. E incluso al interior de la misma comunidad hay discriminación hacia las personas muxe que al nacer les fue asignado el género femenino. Las muxes gunaa denuncian ser más invisibilizadas que los nguiiu, y por lo mismo tener menos oportunidades educativas y laborales.

Además, a las personas muxe también se les adjudica la responsabilidad de hacerse cargo de sus familias, por eso en sus comunidades está mal visto que una persona muxe quiera casarse o estar en una relación romántica larga.

En su cotidianidad, y al enfrentarse al mundo fuera de sus comunidades, les muxes que buscan conseguir trabajos en empresas nacionales o espacios alternos a su comunidad lo pueden hacer únicamente presentándose como cuerpos cisgénero, censurando su expresión tradicional del género.

Charly, o Carlota, heredó el negocio de su madre. Aprendió de ella cómo preparar las tlayudas y otros antojitos, pero fue bajo su nombre que la cenaduría ganó popularidad. Lo que empezó como un pequeño local de comida en su casa, hoy es una cenaduría en la que cuenta con 17 personas a su cargo. Ahora, está en vísperas de abrir otra cenaduría en Juchitán, un poblado cercano.

Charly es una persona relajade que, al mismo tiempo, ha logrado convertirse en une gran líder. No es común que las personas muxes dirijan equipos, tengan cargos de liderazgo ni mucho menos sean dueños de sus negocios. Pero este chef rebelde se encuentra a la cabeza de un equipo en el que en lugar de discriminación hay respeto.

“Ese espacio ganado fue lo que me llamó la atención de Charly, además de lo exitoso que es en el negocio”, cuenta Lucía Flores, la fotoperiodista que lo retrató para este especial.

Su día laboral empieza desde muy temprano. Charly acude a un mercado cercano al que llega caminando, pide los insumos que necesita, los deja pagados y después se los llevan a su casa. En su local, pasa el día entero agendando pedidos, pendiente de proveedores mientras atiende a sus comensales. Nunca pierde una oportunidad para vender, incluso aunque esté por cerrar.

En una ciudad como Oaxaca, cada vez más gentrificada como consecuencia del creciente turismo, Charly le apuesta a lo tradicional. En su vestimenta muxe, trabajando con ingredientes como el maíz y los frijoles, granos ancestrales y típicos de la región, busca mantener vivo aquello que en el vértigo de lo moderno se puede perder. Su llamado es a encarnar la tradición desde la alimentación y la identidad.

Las tlayudas, que significan “maíz desgranado”, son tortillas de maíz de gran tamaño que se doran en un comal, un disco de metal especial para cocinarlas. Son originarias de los Valles Centrales de Oaxaca y son fundamentales para la economía local desde hace al menos 60 años.