Día 9: Del pacífico a la sala de redacción.

Volvimos. Es temprano en la mañana y siguiendo la rutina a la que veníamos acostumbrados, estamos todos reunidos alrededor de la mesa. Sin embargo, algo parece haber cambiado. ¿Dónde esta Diana? ¿Pachita? ¿El pescado frito con agua de panela? Lejos de los habituales gritos –“¡Chinito, vayase pa’ la casa!”– nos damos cuenta que ya no […]

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José Luis Hoyos


18.06.2015

Volvimos. Es temprano en la mañana y siguiendo la rutina a la que veníamos acostumbrados, estamos todos reunidos alrededor de la mesa. Sin embargo, algo parece haber cambiado. ¿Dónde esta Diana? ¿Pachita? ¿El pescado frito con agua de panela? Lejos de los habituales gritos –“¡Chinito, vayase pa’ la casa!”– nos damos cuenta que ya no estamos en Isla La Plata, estamos de vuelta, en esta fría Bogotá que no parecíamos extrañar mucho. Enfrentando el primer y trágico día en la sala de redacción del CEPER, todos estamos empezando a unir las piezas para crear nuestro reportaje de Bahía Málaga. El primero oficial para la mayoría. Detrás de las pantallas de los computadores, que por una semana estuvieron ausentes, se asoman caras insoladas y brazos con picaduras de insectos demostrando no solo lo capitalinos que somos sino que logramos sobrevivir al pacífico colombiano, unos con mayor éxito que otros. Vale la pena mencionar que a Mariana le gustó tanto el pacífico que se trajo un souvenir viviente que porta en su cuello como marca de su amor por la tierra que le dio a probar el viche.

El trabajo de transcribir las entrevistas se siente casi como el ardor del mismo viche bajando por la garganta, una experiencia de la cual Santiago se encargó muy bien que viviéramos antes de volver. En una mañana que parece avanzar lentamente, la sala se convierte en una fabrica, todos estamos conectados a nuestro audífonos y lo único que se oye es el sonido del teclado a medida que repasamos el audio de las entrevistas. Finalmente, llega la hora del almuerzo donde comienza el debate. Con la ausencia de Diana, la directora de la cocina de La Plata, por fin tenemos la opción de escoger algo más que pescado o… pescado. Después de repasar toda la variedad gastronómica del centro de la ciudad llegamos a la decisión unánime –unánime entiéndase por el régimen totalitario de María– de comer en el Shawarma («chowarMAN» según María José). Ya satisfechos con nuestro almuerzo, amenizado por una melodiosa música árabe, nos dirigimos de vuelta a la sala de redacción, excepto que antes hubo un desvio de unos pocos minutos: dos horas. El desvío fue hacia Espacio Odeón, donde Ximena Gama, curadora de este espacio cultural, nos recibió con una pequeña charla hablándonos un poco acerca del origen de Odeón. Tras recorrer el espacio con una visita guiada de la exposición temporal nos despedimos de Ximena y finalmente volvimos a la sala de redacción.

Con un gran almuerzo encima y la luz cálida de la tarde entrando por las persianas los ánimos de trabajar eran más bien escasos. Después de varios intentos de retomar el trabajo, la tarde fue una pérdida total y terminamos recapitulando algunos momentos memorables de aquel viaje a la costa pacífica del país, solo para terminar dándonos cuenta de todo el tiempo que habíamos perdido en lograr el verdadero propósito del curso: construir una historia periodística.

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